Por Clari Arias
@clariarias
Ya nada causa sorpresa en este país. Los titulares catástrofe en los medios de comunicación son la constante para poder llamar la atención del lector, del televidente, del radioescucha o del internauta. Pero no son la radio, la televisión y los diarios los que inventan las noticias; éstas surgen día a día, y por lástima cada vez hay más casos que tienen un componente en común que los detona: el alcohol.
En las últimas semanas hemos asistido a una serie de eventos desgraciados propiciados por la ingesta del alcohol de sus protagonistas. En uno de los casos más tristes, un joven pudiente a bordo de un automóvil de alta gama (como corresponde en un niño "bien"!) atropelló y cercenó a un joven trabajador que acababa de coronar su vida con la paternidad. El irresponsable, cuyo nombre es Óscar Amarilla, estaba conduciendo su BMW sobre la avenida Eusebio Ayala en total estado de ebriedad, a las seis de la mañana de una día domingo. Estaba regresando de una salvaje partuza mientras que la víctima estaba saliendo de su turno de trabajo como guardia de seguridad.
Debemos poner fin con severidad a esa actitud monesca de tomar alcohol con desparpajo frente a nuestros hijos, mientras damos grandes discursos acerca de los vicios.
El alcohol volvió a estar presente en todos los medios, cuando el internacional jugador de fútbol Víctor Cáceres –alias "Topo" para la hinchada– perdió el control de su potente Range Rover sobre la avenida Carlos Antonio López, rozó al vehículo de un médico que viajaba junto con su familia, para terminar volcando aparatosamente en el paseo central de la avenida. No murió nadie de milagro. "Topo" volvía de una reunión de EXA (como le llaman ahora a los encuentros de ex compañeros de colegio), y no tuvo mejor idea que probar la fuerza de su camioneta de cien mil dólares.
Pero la historia más increíble pasó hace 8 días en el tranquilo poblado de Villeta, cuando una menor de catorce años salió de su casa para dirigirse a su colegio a cumplir con las clases de educación física. Por el camino se juntó con otros nueve niños de entre 12 y 15 años –todos estudiantes del mismo colegio– para ir supuestamente a cumplir con las obligaciones estudiantiles. Sin embargo, decidieron que era un buen día para "chupar", así es que se fueron hasta un supermercado en donde recibieron la negativa de los responsables del establecimiento de venderles alcohol. No se rindieron y minutos más tarde estaban en una estación de servicios (con tienda de conveniencia incluida) en donde un irresponsable –que debe ser identificado por la Fiscalía– les vendió una botella de vodka. Al más puro estilo de los reventados del mundo del rock, los temerarios bebedores comenzaron a desafiarse entre ellos con el diabólico "fondo blanco", para que minutos más tarde cayera desvanecida, por los 42 grados de poder etílico del vodka, la niña de catorce años.
Hoy jueves se cumplen ocho días de aquella locura beoda. Ya van también ocho días que la niña no despierta de un coma inducido, agravado por un cuadro de neumonía a raíz de que aspiró sus propias miserias, que se le metieron a los pulmones al momento de estar totalmente inconsciente por causa del maldito alcohol. Espero que esa inocente niña despierte de su sueño para tener una vida plena, alejada de los vicios que los adultos trasmitimos en aparentes inocentes eventos sociales. Sí, somos nosotros los mayores quienes fomentamos el consumo del alcohol y otros vicios, pretendiendo hacerlos pasar como actos corajudos o simpáticos, como cuando bebemos caña hasta perder el control de nuestro cuerpo y mente, haciendo el ridículo frente a nuestros menores, que no son otra cosa que las próximas generaciones de paraguayos.
Debemos poner fin con severidad a esa actitud monesca de tomar alcohol con desparpajo frente a nuestros hijos, mientras damos grandes discursos acerca de los vicios. Porque no hay manera de pregonar mejor, más que con el propio ejemplo. Y si así no lo hiciéramos, seguiremos llenando las páginas de policiales con escabrosos casos que comienzan con el "chupi" desenfrenado de cualquier bebida que tenga graduación alcohólica.