Por Clari Arias

@clariarias

El pueblo de nuestro país sufrió otro bastardo golpe el pasado sábado 27. Esos que dicen ser hijos de la gente desigualada, y que de manera fanfarrona se autodenominan como el ejército del pueblo paraguayo, acabaron con la vida de ocho humildes soldados de las Fuerzas Armadas. Los del EPP "no son ni ejército ni pueblo", al decir del senador Miguel Abdón Saguier, y por supuesto coincido con él.

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Qué son entonces, se preguntará algún lector, siguiendo la formulación del lúcido parlamentario. Son una caterva de resentidos, que embanderándose de las visibles desigualdades e injusticias que sí las hay en nuestro país, y con un libreto foráneo de siglo pasado con el que reivindican la lucha armada, hacen de las suyas: asesinar, secuestrar, robar y amedrentar.

Nada de lo que hasta ahora han hecho los miserable bandidos del EPP contribuirá a disminuir las inequidades del Paraguay; muy por el contrario, su accionar delincuencial y temerario hace que algunos afiebrados compatriotas vuelvan a reivindicar a la dictadura de Stroessner, como lo hizo el senador Carlos Núñez, que en plena sesión del Senado se lamentó que el tirano no esté con vida, porque solo con él se podía vivir en paz y con tranquilidad.

Así como el comisario retirado Núñez, hay miles de paraguayos que desearían volver a los tiempos de la dictadura, en donde ellos (los estronistas) sí tenían una vida "tranquila", mientras otros eran torturados y desaparecidos por pensar distinto. Esta desvergonzada reivindicación a la atroz dictadura militar es otro regalo del EPP, porque su discurso y accionar violento solo generan odio y el despertar de otros extremistas –como ellos– pero de derecha (iguales en "tilinguería").

El comandante en jefe deberá tomar medidas más drásticas, y algunas de ellas son de orden administrativo y de suma urgencia ante los acontecimientos.

La denominada Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), lejos de dar señales claras contra los bandidos, se atolla aún más en su ineficacia. De hecho, la muerte de los 8 militares, en parte, es el desenlace de los niveles de improvisación de la FTC, porque improvisación es el término más benévolo para mitigar el error de hacer un trabajo de control y patrullaje en una zona peligrosa, en un vehículo que –a simple vista y sin ser experto– solo podría servir para transportar bolsas de azúcar y harina ¿Y los vehículos tácticos blindados? Bien, hace dos días uno de ellos fue tapa humillante de dos matutinos, cuando se "trancó" haciendo una parodia de control en la misma zona de conflicto donde ocurrió la masacre del sábado.

El presidente Cartes, acorralado por todo un país, tuvo que ir a arengar en persona a los miembros de la FTC. Pero eso no basta cuando mueren soldados en acciones improvisadas. El comandante en jefe deberá tomar medidas más drásticas, y algunas de ellas son de orden administrativo y de suma urgencia ante los acontecimientos.

Una de esas decisiones –estoy muy seguro que lo hará– será la de destituir al comandante de las Fuerzas Militares, el general Luis Gonzaga Garcete Espínola, indiciado ahora también de actos de espionaje en contra de la periodista del diario ABC Rosanna Escobar. En una sociedad organizada y que se precie de tal, algún superior jerárquico pagaría con la destitución la serie de errores cometidos para llegar al desenlace sangriento por todos conocido.

La lucha contra los bandidos del EPP no debe ser alimentada con reivindicaciones a gobiernos dictatoriales, y mucho menos responderse con actos bárbaros fuera de la ley, porque eso sería alimentar el "mito". La respuesta tiene que ser contundente, sí, sin duda alguna, pero siempre con la Constitución en una mano. Y en la otra, el fusil, listo para dar respuesta a cada balazo que propongan estos trasnochados insurgentes. Porque el que a hierro mata, a hierro muere.

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