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La hemorragia se detuvo en el tercer día: la libra esterlina se afianzó y los mercados bursátiles se reanimaron el 28 de junio, después de dos sesiones de carnicería.

Para entonces, la votación del 23 de junio de Gran Bretaña para abandonar la Unión Europea había cobrado un fuerte precio. Las acciones de Lloyds y el Royal Bank of Scotland, los bancos orientados al mercado nacional más grandes de Gran Bretaña, habían perdido alrededor de 30 por ciento y las de Barclays ligeramente más.

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Las instituciones continentales también resultaron golpeadas: BNP Paribas, Deutsche Bank y Santander registraron pérdidas de más de 20 por ciento y el asediado Unicredit de Italia más de 30 por ciento. Los bancos estadounidenses con grandes operaciones en Londres también sufrieron, aunque no tanto.

Y el daño tampoco se limitó a los bancos: las aseguradoras estadounidenses registraron pérdidas de dos dígitos e Invesco, una gran administradora de activos, perdió 22 por ciento. Parece probable que una fusión de la Bolsa de Valores de Londres y la Deutsche Börse, su rival alemana, colapse.

A los mercados les preocupa que el crecimiento en Gran Bretaña y en la zona del euro se desacelere, haciendo bajar aún más las tasas de interés y los rendimientos de los bonos. Eso exprimiría los márgenes de los bancos y las perspectivas de rendimientos de las aseguradoras y las administradoras de fondos, todos ya débiles.

Sin embargo, más allá de la turbulencia inicial hay una preocupación a más largo plazo: ¿Qué daño podría causar el Brexit a Londres como centro financiero?

Según The City UK, un organismo comercial, Londres se jacta de contar con 250 bancos extranjeros y 200 despachos legales extranjeros. Las finanzas y actividades secundarias emplean a 730.000 personas; quizá sorprendentemente, más que en el 2007-2008, cuando golpeó la crisis financiera. Una abundancia de personas inteligentes, conocedoras del derecho inglés así como de las finanzas, atrae a los bancos, las administradoras de fondos y demás. La riqueza de empleadores, a su vez, atrae a más empleados.

El Brexit amenaza a este feliz equilibrio. Gran Bretaña no solo se ha vuelto políticamente inestable, sin gobierno ni oposición digna de ese nombre, pero además ya no ofrece la predictibilidad regulatoria que los inversionistas anhelan. Cómo le vaya a la City depende de cómo, y cuán rápidamente, se restablezca el orden.

La principal preocupación es que las empresas financieras ya no podrán atender a toda la UE desde Londres cuando Gran Bretaña se separe, quizá dos años después de que inicien formalmente las negociaciones de su salida.

Las compañías de un país de la UE tienen "pasaportes" para realizar negocios en los otros 27, sin necesidad de sucursales o subsidiarias locales. Con esa ventaja, los bancos de fuera y dentro de la UE han hecho de Londres su segundo hogar. Goldman Sachs, por ejemplo, tiene a 6.000 de sus 6.500 empleados europeos ahí, contra solo 200 en Francfort.

Las aseguradoras están más localizadas, pero los pasaportes importan aún más para algunas, como Met Life de Estados Unidos, que vio caer su precio accionario en 17 por ciento en los dos días tras la votación. Las administradoras de activos de Londres venden fondos mutuales –Ucits, en jerga del euro– en toda la unión. Administraron más de 1,1 billones de dólares el año pasado.

Un acuerdo que preserve los "pasaportes" es imaginable, aun cuando actualmente ningún no miembro de la UE disfrute de plenos derechos. En teoría, Noruega –para algunos, el modelo más prometedor para Gran Bretaña– tiene libre acceso al mercado único de la UE, aunque la mayor parte de la regulación posterior a la crisis de la Unión Europea aún no ha sido incorporada a su acuerdo. Sin embargo, el acceso al mercado único requiere liberta de movimiento, lo cual rechazaron los partidarios del Brexit, y Noruega no tiene voz en el establecimiento de las reglas de la UE.

Sin un acuerdo tipo el noruego, algunos se preguntan si la MIFID 2, una directriz que entrará en vigor en el 2018 y que permitirá a los no miembros de la UE disfrutar de cierto acceso al mercado único, podría abrir una puerta trasera hacia Europa.

La forma más segura de servir a la UE, sin embargo, sería hacerlo desde otros lugares. Las administradoras de activos ya no podrían vender Ucits desde Londres. Una, M&G, ha estado planeando replicar fondos en Dublín, y trasladará parte de su personal ahí, mientras otra, Columbia Threadneedle, está solicitando extenderse a Luxemburgo. Algunos bancos quizá tengan que adquirir nuevas licencias en otra parte, lo cual lleva meses y significaría trasladar a parte de su gente. Los reguladores europeos también seguramente querrían que las entidades en su terreno tuvieran su propio capital.

Ningún banco ha anunciado aún que vaya a trasladar a alguien, pero estos son los primeros días. Antes de la votación, HSBC dijo que podía transferir a mil de sus empleados londinenses a París y JP Morgan Chase advirtió que hasta 4.000 de sus 16.000 empleos en Gran Bretaña podían irse. Morgan Stanley ha negado un reporte de que ya está trabajando para trasladar a 2.000 de sus banqueros de inversión a Dublín y Francfort.

Una segunda preocupación es que Londres pudiera perder su status como el principal centro para operaciones de compensación en valores denominados en euros. Alrededor de 70 por ciento de las operaciones en swaps de tasas de interés en euros tiene lugar en Londres, cuatro veces más que la participación de Francia y Alemania, aun cuando Londres está fuera de la zona del euro. LHC, parte de la Bolsa de Valores de Londres, compensa la mayor parte.

El Banco Central Europeo ha querido desde hace tiempo que las compensaciones en su moneda tengan lugar en su terreno, en caso de que necesite ofrecer liquidez a una casa de compensaciones apresuradamente. El año pasado, el gobierno británico ganó un caso en el Tribunal Europeo, frustrando un intento de cuatro años por parte del BCE para llevar las compensaciones en euros a casa.

El BCE tiene un acuerdo de swaps monetarios con el Banco de Inglaterra para ofrecer liquidez de ser necesario, pero seguramente preferiría dirigir la supervisión. Si lo intentara de nuevo, una Gran Bretaña posterior al Brexit ya no podría recurrir al Tribunal Europeo. Una promesa de no discriminación contra los países de la UE fuera de la zona del euro, negociada por el primer ministro David Cameron antes de que convocara al referendo, será nula.

Es "improbable", según Angus Armstrong, del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social, un grupo de análisis, "que un importante banco central permitiera que una línea de swap para apoyar ese volumen de transacciones tuviera lugar en el exterior".

Otra preocupación es si Londres puede aferrarse a su ventaja en nuevas áreas de actividad, como la tecnología financiera, o "fintech". Nadie sabe qué sucederá, dijo Marta Krupinska de Azimo, un servicio de transferencia de dinero en línea usado principalmente por trabajadores migrantes, pero señaló tres posibles problemas: acceso restringido al mercado de la UE, una incapacidad para buscar talento en el extranjero –tres cuartas partes del personal de Azimo en Londres son no británicos– y la sensación de que el Brexit hará a Gran Bretaña un lugar menos atractivo para trabajar.

"Un lugar percibido como poco acogedor y aislado no atraerá al talento correcto", dijo Krupinska.

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