La compañía Valle Karê de Itauguá encierra historias fantásticas y teorías llamativas sobre el origen de su nombre. Una denominación que mezcla discriminación, costumbres místicas y diferentes leyendas que se mantienen inalterables en el imaginario colectivo de su pueblo.

Sentado en su sillón, bajo un frondoso árbol que brinda una amplia sombra y deja un ambiente fresco a su casa, don Patricio Ruiz toma su tereré e invita a la charla. Su vivienda, de adobe y de grandes ladrillos, es una casa típica de campo; humilde, con corredores amplios y un patio donde tiene un gallinero, un pequeño chiquero y hasta una piscina para la piscicultura.

Hablar de su comunidad, de sus orígenes y de su gente es transportarlo a don Patricio a revolver sus recuerdos y sacar todo aquello que escuchó desde muy pequeño sobre el porqué este racimo de tierra roja y de praderas verdes, ubicado en el kilómetro 32 de la Ruta 2, al pie del Cerro Patiño, hoy lleva firme el nombre de Valle Karê.

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Sobre el nombre se tejen varias conjeturas. Pero prácticamente todos los elementos inducen a que obedece principalmente a una razón: la aparición, hace muchos años, de varias familias compuestas por personas de muy baja estatura, que tendrían algo parecido con lo que sería el enanismo –que según la definición médica, corresponde a un trastorno del crecimiento de una persona con estatura y peso diferentes a los que se consideran normales en individuos de la misma edad, a menudo acompañados de desproporción– pero que en la zona se bautizaron coloquialmente como los "karape'i" (petisos, en guaraní). Varias de estas personas tienen además las piernas arqueadas, como formando paréntesis, otra de las características físicas que presentan.

El valle descansa a los pies del Cerro Patiño, que hace a la planicie del Ybytypanemá.

Cuando escuché la historia de Valle Karê, imaginé por momentos que llegaría a una ciudad en donde todos o la mayoría serían pequeñitos. Me habían dicho que el nombre era justamente por la presencia de familias que tienen esa contextura física. Si bien hay quienes tienen esa condición, lo cierto es que, más allá de cualquier situación física, me encontré con un pueblo que tiene una enorme capacidad para mantener, en la memoria colectiva de su gente, historias fantásticas, leyendas increíbles.

Me encontré con familias que han soportado ese proceso tan difícil de la discriminación que parece impregnada en nuestra sociedad. Me encontré con familias que hoy luchan, como todas, por darle una mejor vida a sus hijos, pero también tienen que hacerle frente a esa mirada despectiva de los demás, en muchas ocasiones.

Don Patricio no supera el metro sesenta, pero no es considerado "karape'i", como sí lo son los Guerrero, una de las familias más tradicionales de Valle Karê, ya que entre los hijos y nietos hay muchos que tienen esta característica física. Según don Patricio y otros vecinos, hasta hace un tiempo atrás, ser pequeñito y de piernas arqueadas era motivo de discriminación. Sin embargo, con el paso de los años, eso fue cambiando. Por lo menos, en Valle Karê.

LOS GUERRERO DE VALLE KARÊ

Doña Domiciana, con dos de sus hijas, Ana y Mirta, y cuatro de sus nietos en la casa de Don Francisco.

Eso mismo cuenta doña Ana Guerrero, que sí es "karape'i". Doña Ana, madre de tres hijas –una de ellas, Noemí, es también "karape'i"– dice que cuando salen del barrio es cuando siente las miradas sobre ellas. Por ejemplo, si deciden ir al shopping o a otro lugar concurrido. Sin embargo, en Valle Karê nadie se detiene a mirarlas. "Algunas veces nos ponemos de acuerdo y giramos de golpe para ver quiénes miran y ahí nos damos cuenta. Todos tratan de disimular. Nosotros simplemente ya nos reímos de la situación", señala doña Ana.

Cuenta esta señora una anécdota como para comprender un poco la manera en que la gente los ve. Hace un par de años, cuando recién se mudó a Valle Karê –ella vivía en Lambaré– llegó a su casa una persona con una peculiar propuesta; le ofreció una buena suma de dinero a cambio de que ella, sus hermanas e hijas monten en bicicletas y sean parte del show de un circo que llegó a Asunción. "Nos pareció muy loca la idea y por supuesto que rechazamos", señala la mujer, ante la risa de sus hijas, hermanas y sobrinos, quienes recordaban el caso.

La familia de Ana es muy conocida en Valle Karê, ya que los Guerrero, como los Gauto, son los "karape'i" del lugar. Uno de sus 9 hermanos, César Augusto Guerrero, era músico y "karape'i". Se lo conocía en la zona como "el Charrito" y no había fiesta o baile en la que el Charrito no esté presente poniendo música y alegría. "Charrito" falleció cuando tenía 18 años, en el 2003, pero su recuerdo sigue vigente en la comunidad y entre sus seres queridos.

