Por: Emmanuel Báez

@mrtenno

El día que me mudé de la casa de mis padres; mientras conducía a lo de mi novia con todas mis cosas en el asiento de atrás, me puse a llorar en el auto. No era por tristeza o por felicidad, sino por el shock de un cambio tan radical que se sentía fuerte para alguien tan ermitaño como yo. Sabía que podía ver a mi hermana, mi mamá o mi papá cuando quisiera, pero los iba a extrañar de igual manera.

En estos dos años que pasaron, las cosas cambiaron bastante. Dos hijas, varios trabajos, una novia maravillosa, pero el tiempo es implacable, y aunque solemos ir los domingos a casa de mis padres con toda la familia, para vernos las caras un poco y compartir anécdotas, me di cuenta de que a mis propios padres los tenía algo abandonados. Mi madre tal vez diga que no es cierto, pero últimamente los extrañaba más de lo normal.

Así es que hace unos días tuve una "cita" con mi mamá. La saqué a tomar café, ponernos al día, y luego al cine a ver una película con Kevin Costner, uno de sus amores de la pantalla grande. Hablamos un poco de trabajo, de la vida y la familia, y también sobre qué podía hacer para mi hermana y mi papá. Por supuesto, hablamos de sus nietas y cómo ambas están creciendo sin parar.

No todas las personas tienen una buena relación con sus padres, así que no pretendo criticar a aquellos que no están en contacto con ellos por motivos delicados. Sin embargo, en estas semanas mis hijas están cada vez más conscientes de su entorno, más allá de las paredes de la casa, y eso me hizo caer en cuenta de que alguna vez ya no compartiremos el mismo techo.

Sí, falta mucho tiempo para eso, pero no seré uno de esos padres que dejará que el tiempo pase sin dejar una marca importante en la vida de mis hijas. Me gustaría que, alguna vez en unos veinte o treinta años, me llamen de vez en cuando y me inviten a tomar café y ver una película, para compartir algo más que un almuerzo. En la constante e inconsciente misión de tratar de esparcir buena onda en el mundo, no deberíamos escatimar en cariño, en especial con quienes nos trajeron a él; ya que, muchas veces, solo necesitan un poco de tiempo.

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