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Solo los turistas pagan en efectivo, dijo una joven barista en Espresso House, una cadena sueca de café, en Vasagatan, Estocolmo.
"No entienden que no usamos más eso", añadió, haciendo un gesto hacia el POS.
Las tarjetas con que se manejan los residentes son mucho más rápidas, agregó, y ella con frecuencia se queda sin cambio cuando los extranjeros traen billetes de alta denominación, recién sacados del cajero automático.
Los suecos raramente manejan efectivo: el volumen de pagos con tarjeta se ha multiplicado por diez desde el 2.000 y solo uno de cada cinco pagos –entre 5% y 7% si se mide por el valor en metálico– se hace en efectivo en la actualidad. En gran parte del norte de Europa la situación es similar, con señales de "No Cash" multiplicándose en las vidrieras.
Al viajar al sur o al este, sin embargo, surge una imagen diferente. En Italia, el 83% de los pagos se hacen todavía en efectivo. Mientras que los noruegos hicieron 456 transacciones electrónicas por persona el año pasado, los italianos solo hicieron 67 y los rumanos 17, según el Boston Consulting Group. Lo más sorprendente es la reticencia de Alemania a prescindir del "dinero real": Más de tres cuartas partes de los pagos alemanes todavía se realizan en efectivo y los carteles "Solo en efectivo" no son raros.
A medida que los países se hacen más ricos, tienden a alejarse del dinero en efectivo por razones de seguridad, conveniencia y costos. Los consumidores pueden pensar que el dinero es gratis, pero para los bancos y los minoristas no lo es: Tiene que ser contado, empaquetado, transportado, limpiado, reemplazado cuando viejo y hasta verificado si no es falso, además de almacenado y custodiado. Alrededor del 0,5% al 1% del PIB anual se gasta en el manejo de dinero en efectivo.
Es más, en un nuevo libro, "La maldición del efectivo" (Princeton University Press, 2016), el economista Kenneth Rogoff argumenta que, en el mundo rico, el dinero en efectivo ayuda a la evasión fiscal y a realizar otras actividades ilegales y que la política monetaria sería más eficaz sin dinero en efectivo en el mundo. No obstante, algunos europeos son mucho más reacios a abandonar el papel y las monedas que otros.
En Benelux (unión aduanera y económica de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) y escandinavos, los bancos fueron de los primeros promotores de los pagos electrónicos e hicieron que fuese más fácil y más barato para los clientes que utilizan tarjetas. En las poco densamente pobladas Suecia y Noruega, el mantenimiento de una gran red de sucursales y cajeros automáticos es costoso. Swedbank, el mayor banco minorista de Suecia, tiene sólo ocho sucursales que manejan efectivo.
Los bancos también ayudaron a desarrollar tecnologías móviles de pago, como Mobilepay en Dinamarca, una aplicación que ahora se utiliza en nueve de cada 10 teléfonos inteligentes daneses.
En Alemania y gran parte del sur y el este, sin embargo, los bancos han sido menos proactivos. Los bancos alemanes han sido mucho más lentos para promover los pagos electrónicos y con tarjeta. En Italia, relativamente pocas personas tienen tarjetas bancarias y los que sí las utilizan, lo hacen con poca frecuencia: 25 transacciones por tarjeta de débito por año, en comparación con 114 en Francia.
Esto es en parte porque a los comerciantes italianos no les gustan las tarjetas, ya que los bancos han tendido a cobrar altas tarifas. Para limar las diferencias entre los países, en diciembre del 2015, la Comisión Europea puso tope a las tasas de intercambio en 0,2% por transacción de tarjeta de débito y el 0,3% para las tarjetas de crédito.
Las autoridades escandinavas han ayudado a facilitar el uso de la tarjeta. En Suecia, la instalación en las cajas registradoras de "cajas negras" que envían los datos de ventas directamente a la agencia tributaria para luchar contra la evasión del IVA ha ayudado a hacer menos atractivo al dinero en efectivo. En Dinamarca, el pago de beneficios en tarjetas de débito ayudó a la transición.
Dimitri Roes, propietario del Vlaams Broodhuys, una cadena holandesa de panaderías, dijo que la decisión de descartar el efectivo fue motivada por la seguridad.
"Las panaderías son objetivos fáciles para los robos", dijo. "Por unos pocos cientos de euros tienes un cuchillo en ti".
A los clientes tampoco les gusta que el personal esté tocando sus croissants después de manipular dinero, añadió. Algunos clientes llegaron a arrojar con rabia sus monedas sobre el mostrador cuando los panaderos dejaron de aceptarlos, pero a más del 90% no le importó.
La cultura juega un papel también. Digitalmente sofisticados, los escandinavos pueden cómodamente comprar comida mediante sus teléfonos inteligentes, pero una aversión profundamente arraigada a ser rastreado, una cicatriz dejada por la Stasi, está por detrás de la desconfianza alemana. Una encuesta reciente de Price Waterhouse Coopers reveló que dos de cada cinco alemanes no utilizan los pagos móviles debido a preocupaciones por la seguridad de datos, una preocupación para casi nueve de cada 10 alemanes. Cuando el Ministerio de Finanzas alemán propuso recientemente limitar los pagos en efectivo en US$ 5.500, como en algunos otros países, Bild, un diario, organizó una protesta de lectores.
Los italianos estuvieron igualmente enfurecidos cuando un límite de US$ 1.100 en pagos en efectivo se introdujo en el 2011. El año pasado, el primer ministro Matteo Renzi lo dejó en US$ 3.300. Rogoff cree que la débil gobernanza en países como Grecia e Italia es en gran parte culpable de las altas tasas de evasión de impuestos y otros delitos, y las consiguientes considerables retenciones de dinero en efectivo. Las prácticas como el pago de una parte de los salarios en sobres cerrados están profundamente arraigadas.
A pesar de este progreso lento, Andreas Pratz de A.T. Kearney, una consultora, cree que, una vez que un país alcanza las 100 transacciones de tarjetas por punto de venta por persona por año, las personas se dan cuenta de que pueden sobrevivir sin dinero en efectivo. A medida que la proporción de las transacciones realizadas en efectivo se reducen, sus costos totales aumentan. Panteia, una firma de investigación, estima que en los Países Bajos el costo medio por pago en efectivo creció de US$ 0,24 a US$ 0,27 entre el 2009 y el 2014, mientras que el costo por pago con tarjeta se redujo de US$ 0,23 a US$ 0,21.
Por supuesto, hay desventajas para alejarse del dinero en efectivo. La instalación de POS puede ser costosa. Los pobres, muchos de los cuales carecen de cuentas bancarias, deben ser incluidos. Las preocupaciones por la pérdida del anonimato son legítimas y siempre ha sido evidente el problema con la falta de dinero en efectivo en caso de que los sistemas tengan alguna falla.
Pero, las ventajas del comercio sin dinero en efectivo se hacen cada vez más evidentes. De vuelta en Estocolmo, en el hotel Radisson Waterfront, dos jubilados estadounidenses discutían sobre quién conseguiría "moneda local" para pagar un taxi.
Si supieran que hay taxistas que prefieren las tarjetas y que en Estocolmo solo el 7% de los pagos de taxi se realizan en efectivo.