Por JORGE VERA (Enviado Especial)

Periodista del Grupo Nación de Comunicaciones

Todos vemos nuestro sacrificio recompensado, de alguna u otra manera. Unos más temprano, otros más tarde. Pero el esfuerzo y el trabajo en algún momento te pasa una cuenta con superávit.

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El deportista tiene frustraciones y alegrías como todos, se sacrifica, anhela y desea, en nuestro país al menos, en medio de situaciones no tan afortunadas.

Nada de llorar miserias, pero la realidad hay que decirlas.

Hay no solo un mundo, sino tres de diferencias entre la preparación de los nuestros con respecto a los demás.

Y a pesar de esa realidad indiscutible e irrefutable, los nuestros se destacan, luchan, consiguen títulos y medallas importantes, hitos que no siempre son bien valorados por el aficionado y la prensa.

  • Hay no solo un mundo, sino tres de diferencias entre la preparación de nuestros sacrificados atletas con respecto a los demás.

En la noche del Maracaná, once deportistas vieron su fe y dedicación recompensada. Algunos por primera vez y otros ya algo acostumbrados a la pasarela de los atletas.

La sensación es irremplazable. Uno ve la felicidad de sus rostros y se ve representado.

No hay cómo sentirse de otra forma, al menos quien ama el deporte y lo disfruta en todas sus maneras.

Julieta llevaba el honor. Esa hermosa bandera tricolor flameaba en sus manos mientras el mundo la admiraba y la aplaudía como al resto de las delegaciones.

Allí paseaba un grupo de soñadores. Marcelo, Fabrizio, Paulo, Benjamín, Karen, Derlis, Carmen, Gabriela, Arturo, Verónica y, por supuesto, Julieta. Todos con sus vidas a cuesta, sus caminos y sus historias.

Todos en un solo momento, el momento en que dijeron que valió la pena.

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