Además de los beneficios evidentes que tienen para la sociedad, las obras de infraestructura actualmente en curso –rutas, viaductos, viviendas sociales, etcétera– y las que se hallan en etapa de proyecto tiene un impacto extremadamente saludable y no siempre debidamente destacado: la generación masiva de puestos de trabajo.

En efecto, las grandes construcciones no solo inyectan capital fresco a la economía, sino que también generan una considerable cantidad de empleos para los más diversos niveles de formación técnica o profesional. Verdaderos ejércitos de albañiles y aprendices, electricistas y plomeros, ingenieros y técnicos se despliegan en las zonas de obras, lo que representa un impulso al trabajo formal y un estímulo al mercado y al consumo.

La construcción –es una característica que comparte con la industria– es un sector que puede emplear a gran cantidad de personas, ya sea mano de obra calificada o jornaleros. El asunto central de la economía paraguaya es la generación de empleo.

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Con un sustancial incremento en la cantidad de mano de obra ocupada se logran beneficios globales que van desde la dinamización del mercado interno y la elevación del consumo hasta la formalización de la economía. Es fácil deducir entonces que el estímulo a la construcción –en el caso del Estado, a través de las obras públicas– representa beneficios para el conjunto de la economía.

La masiva creación de puestos de trabajo –mediante la inversión en infraestructura y la atracción de capitales– y una apuesta firme y decidida por la educación de calidad son los dos pilares indispensables para la superación de la pobreza y el atraso en Paraguay.

De muy poco sirven a la larga los programas sociales basados en el asistencialismo o en la transferencia directa de recursos.

A lo sumo lo que se logra es la formación de una amplia capa social pasible de ser tratada como botín o clientela electoral por los gobernantes de turno. En el combate a la pobreza nada sustituye al trabajo genuino y formalizado. Y es urgente adoptar medidas a este respecto.

Es preciso señalar un aspecto importante. Los trabajos generados en las obras de infraestructura o en los programas sociales antes mencionados no son solo para hombres –como ocurría tradicionalmente en el sector de la construcción–, sino que un número creciente de mujeres también se incorpora en este campo. En el barrio San Francisco, por ejemplo, se anuncia la contratación de un total de 100 mujeres para realizar los trabajos de terminación, electricidad y plomería.

La superación de los problemas paraguayos –el principal de los cuales, como se dijo, es la pobreza– no provendrá jamás de otra fuente que de los mismos paraguayos, de su inteligencia, de su voluntad y trabajo.

Soluciones concretas y rápidas a las necesidades sociales más urgentes, medidas enérgicas que apunten a la generación de riqueza y empleo, ese es el reto que deberán afrontar los gobernantes.

En este sentido, además de las grandes obras de infraestructura y de la radicación de nuevos capitales, existe otra política en la que es necesaria la acción combinada de los sectores público y privado: un fuerte estímulo al emprendedurismo.

Es crucial allanar el camino a los micro, pequeños y medianos empresarios, derribando las barreras burocráticas y propiciando facilidades fiscales para la apertura, habilitación y funcionamiento de sus empresas.

Hoy en día, este sector es el mayor generador de fuentes de trabajo en el Paraguay y precisa de líneas de crédito accesibles, asesoramiento legal, técnico y comercial y programas de capacitación.

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