Por Matías Ordeix

Socio del Club de Ejecutivos

Hace unas semanas leía una publicación que hacía referencia a la dura realidad de la mayoría de nuestro pueblo. Una realidad familiar sacrificada, con graves problemas económicos, falta de educación y preparación, e incluso violencia familiar. Lastimosamente esta es una película-documental de nuestra sociedad, de la gran mayoría de los paraguayos y paraguayas.

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Si bien un informe de PNUD hace poco mejoraba la ecuación entre clases sociales, con un crecimiento muy importante de la clase media en Paraguay, igualmente no son para nada suficientes los avances todavía.

Muchas veces estos números solo obedecen a análisis estadísticos-económicos que poco contemplan los índices sociales imprescindibles. Nuestro país sigue siendo predominantemente de pobres, y no solo económicamente hablando. Es una tarea de todos, por imperativos éticos y de justicia, intentar mejorar la condición de vida de muchos compatriotas.

La sociedad de consumo, en su modo más agresivo, ha endeudado a mucha gente. Muchos paraguayos viven lastimosamente en una realidad virtual, donde quieren tener todo, pero no pueden pagarlo. O lo que es peor, lo tienen parcialmente y no saben cómo pagarlo posteriormente.

El crecimiento de la sociedad pasa principalmente, sin duda alguna, por la parte económica, mediante la creación de nuevas fuentes de trabajo y generación de más riqueza. Pero no debemos olvidar, que además de crecer en números, el paraguayo precisa crecer en calidad de vida. El crecimiento económico del país debe verse indiscutiblemente reflejado en calidad educacional (que no se ve para nada), calidad sanitaria, seguridad, entre otros.

A quienes les va un poco mejor, quienes han crecido y ya superaron el nivel de clase media, debe también no olvidarse de sus orígenes. El prójimo que ha quedado en carrera precisa una ayuda para seguir adelante.

No con asistencialismo, o dádivas, sino con oportunidades y educación. El desprotegido, el estrato que está abajo en la pirámide, debe ver cooperación de sus vecinos del piso de arriba. Si no lo ve, la lucha de clases y la envidia carcomerán el crecimiento y podrán generar incluso una potencial desestabilización.

El que tiene más no tiene que pagar más necesariamente, aunque debería. Pero sí es el que tiene que ayudar más, enseñar más y generar nuevas oportunidades para la sociedad que está remando aguas arriba. El capitalismo o libre mercado debe ser sustituido por un capitalismo social. Sin romper la estructura económica actual, aumentar el compromiso social.

Las empresas y sus empresarios deberán ocuparse también de la sociedad. Ya no es exclusiva tarea estatal, la sustentabilidad es regla imprescindible ya, en las mejores empresas.

Los lentes de realidad virtual deben ser retirados en los estratos más vulnerables, que no ven que si no se preocupan en producir más, transpirar y generar, no pueden vivir en un mundo paralelo o virtual.

También los que tienen los lentes al revés, y no pueden ver que la realidad es dura para muchos en el país, y que mi buena situación debe ser acompañada de acciones para ayudar a los otros a flotar y nadar.

La miopía de ambos sectores hace un punto convergente que debe superarse. Los primeros que no empujan con toda la fuerza el carro porque no ven el horizonte. Y los otros que se olvidan que ayudando a retirar los palos en el camino la carreta irá cada vez más rápida. Empujemos juntos hacia una sociedad más justa y económicamente sustentable.

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