La negativa de un importante sector del movimiento campesino paraguayo a sumarse a la movilización en contra de las políticas del Gobierno el próximo 20 de setiembre muestra que aún existe cordura en ciertos sectores de la dirigencia gremial. El principal argumento que esgrime la poderosa Federación Nacional Campesina (FNC), la misma que inició en la década del '90 del siglo pasado las marchas que anualmente congregan a miles de labriegos en las calles de Asunción y que que no movilizará a sus adherentes en la próxima convocatoria, se basa en una simple premisa: el asistencialismo al que se ve hoy compelido el Estado no es el camino para lograr una solución duradera, especialmente a un conflicto de larga data.
Y aquí es oportuno remarcar la enorme discrepancia existente entre los distintos líderes campesinos. Mientras unos se muestran abiertos a la negociación, a reivindicar las mínimas conquistas que han logrado con este y otros gobiernos, en tanto insisten en lograr una mayor presencia del Estado en el campo, otros dirigentes del mismo sector, en tanto, simplemente se limitan a obstaculizar.
Esta es la lectura que hacen no solo en el gobierno –con cierta razón–, sino también analistas políticos y, aunque parezca una ironía o una contradicción, la propia dirigencia campesina. Nadie desconoce la enorme influencia que tiene, por ejemplo, José Rodríguez, aquel recordado dirigente "carpero" de notable aptitud mediática durante el gobierno de Fernando Lugo. Un dirigente de reconocida militancia quien, a la hora de ser crítico con sus colegas se muestra razonable y equilibrado en su apreciación sobre el desempeño de los mismos.
Refiriéndose a la movilización que impulsa la Coordinadora Nacional Intersectorial (CNI) y en declaraciones a Radio Nacional de San Pedro 105.9 FM, Rodríguez expresó que sus compañeros dirigentes no buscan "soluciones reales", pues los nuevos planteamientos que presentaron la semana pasada (los 11 puntos) son de "imposible cumplimiento".
Recordó que las autoridades del Ministerio de Agricultura, el Banco Nacional de Fomento y el Crédito Agrícola han cumplido con los compromisos acordados en el acuerdo del pasado mes de abril, y que a pesar de que hubo avances, la cúpula de la coordinadora decidió romper unilateralmente las conversaciones. No tuvo empacho el carpero en acusar a sus colegas de no querer una solución de los problemas y que simplemente "quieren generar una fricción, una suerte de encaprichamiento" con las nuevas demandas presentadas a las autoridades.
Entre los 11 planteamientos presentados la semana pasada, una parte importante de las demandas ya había sido atendida por las autoridades; sin embargo, hay otras que francamente representan un abuso o –como acusó el carpero– un "capricho" de los dirigentes. Entre estas propuestas se hallan llamativos reclamos como la derogación de la ley que crea la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), que bien o mal lleva seguridad a los ciudadanos del norte del país, o la liberación de los condenados del caso Curuguaty, una cuestión que se circunscribe netamente en el ámbito judicial.
La negativa de la dirigencia de la Coordinadora Nacional Intersectorial (CNI) a no continuar el diálogo y endurecer las propuestas no es edificante. Es necesario que retornen las negociaciones, que se sienten labriegos y autoridades a la mesa de negociación para llevar alternativas a miles de pequeños productores que ven cómo se les escapa una brillante oportunidad para aliviar su alicaída economía.
Hoy, de lo menos que se puede prescindir es del diálogo, no hay que desistir en este esfuerzo de hallar las fórmulas que conduzcan a la avenencia. Ni autoridades ni dirigentes de gremios pueden bajar los brazos en la lucha por lograr una solución pacífica al conflicto del campo. Es lo más cuerdo y sensato que pueden ofrecer.