Por Alex Noguera
Editor / Periodista
Apenas transcurrieron 4 días desde que la sociedad polarizada recibiera la sentencia del caso Curuguaty y que los campesinos de frente al Palacio de Astrea reprobaban con gritos y amenazas los argumentos de los irreprochables encargados de impartir justicia, cuando otra eminencia en el campo legal dictó un fallo que para muchos es la verdadera bofetada para todo el sistema jurídico. Pero qué le vamos a hacer, si "juézama he´i".
Esta vez no se desplegaron 1.500 efectivos para contener a los 300 peligrosos espartanos disconformes con la indiscutible sabiduría de los magistrados.
Tampoco hubo 11 pobrecitos inocentes acusados, sino una sola e indiscutible culpable quien, incluso en pleno juicio, admitió haber dado "bifes" a su interlocutora para corregirle en su error y para demostrarle que esa mano que formaba parte y extensión de ese cuerpo al que estaba calificando de "vieja" estaba fuerte aún.
Muchos letrados opinan que con semejante fallo se sienta un nefasto precedente. Los más exagerados proponen que el 22 de julio del 2016 ya sea luego declarado "de interés" por el enorme aporte a la sociedad, como Calle 7. Otros leguleyos más versados, con sabiduría superlativa concluyen en que, incluso, desde el viernes en la justicia hay un antes y un después.
Todos podemos sacar nuestras propias conclusiones, pero es menester analizar bien este nuevo y representativo ejemplo que la justicia criolla nos regala y al que los más creativos ya definieron como el caso Chipléki, que por su trascendencia marcará la historia per sécula seculórum. Más que el Watergate, más que el Fifagate.
Los que ven el vaso medio vacío es porque tienen una visión obtusa y se quedan en el mero concepto de fatuidad (entiéndase fatuo y no fato), sin embargo los visionarios, los prácticos, ya calculan las ventajas que reportarían el uso de este fallo como precedente.
Bastará mencionar el caso Chipléki y los más culpables saldrían libres, aunque hayan reconocido su culpabilidad en pleno proceso.
Todo es confuso en este momento dada la novedad y profundidad de la sentencia. Hay que desmenuzar los argumentos para no aplicar mal esta valiosa herramienta que será utilizada en todos los ámbitos. Quién sabe si hasta en la cocina surja algún éxito y del arcaico bife a caballo podrían innovar menús y cartas más finas como el bife pupu, o el bife popo o por qué no, el bife a la pepa.
En el ámbito judicial, solo los muy entendidos van a poder explicar cómo un ciudadano podrá darle un chipléki a un magistrado sin que este no lo mande preso.
Y es que desde el viernes, después de corregir a un juez, se puede aplicar esta metodología argumentando la nueva modalidad jurídica.
Claro, primero hay que ver cómo se debe dar el chipléki, si con la mano abierta o con las uñas pintadas, o si las manos deben estar desinfectadas o si pueden estar sucias, no sea que alguno de esos detalles tergiversen la intención inicial y sobre todo el camino del veredicto y el ciudadano en uso de sus derechos consiga un tour gratis a la carcerolita.
En el rubro educativo el proceso es menos oscuro ya que esta metodología fue descubierta por los maestros en la antigüedad. El chipléki en este caso no era dado directamente en la mejilla, sino que se utilizaba una vara para corregir conceptos, sobre todo en la parte posterior más carnosa del alumno, o a veces con una regla para descargarle una dosis extra de sabiduría.
Los abogados se van a forrar con la cantidad de casos que van a tener y posiblemente no den abasto, dada las ventajas que reporta este método para dilucidar pareceres.
Los grandes temas de la política también pueden ser fácilmente abordados desde ahora. En el Parlamento, cuando una bancada no esté de acuerdo con su par, en vez de levantar la mano y cumplir con el tedioso proceso de opinar, argumentar, debatir, este método abreviado que ofrece la justicia, hará que con un chipléki, los que no entienden puedan entran en razón.
Los eruditos vaticinan que la filosofía misma también va a dar un salto cuántico ya que con un simple chipléki se van a obtener respuestas que vienen de siglos y que ni los propios maestros griegos como Platón o Aristóteles fueron capaces de desentrañar.
Los grandes pensadores opinaron que la justicia en realidad no existe y lo único que hay es gente que aplica las leyes a su antojo. Quién sabe. Todo forma parte de la evolución. Tal vez mañana, del chipléki pasemos al shipush, pero eso será mañana. Hoy todavía hay mucho por analizar, pero con humor para no volverse locos.