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Los políticos han mentido siempre. ¿Qué importa si ellos dejan de decir la verdad por completo?

Tenga en cuenta hasta qué punto Donald Trump está alejado de los hechos. Él habita en un reino fantástico donde el certificado de nacimiento del presidente Barack Obama era falso, el presidente fundó el grupo Estado Islámico, los Clinton son asesinos y el padre de un rival estaba con Lee Harvey Oswald antes de que este último disparase contra el presidente John F. Kennedy.

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Trump es el máximo exponente de la política "posverdad", algo que se fundamenta en afirmaciones que "parecen ciertas" pero no tienen ninguna base de realidad. Su descaro no es castigado, pero tomado como prueba de su voluntad de enfrentarse al poder de la élite. Y no está solo.

Miembros del gobierno de Polonia afirman que uno de los presidentes de ese país, quien falleció en un accidente aéreo, fue "asesinado por Rusia". Políticos turcos afirman que los autores del reciente y fallido golpe de Estado actuaban siguiendo órdenes emitidas por la CIA. El éxito de la campaña en Gran Bretaña para abandonar la Unión Europea advertía acerca de las hordas de inmigrantes que resultarían de la inminente adhesión de Turquía al selecto club europeo de naciones.

Y si usted cree que la política debería basarse en evidencias, todo lo anterior es preocupante. Las democracias fuertes pueden recurrir a defensas incorporadas contra la política "posverdad". Los países autoritarios son más vulnerables a ella.

EL SEÑOR DE LAS MENTIRAS

Que los políticos ofrezcan mentiras casa por casa no es noticia: Piense en el embuste del presidente Ronald Reagan de que su administración no había cambiado armas con Irán con el fin de lograr la liberación de rehenes y para financiar los esfuerzos de los rebeldes en Nicaragua. Dictadores y demócratas tratando de desviar la culpa de su propia incompetencia siempre han manipulado la verdad. Los malos perdedores siempre han acusado a los del otro lado de mentir.

Pero, la política "posverdad" es algo más que una invención de las lloronas élites que han sido rodeadas. El término acierta al corazón de la novedad: que la verdad no se vea modificada, ni controvertida, pero reducida a una importancia secundaria. Alguna vez, el propósito de la mentira política era crear una falsa visión del mundo. Las mentiras de hombres como Trump no funcionan de esa manera. Ellas no pretenden convencer a las élites, en las cuales sus votantes ni confían, ni gustan: ellas apuntan a reforzar los prejuicios.

Sentimientos, no hechos, son lo que importa en este tipo de campañas. El descrédito de sus oponentes valida la mentalidad de "ellos-contra-nosotros" sobre la cual prosperan los candidatos extraños al sistema. Y si los oponentes se centran en tratar de mostrar sus hechos están equivocados, tendrán que luchar en el terreno que ha sido elegido para la contienda.

Cuanto más los defensores británicos de la permanencia en la Unión Europea atacaban a los que querían abandonarla, más se exageraba la afirmación de que Gran Bretaña gastaba 350 millones de libras por semana (US$ 468 millones) por su filiación a la UE y más tiempo se mantenía bajo la lupa a la magnitud de esos costos.

La política "posverdad" tiene muchos padres. Algunos son nobles. El cuestionamiento de las instituciones y la sabiduría recibida es una virtud democrática. Una escéptica falta de deferencia hacia los líderes es el primer paso hacia las reformas. El colapso del comunismo se aceleró porque las personas valientes estaban preparadas para desafiar la propaganda oficial.

Pero las fuerzas corrosivas también están en juego. Una de ellas es la ira. Muchos votantes se sintieron defraudados y abandonados, mientras que las élites en el poder seguían prosperando. Y desdeñando a los tecnócratas complacientes que decían que el euro podría mejorar sus vidas y que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. La confianza popular en la opinión de los expertos y las instituciones establecidas ha disminuido en las democracias occidentales.

La política de la "posverdad" también ha sido instigada por la evolución de los medios de comunicación. La fragmentación de las nuevas fuentes de noticias ha creado un mundo atomizado en el que rumores, chismes y mentiras se propagan con una velocidad alarmante.

Mentiras que son ampliamente compartidas online en distintos grupos, cuyos miembros confían en sus colegas más de lo que confiarían en cualquier fuente de medios de comunicación, pueden adquirir rápidamente la apariencia de la verdad. Presentadas con pruebas que contradicen una creencia que se mantiene a un alto precio, la gente tiene una tendencia a deshacerse primero de los hechos.

Prácticas periodísticas bien intencionadas también tienen la culpa. La búsqueda de la "imparcialidad" en la presentación de informes a menudo crea un equilibrio falso a expensas de la verdad. Un científico de la NASA dice que el planeta Marte probablemente no está habitado. El "Profesor Snooks" replica y dice que Marte está lleno de extraterrestres. Y todo se convierte en una cuestión de opinión.

Cuando la política es como la lucha libre, la sociedad paga el costo. La insistencia de Trump en que Obama fundo el Estado Islámico impide un serio debate sobre cómo hacer frente a los extremistas violentos. La política es complicada, sin embargo, la política "posverdad" condena la complejidad como los trucos de los ilusionistas engañan a todos. De ahí que las propuestas de Hillary Clinton sobre el permiso parental remunerado no se debaten, y la liberalización del comercio es ahogada por las demandas proteccionistas de "sentido común".

Es tentador pensar que, cuando las políticas que se venden en los folletos poco fiables empiezan a fallar, los electores engañados podrían ver la equivocación de sus elecciones. La peor parte de la política "posverdad", sin embargo, es que esta autocorrección no puede ser invocada. Cuando las mentiras hacen que el sistema político sea disfuncional, sus pobres resultados alimentan la alienación y la falta de confianza en las instituciones que posibilitan el juego de la "posverdad" en primer lugar.

LOS "PRO VERDAD"

Para contrarrestar esto, los principales políticos tienen que encontrar un lenguaje de réplica (que se podría llamar inicialmente "pro verdad"). La humildad y el reconocimiento de la arrogancia del pasado ayudarían. La verdad tiene poderosas fuerzas de su lado. Cualquier político que haga promesas contradictorias a diferentes audiencias pronto quedará en evidencia en Facebook o Youtube. Si un funcionario miente acerca de asistir a un mitin en particular o en buscar una donación de campaña, unos análisis de sus mensajes de correo electrónico podrían revelar la verdad.

También las democracias tienen las instituciones para ayudar. Los sistemas jurídicos independientes tienen mecanismos para establecer la verdad (de hecho, Melania Trump ha recurrido a la ley para pedir la reparación de mentiras sobre su pasado). Asimismo, a su manera, lo hacen los órganos independientes creados para informar sobre políticas, especialmente aquellos que se basan en la ciencia.

Si Trump pierde en noviembre, la "posverdad" parecerá menos amenazante, a pesar de que tuvo tenido demasiado éxito como para simplemente irse. La preocupación más profunda ocurre en los países como Rusia y Turquía, donde los autócratas utilizan las técnicas de "posverdad" para silenciar a los oponentes. A la deriva en un mar de mentiras, la gente de esos países no tendrá nada a qué aferrarse. Para ellos la novedad de la "posverdad" puede llevar de nuevo a la antigua opresión.

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