Por Clari Arias

@clariarias

El suceso que cambiará para siempre la vida de Richard Pereira ocurrió en el fin de semana extendido por el feriado del 15 de agosto: un suboficial de la Policía Nacional identificado como Jhonie Orihuela lo hirió de gravedad con un balazo en la nuca. Richard, padre de una niña y con una rebosante juventud de 25 años, recibió la condena perpetua de no caminar nunca más por sus propios medios, como consecuencia de aquel balazo innecesario.

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Los casos de abusos policiales no son nuevos en Paraguay ni en cualquier parte del mundo. Antes, la Policía de Stroessner robaba, perseguía, torturaba y mataba para mantener la "consigna" del tirano, "Paz y Progreso". Esa nefasta policía delatora fue desmantelada casi por completo; tanto, que algunos de sus comisarios terminaron en las cárceles, condenados por delitos de lesa humanidad. Pero la transición democrática engendraría a un cuerpo policial mucho peor que el de los tiempos del dictador, naciendo así la Policía Nacional corrupta y delincuencial que tenemos hoy día.

Luego de la tremenda pérdida de poder tras el golpe del 89, la Policía tuvo que reinventarse dentro de la sociedad, pero para mal. Mi teoría es que salieron a las calles en busca del envilecedor billete, creando barreras al estilo retenes militares, nunca para combatir el crimen, sino sencillamente para recaudar. Así surgieron las famosas barreras policiales, luego emuladas por otros organismos de seguridad a lo largo y ancho del país y hasta en el camino vecinal más extraviado. Allí tenemos a los de la Caminera, a los zorros municipales, a los de Dinatrán, a los de Detave (Aduanas) y cuanto organismo público tenga alguna ley en el bolsillo que los habilite a recaudar para ellos mismos, y por supuesto, para la famosa "corona".

Críspulo Sotelo, actual comandante, no ayuda al Presidente en su lucha por erradicar –en parte por lo menos– a la corrupción de las oficinas públicas, ensimismándose en el cargo, sin poder dar con los colaboradores correctos que intenten limpiar a un cuadro policial altamente corrupto.

La Policía ha empeorado en los últimos tiempos y más aun en este gobierno. El presidente Cartes, que realmente ha asestado un duro golpe a la clase política saqueadora de las arcas públicas (principalmente de su partido, aunque sin excluir a su símil, el PLRA), no ha tenido suerte con la Policía. Críspulo Sotelo, actual comandante, no ayuda al Presidente en su lucha por erradicar –en parte por lo menos– a la corrupción de las oficinas públicas, ensimismándose en el cargo, sin poder dar con los colaboradores correctos que intenten limpiar a un cuadro policial altamente corrupto. Lo más probable es que la jefatura de Sotelo salga indemne del horrendo caso de gatillo fácil contra Richard Pereira.

Fui víctima de 3 robos domiciliarios en la jurisdicción de la Comisaría 4ª. En ninguna de esas tres veces los uniformados de esa sede policial pudieron dar ni siquiera con sospechosos. Estas tristes experiencias personales me sirvieron para confirmar que los barrios menos pudientes de Asunción (y ni hablar del Área Metropolitana) son zonas liberadas con el guiño cómplice de cada comisaria zonal, y que las famosas denuncias que uno hace cuando es víctima de un asalto, solo rellenan los famosos libros negros de los policías, y que ni siquiera hacen la pantomima de la búsqueda de los posibles malhechores.

El mismísimo jefe de la Comisaría 4ª, comisario Jorge Ignacio Zárate, participó de los sucesos del sábado, cuando un subordinado le asestó un balazo en la nuca a Richard Pereira. ¿Qué hacía un jefe de comisaría a las cuatro de la madrugada de un día sábado sobre la avenida Quinta? ¿Era tan dedicado a su trabajo, o estaba en busca de la "recaudación" del fin de semana? ¿Por qué tuvieron que perseguir por largos dos kilómetros a un auto cuyas características no coincidían con ningún vehículo denunciado como robado? ¿Se ensañaron con Richard Pereira porque éste, 10 días antes, se negó a "colaborar" con 300 mil guaraníes con estos mismos policías? Pueden surgir muchas otras preguntas, pero el desenlace siempre será el mismo: le metieron plomo a un inocente.

Cuando en poco más de una semana los policías de su barrio o ciudad hagan la conmemoración del día de su matrona Santa Rosa de Lima, recuerde que esos uniformados pueden convertirse en sus verdugos en un abrir y cerrar de ojos. Si no me cree, vaya hasta Barrio Obrero y pregunte por un tal Richard Pereira. Una gentil vecina le indicará cuál es la casa del muchacho en silla de ruedas.

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