Por Pablo Noé

Director periodístico La Nación TV

pnoe@lanacion.com.py

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

La cuestión radica en el enfoque preciso para comenzar a escribir las opciones consensuadas y hallar un salida satisfactoria. Ahí ya comenzamos perdiendo la batalla como sociedad frente al EPP. Este grupo marginal, bien o mal, siempre plantea reivindicaciones que pueden ser discutibles, como la defensa de la naturaleza, la postura firme contra la agricultura mecanizada, el rechazo a los agrotóxicos y transgénicos, típicas de un discurso de izquierda.

Se pueden debatir sus planteamientos, pero lo indiscutible es que tiene una raíz social real, que se refleja en la situación de pobreza que atraviesan miles de compatriotas en el campo, en gran parte, producto de este sistema de producción económica, que finaliza en la exportación, sin que exista un proceso de industrialización. Lo que es innegociable e intolerable –personalmente y para un alto porcentaje de la población– es la manera en la que buscan llegar al poder real, que son las armas. Una estrategia trasnochada que solo genera luto y dolor en familias inocentes, del pueblo a quien dicen representar.

En frente, autoridades del Gobierno –en sus diferentes poderes–, representantes políticos de todos los partidos y una gran parte de la población se desgañita en responsabilizar al otro del sanguinario avance de las acciones de estos criminales. La pelea, como no puede ser de otra manera, apunta a destruir al rival de turno, mostrando parte de su pasado, los vínculos que pudieran tener con estos criminales, o la inacción y negligencia en la lucha contra los insurgentes lo que nos derivó a este escenario de tanto dolor.

Las acciones más ágiles de la élite partidaria se reducen a la emisión de comunicados, el pedido de cambios, la amenaza de juicio político, el respaldo o el cuestionamiento de una autoridad, jugando a cambiar seis por media docena, sin apuntar a establecer políticas públicas reales que ataquen el tema en sus múltiples raíces, no solo reduciendo la propuesta a una lucha militar, sino a una estrategia completa.

Tampoco se ve un involucramiento integral, todo se reduce a aprobar presupuestos como una manera de desligarse del problema, sin mostrar un compromiso real en cada emprendimiento, como si fuera que el tema se delimita a períodos electorales y la responsabilidad solamente es de la autoridad de turno. En síntesis, la contrapropuesta es una serie de intenciones desordenadas y sin norte que se agotan en los intereses particulares de cada sector.

En redes sociales, medios de comunicación y las calles del país, empujados por esta cuasi obligación de opinar aunque uno no sepa del tema, las especulaciones se adhieren a las afirmaciones de uno u otro sector. Los improvisados opinadores, devenidos a expertos, comienzan a plantear soluciones mágicas, que van desde el uso de armas de alto poder, con tecnología de punta, pasando por eliminar las Fuerzas de Tarea Conjunta o fortalecer a las mismas fuerzas, sin que se plantee una línea de razonamiento seria que sostenga de manera racional qué es lo que exactamente se estaría consiguiendo con tal o cual aseveración.

Enfatizando el punto para no perdernos en la anécdota, constantemente intentamos pescar en río revuelto buscando sacar una ventaja coyuntural, cuando verdaderamente deberíamos hacer un profundo análisis del enemigo que tenemos en frente. Mirar lo que pretendemos hacer para ganar este enfrentamiento, la manera en la que se debe combatirlo, las posibilidades de éxito, pensando en cada salida planteada. Es decir, comenzar a trabajar, entre todos para lo importante, revertir esta realidad, ya que el avance del EPP, sumado a la paz en Colombia, y con una llama que sigue latente en muchas personas, puede ser el inicio de una combustión imposible de detener.

Como si faltaran ejemplos de una sociedad como la nuestra que vivió siempre en la improvisación, tampoco sorprende que los oportunistas intenten reflotar la figura del dictador sanguinario Alfredo Stroessner como el símbolo de seguridad, cuando en su régimen la muerte, el secuestro y la desaparición eran política de Estado.

Un resultado lógico de un país que no construye estrategias pensando en el presente y el futuro, y mucho menos se preocupa de pensar en el pasado reciente como base para proyectarse en el tiempo. El EPP por eso nos gana de mano, hasta que comencemos a tomar la situación con la seriedad que requiere, poniéndonos a la altura de las circunstancias. Tanto dolor no puede ser en vano, tanta sangre caída debe ser honrada.

Dejanos tu comentario