Por Jimmi Peralta, jimmi@elestudio@gmail.com

Un arpegio en secuencia y la voz de la cantante Claudia Miranda fueron los que rompieron el silencio en el escenario y llamaron a la quietud del murmullo que esperaba. Era el viernes por la noche en el auditorio Molière de la Alianza Francesa (Mcal. Estigarribia entre Estados Unidos y Brasil), y subía "Yerma", del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, bajo dirección de Omar Mareco.

Plantear lo actual de un texto como éste de Lorca seguirá siendo obvio en las siguientes décadas; sin embargo, la apuesta de Mareco pone, junto a otros trabajos suyos, esa lupa de narración sobre la mujer, su vida, su realidad, sus dolores, sus pesares, muestra ante los ojos del auditorio ese vivir de mujer que supera esa imagen de heroína estoica, padeciente de vida, y dice ahora de sus dolores, de sus condenas, pero también de sus deseos.

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"Nadie se casó con más alegría", dice el parlamento de Yerma, mientras se le apaga el brillo de los ojos de esa mujer que ve en su matrimonio su condena. "Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté", expresa en otra parte, un texto que en un par de décadas cumplirá un siglo, pero que hoy tiene situaciones análogas en la vida de la mujer.

Trabajos finos, como todo lo concerniente a la sonoridad de la obra, con percusión, armonización y música a cargo de Miranda, pusieron no solo el ambiente, sino también dialogaron en la puesta de "Yerma", que es, dentro de la escena local, materialmente, un teatro posible, sin lujos, pero de alto nivel.

Otros dos puntos fuertes de la realización de Mareco fueron el trabajo actoral, con Ada Angélica Martínez, Rochi Fernández y Silvio Rodas, que no soltó casi nunca la energía que necesita una tragedia con este peso; y la apuesta a lo diversas herramientas escénicas.

En varios momentos el escenario dejó permear sus fronteras sobre el auditorio, cosa que pasó de sorpresa, a pura sensación de invasión, y luego a cercanía.

Luces y uso del escenario, los tiempos y la danza aérea, dieron las demás patas que sostienen la obra. El público del viernes al parecer no esperaba ver una tragedia tan cruda, fue como tomada de sorpresa, que al cierre con los aplausos, no supo si pararse o decir algo, pero talvez sí se llevó algunas preguntas consigo.

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