Por Christian Pérez

Joven, arriesgado, atrevido, dirigiendo un equipo de Primera y con las ganas de llevarse el mundo por delante. Ah, y con una "caradurez" única, según sus propias palabras. Este es Daniel Farrar, un entrenador de apenas 30 años, enamorado de ideología Guardiola y que con muy poco está haciendo demasiado en el modesto River Plate, su primer equipo de Primera.

No tener las cualidades necesarias para ser futbolista o no haber tenido la fortuna de pisar un césped como jugador profesional, no son barreras ni requisitos esenciales para ser un buen entrenador y prueba de ello es Farrar, un DT con pensamiento innovador, que ha sorprendido gratamente con el Kelito. En cuatro partidos, su equipo ha impresionado bien; perdió apenas ante Cerro y Luqueño y goleó a dos "pintados", Capiatá y Sol de América.

Muy rápido se dio cuenta que como futbolista no progresaría, pero eso no lo desmotivó para alejarse del fútbol. Comenzó como analista de videos a los 19 años con Guilherme Farinha, pero él quería sentir lo que estar adentro del campo y se abriría camino. Estudió en la ENEF, pero creía que la enseñanza era muy básica y decidió tomar cursos online con profesionales reconocidos.

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Su "hambre" de conocimientos futbolísticos lo llevó aventurarse a ir hasta EEUU, donde tuvo la fortuna de formarse en la escuela de fútbol del Barcelona.

-¿Cómo te iniciaste en esto de ser entrenador?

-No tenía las cualidades para ser jugador profesional y esto era lo más cercano al fútbol. Siempre quise sentir lo que es estar adentro. Estudié para DT, pagué cursos por internet y como soy muy caradura, envié 35 currículums a clubes que tenían filiales en Estados Unidos. No me respondieron, pero no me importó, igual viajé y trabajé en la escuela de fútbol del Barcelona.

-¿Cómo fue tu experiencia en el Barcelona?

-Aunque era escuela de fútbol, ahí me di cuenta que estamos años luz de ellos. Cada entrenamiento era un aprendizaje. Ahí los DT no hacen lo que quieren. Te dan tareas para desarrollar y son exigentes en cualquier detalle. Por ejemplo, no cruzarte de brazos, no meter la mano en el bolsillo, ser simple, pequeños detalles que marcan la diferencia.

-¿Cómo llegaste a River?

-Estuve trabajando en la Reserva de Luqueño, donde fui por invitación del profesor Héctor Marecos. No dudé cuando me llamaron en River. Venir acá fue un desafío grande. Mucha gente me dijo que no venga a River. Pero estoy seguro de mi trabajo y de mi gente. Este equipo tiene un plantel que me enamora.

-¿Qué cambió en el Kelito con tu llegada?

-Cambiamos todo lo que nos parecía. Obviamente dejamos las cosas buenas que se hicieron. No me creo mejor ni peor que nadie, solo diferente. Tratamos de darle mucha chispa al entrenamiento. Nos centramos en muchos detalles, cambiamos la intensidad de los entrenamientos. En cuanto a lo táctico, me gusta que juguemos con el balón, pero debemos adaptarnos al equipo y al fútbol paraguayo.

-La situación de River es crítica ¿Cómo hacés para convencer a los jugadores que aún hay chances para soñar?

-Agarramos un equipo con la moral baja. No creían en ellos mismos. Sin faltarle el respeto, no tenían confianza en su talento. Nosotros les hacemos participar en todo y al sentirse importantes, se sienten motivados. Es un objetivo complicado, pero ya demostramos que se puede.

-¿Y cómo te ganaste el respeto de los jugadores, ya que muchos incluso son mayores que vos?

-Capaz al inicio no estaban convencidos de lo que hago, pero con el trabajo de todo el equipo técnico, ellos se dan cuenta de cómo es la cosa. Todos lo hacemos con ganas y es ahí que poco a poco uno se gana el respeto de ellos. Hasta ahora quizás no logré completamente y solo con trabajo y resultados se logra eso.

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