Por Laura Morel

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De Tavapy a Asunción. De Asunción a Rotterdam. De Rotterdam a Río de Janeiro. Esos son los tramos a mencionar si se tuviera que sintetizar el largo camino que recorrió Derlys Ayala para alcanzar el sueño olímpico.

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El fondista paraguayo que comenzó a correr casi por obligación cuando tenía 12 años, hoy representa a Paraguay en el evento deportivo más importante del planeta y en su denominada "prueba reina": la maratón.

Aún recuerda lo emocionante que fue cruzar la meta en el tiempo requerido para clasificar, asegurando que "Rotterdam fue duro, duro en todo sentido", porque "primero, era no defraudar a tanta gente que confió en mí y estaba alentándome para que lograra la marca", razón suficiente para que corriera "los dos últimos kilómetros con el corazón, porque las piernas ya no respondían al cien por ciento".

"Al cruzar la meta, lo primero que pensé fue que estaba escribiendo mi nombre en unos Juegos Olímpicos. Hay tantas cosas que uno puede decir de ese momento que lo resumo en un 'Fue el mejor momento de mi vida'. No sabía si llorar o cómo festejar", confiesa.

Maratón de Rotterdam, donde tocó el cielo con las manos.

Es que solo un año antes Derlys había decidido de dejar las carreras de media distancia para dedicarse de lleno a la maratón. "Decidí dar ese salto una mañana con Myrta (Doldán, presidenta de la Federación Paraguaya de Atletismo), quien me propuso correr en Valencia el año pasado", comenta, destacando lo sacrificado del cambio porque "es difícil la preparación y todo lo que conlleva correr una maratón".

Pero los cambios siempre fueron una constante en la vida de Derlys. De chico corría para ir a la despensa, "casi siempre obligado", pues no le gustaba "ir tan lejos", por lo que "siempre iba enojado" y lo más rápido posible, para no demorarse en volver.

También lo hacía, y así empezó a escribir su historia, con la promesa hecha por su tío Gustavo Amarilla, "un ángel más en el cielo", de que podría visitar a su abuelo Leandro Ayala si ganaba las carreras en las que lo inscribía.

"La casa de mi abuelo para mí tenía algo muy especial, porque crecí en ese lugar, era mi primer hogar e ir ahí era lo mejor", recuerda, comentando que después del estreno en la corrida de San Blas su tío, a quien hoy recuerda como "un ángel más en el cielo", cumplió con la promesa. Claro, porque ya estaba pensando en anotarlo luego en la corrida de la Expo Canindeyu.

Por cada paraguayo

Ya de grande, correr 42.195 metros se convirtió en su mejor rutina. Y sí, aunque aquí también corre lo más rápido que pueda, lo hace para ganar, para celebrar y para retribuir el apoyo de sus compatriotas. "En eso uno debe pensar y luchar hasta el final", sostiene, quien paso a paso va cumpliendo sueños.

El haber terminado entre los veinte mejores en la maratón de Rotterdam, le dio también la clasificación al Mundial de Atletismo del próximo año. "Fue cumplir dos sueños en uno", afirma, recordado que en su currículum figura el haber disputado un Mundial menor y un juvenil.

En Río, "el objetivo es dejar una buena imagen", así como un valioso legado para el atletismo paraguayo. "Que Carmen y yo hayamos clasificado es importante para las generaciones que vienen, porque deben soñar en estar en unos JJOO y representar al país. ¡Mejor con marca mínima!". Por ello pide apoyo, avisando que dejará "todo" en la maratón. "El esfuerzo será por cada paraguayo", afirma.

No reniega del pasado

Derlys Ayala fue criado por su abuelo y sus tíos, porque fue abandonado por su madre. Vendió varios de sus trofeos para invertir en su carrera, y a medida que empezó a recibir premios en efectivo, los ahorró para "invertir y así poder adquirir un mejor nivel deportivo".

En ese largo camino a convertirse en profesional, Myrta Doldán fue una persona importante. "Ella es como la madre que nunca tuve", confiesa. "Es la que me sacó del mal momento deportivo que llegué a tener, cuando estuve a punto de dejarlo todo. Me guió, me ayudó y me llevó a vivir con ella. Estaré eternamente agradecido. Es una persona muy importante en mi vida", asegura.

Pero aún así, con todas las dificultades que tuvo que atravesar desde la infancia, Derlys "no cambiaría nada" de su pasado, si tuviera la posibilidad de hacerlo. Está convencido de que "cada uno debe tener su propia historia y así, cuando logra algo grande, lo disfruta por todo lo que fue en el pasado".

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