Stew Friedman

Cuando la gente habla de conflicto entre el trabajo y la familia, la imagen mental que podríamos tener a menudo es la de una mamá o papá acosado tratando de llegar a la guardería a tiempo, o una pareja de profesionales discutiendo sobre la agenda de quién debe tener prioridad.

Pero en mi papel como consultor y profesor, a menudo escucho acerca de otro tipo de conflicto trabajo-familiar: la tensión entre las necesidades de los padres o sus expectativas y los valores de los chicos o sus planes. Últimamente he estado escuchando a los profesionales de negocios en varias etapas de la vida, desde estudiantes universitarios a los ejecutivos a mitad de carrera, hablando más de sus madres y padres que con sus cónyuges e hijos como fuentes de conflictos de carrera.

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Aunque el enfoque particular de los desacuerdos entre padres e hijos se desplaza a medida que se envejece, estos enfrentamientos siguen siendo las principales fuentes de preocupación y conflicto trabajo-familiar. Tal vez le gustaría cambiar de carrera o mudarse a una nueva ciudad para seguir su sueño, pero se preocupa por si decepciona o abandona a sus padres. Si nada de esto suena familiar, sugiero intentar un ejercicio que hemos hecho con miles de personas.

El núcleo de la actividad tiene una serie de lo que llamamos "diálogos entre los accionistas". Estas son conversaciones con las personas más importantes en su vida sobre las expectativas mutuas. El objetivo es aclarar y conocer piensan realmente los "accionistas", no lo que usted piensa que ellos piensan. Antes de iniciar estos diálogos, los participantes primero escriben acerca de quién es importante, por qué es importante, cuáles son esas expectativas mutuas y cómo se ven y se sienten.

Para muchos, estos diálogos con los "accionistas" producen tanto una comprensión más rica de la confianza mutua, como el descubrimiento de soluciones creativas que finalmente resultan en la reducción de las tensiones.

Con mayor frecuencia, después de estas francas conversaciones, las personas se dan cuenta de cuan inexactas estaban sobre lo qué pensaban o qué esperaban los demás, incluidos sus padres, acerca de ellos. Por lo general, hay más apoyo y aceptación de lo que se esperaba.

Por ejemplo, un participante se sentía culpable porque no estaba con suficiente frecuencia en contacto con su madre y este sentimiento, a veces, se entrometía en su capacidad de concentrarse en el trabajo. En conversación con ella, descubrió que lo que realmente le importaba no era que hablaran más a menudo, pero, más bien, que valoraba su opinión acerca de sus opciones de vida. Como resultado, ambos se sintieron mejor sobre su relación y él anda menos distraído en la oficina.

Incluso si las rutinas y acciones específicas no cambian, una mayor comprensión mutua puede tener un impacto concreto.

Ponerse de acuerdo con lo que decida aceptar y con lo que va tratar de cambiar en su relación con sus padres –ya sea sobre a quién ama, donde vive o cuya aprobación realmente le importa a usted– puede crear nuevos caminos hacia adelante no solo en su vida familiar, sino también en su trabajo. No importa la edad que tenga, nunca es demasiado tarde para explorar las medidas realistas que puede tomar para llevar la vida que desea.

(Stewart D. Friedman es profesor de Gestión en Wharton School).

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