Leslie Picker, Danny Hakim Y Michael J. de la Merced

Don Halcomb, agricultor de 63 años de edad de Adairville, Kentucky, teme que este año se desvanezcan sus ganancias, debido en gran medida a la confluencia de la caída del precio de los cultivos y el aumento del costo de las semillas y otros insumos.

El precio de un costal de 80.000 granos de semilla de maíz aumentó de 80 a 300 dólares en los últimos diez años, a medida que se han consolidado las compañías que los producen, explica. Y con la reciente reducción del precio de las mercancías, Halcomb calcula perder unos 100 dólares por acre este año.

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"Ahora estamos produciendo los cultivos con pérdida, así como los petroleros están sacando petróleo con pérdida", comentó el 14 de septiembre por teléfono Halcomb, que cultiva maíz, soya, trigo y cebada en su granja familiar de 7.000 acres.

Es una situación apremiante para agricultores en todos los Estados Unidos, con la industria agrícola global sumida en un desgarrador bache. Ya que han producido demasiado maíz, trigo y soya, los agricultores se han visto obligados a reducir los precios para vender sus cosechas. Pero también han reducido el gasto en semillas, pesticidas y fertilizantes, lo que ha menguado las ventas de los gigantes del negocio agrícola, como Monsanto y DuPont.

En respuesta, esas empresas han buscado acuerdos multimillonarios para reducir costos y capotear la tormenta que azota a la industria. En el último año se anunciaron cuatro fusiones de grandes compañías agroindustriales. La más reciente es la adquisición de Monsanto por parte de Bayer a un costo de 56.000 millones de dólares –la adquisición más grande del 2016–, anunciada el 14 de setiembre. Pero cada fusión suscita la posibilidad de que aumenten los costos para los agricultores.

Halcomb compra semillas con características licenciadas a Monsanto de St. Louis y semillas de DuPont, que tiene un acuerdo pendiente para fusionarse con Dow Chemical. Los fertilizantes que usa están hechos de compuestos de potasio y de fosfato producidos por Agrium, de Calgary, Canadá, que el 12 de setiembre acordó fusionarse con el productor de fertilizantes Potash Corporation de Saskatchewan. Y usa pesticidas fabricados por Syngenta de Suiza, que en febrero aceptó ser adquirida por la Corporación Nacional Química de China.

Las compañías explican que se van a fusionar para diversificarse e incrementar su capacidad de crecimiento e investigación. Pero esos convenios, dado su tamaño y sus alcances, ya han atraído la atención de legisladores y reguladores en Washington. No hay ninguna garantía de que vayan a recibir la aprobación regulatoria y algunas empresas podrían tener que vender activos para disipar las inquietudes de los reguladores antimonopólicos. La fusión de Dow con DuPont está siendo examinado por el departamento de Justicia.

El mercado pareció prever obstáculos para el convenio de Monsanto. Las acciones de la compañía cerraron un 20 por ciento por debajo de los 128 dólares por acción ofrecidos por Bayer, que tiene su sede en Leverkusen, Alemania. Las acciones de cada empresa ganaron poco menos de 1 por ciento después de que se anunció el acuerdo.

Sumando un estimado de 10.000 millones de dólares de deuda de Monsanto, el acuerdo de Bayer por un total de 66.000 millones de dólares es el más grande en términos de efectivo, según datos recopilados por Thomson Reuters.

El senador Charles E. Grassley, republicano de Iowa y presidente del comité judicial, programó una audiencia para la próxima semana a fin de analizar el posible efecto en la agricultura de esas fusiones de empresas agrícolas.

Los reguladores europeos de competencia también dijeron públicamente, antes de que siquiera se firmara el acuerdo entre Bayer y Monsanto, que analizarían cómo este afectaría los precios y la disponibilidad de semillas, así como las investigaciones.

Liam Condon, que dirige la división de Bayer dedicada a la ciencia de las semillas, aseguró en una entrevista que la compañía había llevado a cabo un "extenso análisis" con respecto de las leyes antimonopólicas antes de acercarse a Monsanto en mayo. Agregó que no piensa que haya mucho traslape en las carteras de productos, pues el interés de Bayer está ante todo en la protección de los cultivos, mientras que el de Monsanto, en las semillas y sus características.

La meta estratégica del acuerdo, según Bill Selesky, analista de Argus Research, es ofrecerles a los agricultores una experiencia de compra en un solo lugar, haciendo de Bayer el proveedor de semillas y sustancias agrícolas más grande del mundo. Al mejorar los productos para los agricultores, señaló Selesky en entrevista, la compañía combinada a fin de cuentas podría subir los precios.

Por su parte, Grassley declaró que había hablado con algunos agricultores que piensan que los acuerdos son necesarios para que las grandes empresas agroindustriales puedan seguir absorbiendo los costos de investigación y desarrollo de productos y obtener la aprobación del gobierno para venderlos.

Bayer y Monsanto anunciaron que piensan recortar 1.200 millones de dólares en costos como parte del convenio, lo que ayudará a impulsar la eficiencia.

Pero Jim Benham de Versailles, Ind., presidente de la Unión de Agricultores de Indiana, no se siente tan optimista. Él asegura que los elevados costos de los insumos –semillas, fertilizantes y demás– están acabando con el margen de ganancia de los agricultores y advirtió que la consolidación agravará la situación. Los costos de por sí ya habían aumentado en dos dígitos en los últimos cuatro o cinco años y la fusión de Bayer y Monsanto podría acelerar esa tendencia.

"La fusión va a perjudicar a los agricultores", advirtió Benham, que cultiva maíz, soya y a veces trigo en su granja de 1.400 acres. "Mientras más consolidación haya en nuestros insumos, peor se pondrán las cosas".

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