Por Alex Noguera
Editor / Periodista
Cuando pasé al lado de los invitados escuché que hablaban de bufón y pensé que se referían al arquero de la selección italiana, Gianluigi Buffon. Me equivoqué. Un hombre había preguntado a los demás si sabían qué era un bufón. Como nadie quería quedar en ridículo, esperaron a que el elegantemente trajeado comensal respondiera con un típico tono de extranjero a su propia pregunta. Fue el inicio de un monólogo de lo más extraño.
Según explicó, bufón se denominaba a las personas que tenían el talento de hacer reír. Históricamente eran enanos o deformes a los que se les permitía decir lo que nadie se atrevía, incluso burlarse de los poderosos, hasta del mismo rey, pues de esa manera les recordaba a los encumbrados que también eran mortales y no dioses, lo que frecuentemente sucedía en el régimen monárquico.
Luego recordó a los presentes que en la antigüedad los reinos estaban divididos en varios condados en los que los "señores" debían fidelidad al rey. Cada noble era una especie de subrrey que tenía vasallos, castillo, su propia corte y que en caso de peligro debía prestar su ayuda al reino. Vaso en mano, la exposición sufrió una mutación para convertirse en una tesis científica-filosófica en la que el estado feudal se repetía en la actualidad sin que nadie se percatase, ya que "la historia es cíclica", enunció.
"En mi país hoy día tenemos varios condados dentro del reino -dijo- y cada noble hace lo que quiere. La cara de incredulidad del improvisado auditorio le hizo entender que el nivel de su intelectualidad debía descender y cambió de estrategia.
El Parlamento, por ejemplo, es un condado que está regido por los cortesanos llamados funcionarios, quienes tienen sueldos altísimos y apenas trabajan. Inventan sofisticados cargos para elevar su estatus, pero su verdadero trabajo consiste en hacerles creer a los "nobles" parlamentarios que son dioses. Así viven en las alturas, lejos de la realidad, incumpliendo con la lealtad que deben a los que los eligieron y avergonzando su condición", opinó.
Recordé los escándalos en los diarios en los que publicaban a ciertos "representantes" que abusaban de su fuero para evadir la justicia, otros que con un peluche faltaban el respeto a sus pares en plena interpelación, otros que dormían, otros que se metían la mano dentro de los pantalones y hasta uno con tarjeta roja, gorro y vuvuzela. Me pregunté de qué país sería el expositor y agucé el oído.
"... su verdadero trabajo consiste en hacerles creer a los "nobles" parlamentarios que son dioses. Así viven en las alturas, lejos de la realidad..."
Continuó: "En el reino de donde vengo, es decir en mi país, la justicia tiene no un castillo sino un palacio y la corte se llama suprema porque se cree lo máximo. Sin embargo, el índice de morosidad judicial es algo del cual no pueden jactarse, sino más bien apenarse. Ese condado es autárquico y maneja discrecionalmente sus recursos sin rendir cuenta a nadie. Funcionarios y abogados son expertos en el arte del engaño".
Uno de los presentes murmuró: "Como aquí, donde antes de fin de año ya comienza el tradicional paro de funcionarios que piden aumento de sueldo para que esa huelga empalme con la feria judicial y las vacaciones duren varios meses". Me pregunté de dónde sería este nuevo "opinólogo" que había alzado su voz.
"Así es queridos amigos -retomó el orador principal-. En el reino de donde vengo hay muchos condados mimetizados que persisten sin llamar la atención, a la sombra. Uno muy poderoso es el de la Policía", anunció, y creí que había delatado su nacionalidad norteamericana cuando narró que allá el rango de brutalidad policiaca llegaba a la muerte de civiles.
Imaginé los hombres de color asesinados y las manifestaciones pro y antirracistas. Pero no, el hombre no era del norte porque enunció la complicidad en el tráfico de estupefacientes, así como el cobro de guardias privadas que realizaban en horario de trabajo, desatendiendo la seguridad de interés público.
El extranjero redondeó su hipótesis reiterando la existencia de más roscas invisibles de poder y desafió a la tribuna para que develara más de este tipo de nobles. Algunos tímidamente preguntaron: "¿La Justicia Electoral?", "¿Los partidos políticos?", "¿Los sojeros?", "¿Los árbitros?", "Los narcos?".
La respuesta fue: "Cada condado tiene sus vasallos, sus nobles y sus mendigos, tiene sus cortes y cortesanas, tiene sus cotos de caza y sus privilegios, así como gusanos en la tierra y arcoíris en el cielo. Pero lo que nunca debe faltar es el bufón, ese ser contrahecho que teje risa y burla para crear ñandutíes de conciencia. Un condado sin su bufón hace que el señor se crea dios y los cortesanos funjan de señores".