Una noche calurosa de 1999 en La Cartuja, Sevilla, el estadounidense Michael Johnson imponía su récord del mundo en los 400 metros con 43,18 segundos, que permaneció hasta estos Juegos Olímpicos Río 2016, donde una fulminante aparición del sudafricano de 24 años, Wayde van Niekerk, destrozó dicha marca para bajar el nuevo récord mundial en 43.03 segundos.

En la final de Río en la que dejó a Johnson en el recuerdo, Van Niekerk instalado en el carril 8 solo tenía ante sí, el vacío absoluto y fue por él. Sin dudarlo, sin tambalearse.

Acelerando incluso en los últimos 100 metros, mientras sus dos rivales de siempre, el estadounidense Lashawn Merrit en la cinco, y Kirani James de Granada, en la seis, se enzarzaban en una batalla de egos para en la recta rendirse estupefactos ante el sudafricano, que corría, que se alejaba un metro, otro metro, sin descomponerse y sin dejar de avanzar acelerando hasta gastar su última gota de energía.

James, campeón olímpico en Londres 2012, terminó segundo con 43,76, que habrían sido espléndidos si no le hubieran dejado a más de siete décimas, más de seis metros del ganador, un hueco espectacular; un metro más allá, Merrit fue tercero con 43,85.

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En declaraciones a la BBC, Michael Johnson no salía de su asombro ante la hazaña del sudafricano: "Es algo que pensé no llegaría a ver, esto fue una masacre de Wayde van Niekerk, simplemente borró a sus rivales. Usain Bolt se retirará pronto, pero él podría ser la nueva estrella del deporte", manifestó el legendario atleta estadounidense.

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