Por Christian Pérez

La gente cumplió, pero el equipo quedó en deuda. Más de siete mil personas, algo casi nunca visto en el Luis Alfonso Giagni, fueron testigos de la primera e histórica participación de Sol de América en la Copa Sudamericana. La falta de oficio le jugó en contra al Danzarín y regaló un amargo empate de 1-1 ante un discreto, pero mucho más vivo Jorge Wilstermann.

En las copas internacionales se usan todos los recursos, dentro y fuera de la cancha, pero Sol está lejos de aprender esas reglas y además del fútbol demostrado en el torneo local, también le faltó picardía y más carácter.

Si bien en el global, el cuadro paraguayo fue muy superior en cuanto a ocasiones de gol, le faltó consistencia y mayor serenidad en el mediocampo. Pero este defecto tiene una explicación; el equipo de Sanguinetti se acostumbró a jugar con Cristian Sosa, ayer suspendido y su ausencia fue un sufrimiento para el equipo.

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Blas Díaz intentó suplirlo, fue el que más retrocedió para buscar armar las jugadas, pero este posee virtudes distintos a la del capitán.

Con un 4-3-3 claro al inicio, el equipo local atropelló al cuadro boliviano, pero sin claridad; todo era empuje y mucho choque. Así, enredando y todo Sol insinuó ser peligroso.

Wilstermann creó tan poco, que el gol tuvo que venir de un regalo solense. Al inicio de la complementaria, Velázquez y Silva, en un desentendimiento, se quedaron quietos para que el corpulento Gilbert Álvarez castigue al pueblo azul.

Con empuje, corazón y desesperación, Sol pudo llegar al empate a falta de diez minutos. El chileno Díaz se cargó al equipo, dejó a tres bolivianos atrás, dio un pase exacto, para que Duré haga la cortina y el "Super Pinti" destrozó la resistencia de Olivares, quien fue gran responsable del empate, tapando pelotas increíbles en las desesperadas llegadas del cuadro danzarín.

El 1-1 complica al equipo paraguayo, que deberá ir obligado a convertir el miércoles en la altura de Cochabamba.

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