El papá de Ana, don Francisco Guerrero, es quizás el "karape'i" más conocido entre los antiguos pobladores de este valle. Músico y docente –falleció hace tres años– es muy ponderado hasta ahora por su trabajo dentro de la localidad. Su historia nos relató el propio don Patricio, quien lo recordó como una persona que trabajó mucho por la comunidad de Valle Karê.

Sin embargo, don Francisco Guerrero fue uno de los que más sufrió la discriminación, allá por los años 80. Su esposa, Domiciana Alfonso –que no es karape'i– me cuenta esta parte negativa de la historia. Recuerda, por ejemplo, que a don Francisco no le quedó otra que viajar al interior del país, hacia zonas remotas de Santaní, en comunidades rurales, ya que en Itauguá o en otras escuelas cercanas no le daban materias como profesor, simplemente por su baja estatura.

"En la campaña empezó a trabajar en esas escuelas en donde no tenían otra porque faltaba profesor. Así fue trabajando en muchas escuelas del interior", rememora doña Domiciana. Don Francisco era también un amante de la música. Fundó un grupo, "El show fantástico del profesor Francis y su elenco", con el que "Charrito" se hizo conocido en el valle, pero la fama se trasladó a otras localidades e incluso a ciudades vecinas.

De los 10 hijos que nacieron de la unión entre doña Domiciana y don Francisco, tres son "karape'i". A saber: Ana, Sara y Liz. Las tres formaron pareja con hombres de estatura normal y tienen también hijos que, algunos son "karape'i" y otros no. Para explicar esta situación, en Valle Karê todo tiene una respuesta mística.

Francisco, hermano de estas tres mujeres y que al igual que don Francisco es docente, cuenta una leyenda que su padre recordaba en las reuniones familiares o de amigos. Según esta historia, en la época en la que todavía la compañía de Patiño (entre Itauguá y Areguá) tenía la estación del tren, llegó al pueblo un señor muy bajito, músico él y que empezó a conquistar a todas las mujeres de la zona.

Según Francisco, la leyenda cuenta que una de las jóvenes del pueblo se juramentó no caer bajo los encantos de este hombre que, a pesar de su pequeña estatura, se las arreglaba, al compás de su guitarra, para ganarse el corazón de las damas.

Pero el compromiso no se pudo sostener por mucho tiempo y a los pocos años, esta jovencita ya estaba viviendo con el músico, que fue el primer karape'i que llegó a la compañía. Con el juramento roto, la supuesta maldición que cayó sobre esta pareja fue la siguiente: Hasta la quinta generación, los descendientes tendrían hijos o hijas que serán karape'i, no todos, sino solo algunos.

Francisco (hijo) dice que la quinta generación ya llegó y está formada por los 16 nietos que tienen doña Domiciana y don Francisco. Supuestamente, a partir de ahora, estos nietos ya no tendrían hijos "karape'i".

Pero esta historia es apenas una de las que se cuentan entre los pobladores de Valle Karê, y forma parte de las leyendas típicas de la campiña paraguaya. Otra de las teorías del nombre de la compañía tiene que ver también con la superstición y lo sobrenatural, y es muy parecida a la historia de Francisco. Según ésta, muchos años atrás, llegó al lugar una mujer muy alta que vendía chipa en la estación del ferrocarril, en Patiño. Uno de los pobladores, al verla tan alta, le dijo en tono burlón y en guaraní:

"No vas a vender nada porque nadie va a alcanzar tu canasta, tendrías que arquear las piernas" en relación a que los vendedores de chipa a pie se inclinan para que el comprador pueda alcanzar su canasto y elegir el producto que compra. Esta observación enfureció a la vendedora que, según la leyenda, ahí mismo y frente a todos los que estaban en el ferrocarril, maldijo al hombre y le aseguró que todos sus hijos y sus descendientes serían pequeñitos y tendrían las piernas arqueadas.

Otra historia indica que, en el siglo pasado, llegó a la zona un hacendado español, de mucho dinero, que tenía una esposa de nombre "Karen". Como una forma de burla, los pobladores empezaron a decirle "doña Karê", con lo que, con el tiempo, finalmente, el pueblo empezó a llamarla "el valle de Karê", lo que posteriormente quedó como Valle Karê.

LO MÁS RACIONAL

Don Patricio, conocedor profundo de la compañía. Tiene 65 años, que los vivió siempre allí.

