Por Enrique Vargas Peña

Escuché muy atentamente una entrevista que mis compañeros Clari Arias y Yolanda Park le hicieron, el viernes 22 de julio, a la senadora liberal Blanca Fonseca en la 970AM, en la que la legisladora explica los cambios que apoya en nuestra Constitución (http://bit.ly/2a1q4tO).

La senadora se declaró partidaria de la reelección presidencial porque: primero, no le parece justo que los miembros del Congreso puedan ser reelegidos indefinidamente mientras que el presidente no puede serlo ni una vez y, segundo, porque cree que la prohibición de reelección se estableció porque los paraguayos no sabíamos elegir y ahora ya sabemos.

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Presumo que para buscar apoyo para la reelección la senadora Fonseca agregó que no solamente quiere la del presidente de la República, sino también la de los gobernadores.

Antes de continuar, quiero aclarar que yo estoy en contra de toda reelección, incluso la de miembros del Congreso, pero que en lo que sigue a continuación quiero simplemente recordarle a la senadora Fonseca por qué nuestra Constituyente del 92 votó lo que votó.

La Constituyente de 1992 constató en base a sólida y difícilmente irrebatible evidencia histórica que nuestra tradición hiperpresidencialista es uno de los elementos centrales que incentiva el autoritarismo en nuestra República y decidió, en forma casi unánime, que los paraguayos teníamos que romper esa tradición que en realidad era una tara ("…3. f. Defecto físico o psíquico, por lo común importante y de carácter hereditario. 4. f. Defecto o mancha que disminuye el valor de algo o de alguien") que impedía no solamente nuestra libertad, sino también nuestro desarrollo.

En consecuencia, los constituyentes decidieron, con el beneplácito de una enorme mayoría del pueblo paraguayo, moderar esa tara hiperpresidencialista limitando el poder presidencial de varias maneras, una de las cuales fue prohibir la reelección presidencial en forma absoluta.

Una vez nada más, el 18 de febrero de 1940 por la sumisión del Partido Liberal al general José Félix Estigarribia, fue el Poder Legislativo el que amenazó la libertad de los paraguayos; en general, en los quinientos años de historia del pueblo paraguayo el Legislativo no amenazó sus libertades.

Fue una asamblea la base de la solitaria autonomía paraguaya durante el largo coloniaje español (Real Cédula del 12 de setiembre de 1537) y fue una asamblea la que derrocó al tirano Alvar Núñez Cabeza de Vaca ya el 25 de abril de 1544 ("Primer Grito de Libertad en América"); fue el Legislativo el que, desde la instalación de la democracia en nuestro país (1870), resistió siempre, con la sola excepción de 1940 ya mencionada, el avance autoritario.

Incluso durante la dictadura el Congreso tuvo miembros como Domingo Laíno, Ángel Roberto Seifart, Carlos Romero Pereira, por citar solamente algunos, que expresaban en él los problemas del hiperpresidencialismo para la libertad del pueblo paraguayo.

Lastimosamente no se puede decir lo mismo de la presidencia de nuestra República. La senadora Fonseca debería tenerlo muy presente.

Por eso los constituyentes del 92 tuvieron la acertada idea de dotar al Poder Legislativo de nuestra República de poderes parecidos, aunque inferiores, a los que posee el Congreso de Estados Unidos.

Esto me lleva a la segunda reforma que propone la senadora Fonseca: No solamente quiere la reelección presidencial, sino que quiere que el Poder Ejecutivo tenga más poder. Es decir, quiere volver al tipo de organización política hiperpresidencialista que tanto daño causó a nuestro país.

Esta es una idea que comparten muchos de los que pretenden cambiar nuestra Constitución para volver al pasado, para lo cual incluso han aprovechado la reciente visita del chileno Felipe Larrain, partidario de un Legislativo amputado (http://bit.ly/29S1aLK) como el que tanto gustaba a Estigarribia y a Stroessner.

La segunda manera, en efecto, en que se moderó en nuestro país la tara del hiperpresidencialismo fue dotar al Congreso de los poderes de iniciativa y control presupuestarios que tienen las democracias reales del mundo y que Larrain no menciona ni desea.

Es el caso del Artículo Primero, Octava Sección, de la Constitución de Estados Unidos que establece que "El Congreso tendrá facultad: Para establecer y recaudar contribuciones, impuestos, derechos y consumos; para pagar las deudas y proveer a la defensa común y bienestar general de los Estados Unidos; pero todos los derechos, impuestos y consumos serán uniformes en todos los Estados Unidos" (http://bit.ly/2a343Vj) (http://bit.ly/29S3zpP).

Esa es la base de la iniciativa y el control presupuestarios del Congreso de Estados Unidos que fue adoptada por nuestra Constitución en su Artículo 202 incisos 4 "legislar sobre materia tributaria" y 5 "sancionar anualmente la ley del Presupuesto General de la Nación" y en su Artículo 216 que dice: "El proyecto de Ley del Presupuesto General de la Nación será presentado anualmente por el Poder Ejecutivo… Se integrará una comisión bicameral la cual, recibido el proyecto, lo estudiará y presentará dictamen a sus respectivas Cámaras en un plazo no mayor de sesenta días corridos… Las Cámaras podrán rechazar totalmente el proyecto presentado a su estudio por el Poder Ejecutivo, solo por mayoría absoluta de dos tercios en cada una de ellas".

La senadora Fonseca sostiene que podemos volver al pasado porque los paraguayos "ya aprendimos a elegir", como si los paraguayos hubiéramos sido una especie de infradotados cívicos en el pasado (olvidando la madurez incluso de su propio padre en la resistencia contra el hiperpresidencialismo) y como si un pueblo maduro pudiera resistir fácilmente el uso impropio del hiperpresidencialismo.

Sostener esto último es pretender olvidar la tragedia de Venezuela, en el que un pueblo con cuarenta años continuos de libertad y democracia vio cómo un líder capaz de hacer un uso impropio del hiperpresidencialismo destruyó sus libertades y edificó la dictadura que ahora usufructúa Nicolás Maduro.

Blanca Fonseca parece no ver lo que sucede en Nicaragua, en Ecuador, en Bolivia, donde la destrucción de las limitaciones constitucionales al Poder Ejecutivo dio lugar a regímenes muy distantes del ideal democrático.

Quiero agradecer a la senadora Fonseca la claridad con la que expresó sus ideas en la entrevista mencionada al principio y espero que los demás partidarios de las mismas las asuman con igual franqueza para permitirnos a los paraguayos una discusión abierta sobre el camino que nos están proponiendo.

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