Por Milia Gayoso-Manzur

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A diez minutos para las seis de la tarde, estoy atascada en alguna parte de la avenida Fernando de la Mora. Todo se mueve lento y nervioso, a pasos de carreta con rueda desperfecta.

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Llegamos la zona del mercado, los colectivos acechan y aprietan a los autos pequeños, obligándolos a encostarse contra el paseo de cemento o contra los vehículos mal estacionados, hacia la izquierda.

Un hedor agrio sube por la nariz y llega hasta la garganta. Cajones, basura por doquier, gente guardando sus cosas, la calle rota, rotísima, con aspecto del lado visible de la luna; con cráteres, pozos, montículos, desniveles...

No fue buena idea tomar este camino –pienso, ya tarde – hubiera subido por.. ¿Por dónde?. Le cuento la anécdota a una amiga. "Ya no hay salida", dice ella que vive cerca de la avenida Artigas y debe sortear desvíos y hacer mil rodeos para llegar todos los días desde esa zona hasta Fernando de la Mora.

"No hay por donde escapar", sería un buen título para una película de terror; pero la frase es aplicable al día a día en Asunción y ciudades aledañas, porque ahora, justito ahora, a todos los intendentes se les ocurrió arreglar las calles (fantástico por la decisión), pero con el pésimo tino de no pensar antes en calles alternativas en buen estado y en señalizaciones adecuadas para que no se genere el tremendo caos que ya es historia cotidiana y es tema obligado en todas las reuniones.

Ni hablemos de lo que es circular por Aviadores del Chaco y Madame Lynch (viniendo de Luque y alrededores). Eso es una locura!!! Si usted quiere llegar a su trabajo en el centro para las 7:00, más le vale que ponga su despertador a las 4:00, para ganar tiempo. Y no olvide tomar un té de tilo con valeriana, pasiflora y manzanilla para que no le de un infarto mientras acelera, para, acelera, para y se seca el sudor en la interminable fila.

De este sitio ya hablé en un comentario anterior y le pedí un paso peatonal seguro a don Mario Ferreiro. Muy atento él, me prometió (vía Twitter) ir a pintar personalmente la cebra, pero aún sigo esperando que cumpla.

En realidad hay un desgastado paso en la zona, pero los automovilistas no lo respetan porque en la zona perdura la ley del más fuerte y del más rápido, para salir del cuello de botella que se creó al costado de la futura rotonda que están construyendo.

Entonces, hace falta ordenar el tráfico y el paso de las personas, con mayor número de agentes, señalizaciones, etc.

Si hablamos de los caminos alternativos en algunas zonas, es para llorar. Por ejemplo, el que pasa detrás del CIT (Club Internacional de Tenis) es una superficie marciana, y así sucesivamente, de Norte a Sur, y de Este a Oeste.

Como si el desastre físico de arreglos y desarreglos de calles, puentes y afines, fuera poco. Súmele el mal humor, poca paciencia, intolerancia, mala leche, falta de educación, argelería crónica y demás males que atacan a conocidos y extraños.

Conste que es invierno, y después de muchos años el tiempo se ubica en la estación que le corresponde: o sea, hace frío y no ese calor espantoso de casi todo el año.

Porque cuando hace calor, todo se vuelve peor.

La gente se vuelve más impaciente e irritable cuando está en la fila con cuarenta grados, especialmente si no tiene aire acondicionado en el vehículo. ¿Qué va a pasar en diciembre si seguimos con los desvíos espantosos, las filas que no se mueven, los bocinazos, las obras levantando polvo, el asfalto vomitando fuego? Posiblemente nos agarremos todos a trompadas porque alguien no respetó la fila, aquel chofer de colectivo nos rozó al adelantarse, aquel otro cortó camino por la derecha, el motoqueiro que quiso ser más listo resbaló y cayó frente a nuestro vehículo o simplemente porque ya es demasiado soportar un nuevo infierno dentro de otro infierno.

Los sicólogos estarán de acuerdo conmigo en que se deben apurar las obras o habilitar vías alternativas ágiles y en buen estado antes de que llegue el verano.

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