"Nada de eso es cierto", afirma tajante, don Patricio. Dice que estos cuentos se fueron tejiendo con el paso de los años en el imaginario de la gente, pero que se trata solamente de relatos que fueron quedándose como leyendas. A priori, lo que afirma don Patricio presenta un elemento mucho más racional que las historias anteriores. "Acá, antes de que Stroessner llegara al poder, en la época de los liberales (antes de 1954) empezaron a juntarles a todos los colorados que, obviamente, no estaban de acuerdo con los liberales. Entonces eran los Karê. Coincidió en que en algunas familias, algunos eran karape'i", explica don Patricio.

Plomero y albañil de profesión –exhibe su carnet habilitante del Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP)– don Patricio, sin embargo, es un locutor de corazón. Mientras nos cuenta lo que significa vivir en esta localidad, desde su antigua radio suena potente una polca paraguaya. Fanático de la polca y guarania, se muestra preocupado porque considera que mucha gente ya no escucha la música paraguaya. Hincha del 8 de diciembre local y de Cerro Porteño, don Patricio se dedicó gran parte de su vida a conocer a profundidad la historia de la compañía que lo vio nacer y crecer.

Conoce, así, a casi todas las familias más antiguas del lugar. Conoce cada callejón que lleva al Cerro Patiño, a las pequeñas lagunas de la zona. Don Patricio tenía, hasta hace unos años, un programa en la radio comunitaria "Itauguá Poty" (88.7), pero fue clausurada recientemente por la Conatel, en donde la gente llamaba y compartía justamente estas historias, según me indica, mientras hace el gesto como si estuviera hablando con el micrófono.

Es además un activo colaborador comunitario. Fundó varias comisiones vecinales con las que trabajaron en la edificación de una de las capillas de la zona y en la fundación de la escuela que lleva el nombre de Valle Karê, ubicada en la entrada de la compañía.

"El que le bautizó con el nombre de Valle Karê a este lugar fue monseñor Mariano Celso Pedrozo", asevera don Patricio. Dice que monseñor Pedrozo fue un trabajador nato de comunidades itaugüeñas en los años 30 y 40, y que tiempo después, con los liberales en el poder y la presencia de familias coloradas y "karape'i" en la zona, entonces se le ocurrió darle esa denominación. El nombre corrió rápidamente y en poco tiempo, la zona ya fue conocida únicamente como Valle Karê, afirma don Patricio.

Monseñor Pedrozo, en efecto, fue fundador del museo parroquial y cultural de Itauguá, además de ser el autor de la primera Misa Nativa paraguaya, de la zarzuela paraguaya "Ñanduti Rerekua" y de otras canciones populares, según el libro "Diccionario de la música paraguaya" del maestro Luis Szarán y recogido por el portal Guaraní.

INTENTO DE CAMBIO DE NOMBRE

En los 80 o 90 –don Patricio no puede precisar esto– llegó un sacerdote que hizo una gran campaña para cambiar el nombre de la compañía. Decía que no le gustaba porque parecía que discriminaba. Quería denominarlo "Villa Florida", e incluso presentó notas en la municipalidad y hasta algunos sellos de las comisiones barriales ya tenían el nombre nuevo. "Pero nunca prendió su idea. La gente ya estaba acostumbrada al nombre, además, para nosotros no es ofensivo, nunca lo fue", asegura don Patricio.

Dice que el intento de dicho sacerdote movilizó a mucha gente. Pero, añade, que el nombre en papeles no es lo mismo que aquel que queda en la gente, y cita, como ejemplo, lo del Cerro Patiño. "Este cerro –don Patricio señala con su mano derecha– se llama realmente Ybyty Pané, pero todos lo conocen directamente como Patiño", asevera.

Es tal la identificación de los pobladores con el nombre Valle Karê, que ante una polémica que surgió para determinar la denominación de la escuela –hoy día, un importante colegio de la zona– entre dos propuestas que no tenían la aceptación completa, alguien sugirió que lleve el nombre de la compañía.

La propuesta rápidamente tuvo el acompañamiento de toda la comunidad educativa. Fue así como se bautizó el Colegio Nacional Valle Karê, que funciona en la entrada misma de la compañía, a unos metros de la Ruta 2.

Valle Karê hoy día ronda los 9.000 habitantes. Décadas atrás era un pueblito con un centenar de familias, en donde todos se conocían. Hoy, a pesar de tener un número más alto de habitantes, sigue siendo un lugar en donde casi todos se conocen. Sigue teniendo en sus calles de arena, en sus clubes de barrio y en su gente, esa riqueza que hace a la cultura paraguaya. La de guardar en la memoria de su gente historias inverosímiles, leyendas fantásticas en base a costumbres y creencias, pero que encuentra esta vez, en el nombre de Valle Karê, la victoria de un puñado de familias que se resistió a la discriminación.

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