Por Alex Noguera
Editor / Periodista
"El ser humano es el único capaz de hacer las más grandes atrocidades, pero a la vez capaz de los actos más sublimes", reflexionaba uno de los famosos personajes del universal guionista paraguayo Robin Wood.
A propósito de esta frase, dos hechos realmente insólitos fueron publicados por los medios hace unos días, tanto que hasta sería natural dudar de su veracidad. Así que, aferrándonos a la primera parte de la premisa de Wood, no nos queda más que aceptar y sorprendernos con la noticia de que un juez condenó nada menos que a un burro ¡porque transportaba hachís!
El caso inició cuando los gendarmes de Larache (Marruecos) detuvieron a un hombre con el cargamento. Para castigar al empresario de frontera, el magistrado se tomó contra el animal y lo condenó a que sea vendido en una subasta por su mal comportamiento, cosa que no pudo concretarse porque nadie quiso pagar los 14 euros ofertados por el pobre burro. Según el medio Inside the World, no es el primer animal incomprendido en ese país ya que un primo suyo, un asno, semanas antes fue capturado por una grúa municipal "por haber infringido el código de circulación".
A nivel nacional, también los jueces paraguayos toman resoluciones de las que lo menos que se podría decir es que asombran. Recordamos el anecdótico caso del magistrado Miino Lepretti, quien según dicen fue juez de Maciel (Caazapá) por más de 50 años. Y es que ante él se presentaron los furiosos progenitores de una menor que estaba embarazada y que reclamaban saber quién era el padre de la criatura. Pero la tozuda niña reiteraba que el culpable era el folclórico Pombero, para no comprometer a su irresponsable amado. Ante esta situación y luego de agotar todas las instancias y paciencias posibles, el señor juez decidió lo más razonable y ¡dictó orden de captura contra el Pombero, por paternidad irresponsable!
El segundo caso de atrocidad internacional publicada recientemente no es una burrada, sino una perrunada. O humanada. O no sabemos. En todo caso, lo primero que hay que hacer es felicitar al intendente de la pequeña localidad de Cormorant, en Minessota (EEUU), por haber sido electo por tercera vez consecutiva. El hecho de que "Duke", el jefe comunal sea un can, no le quita mérito. A sus 9 años de edad, este perro ya tiene suficiente madurez para conocer perfectamente sus funciones y la experiencia que adquirió siendo prácticamente un cachorro desde que asumió por primera vez en el 2014, siendo reelecto en el 2015 y otra vez ahora. Es evidente que sus decisiones gustan a los 1.039 pobladores de la localidad.
Como agregado serio, una tercera noticia que tiene relación con atrocidades, esta vez históricas, es la que tiene que ver con el reconocimiento de los cuerpos de Rafaela Filipazzi y del doctor Miguel Ángel Soler, ambos "desaparecidos" durante la dictadura stronista.
Gracias a las pruebas de ADN practicadas en los restos hallados en una fosa de la Agrupación Especializada de la Policía Nacional, se puedo confirmar la identidad de los cuerpos. Las muestras habían sido enviadas en agosto al Equipo Argentino de Antropología Forense y aún quedan 20 cuerpos que esperan ser identificados.
Para lograr su cometido, ese equipo científico argentino creó el Banco Genético de Familiares de Personas Detenidas y Desaparecidas entre 1954 y 1989. Para ello recogió muestras sanguíneas de 167 parientes de víctimas.
Tras la gran atrocidad y después de haber perdido casi todas las esperanzas, como si fuera un milagro llega lo sublime: la verdad. Ni el tiempo transcurrido ni las amenazas ni las muertes pudieron ocultar las pruebas por más que estuvieran enterradas.
Sería recomendable aprender de las experiencias, aunque estas sean atroces, y encaminar labores hacia fines más sublimes. Por ejemplo, viendo resultados y copiando la organización de países más adelantados, se podría extender el banco genético a todos los paraguayos, incluso por ley tomar muestras a los bebés cuando nacen.
Tantos crímenes podrían ser resueltos rápida y fácilmente, ya sea en casos de violaciones o hasta en accidentes en los que el cuerpo queda calcinado. Un banco de datos operable de este tipo aceleraría los procesos judiciales y contribuiría a que los jueces no solo administren leyes, sino que impartan justicia.