Por: Javier Barbero

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Los seres humanos, en mayor o menor medida, estamos condicionados para poner la atención allí donde la sociedad lo indica. Para muchos, seguir tendencias y modas es un estilo de vida.Si observamos con atención, veremos que estamos bombardeados por infinidad de mensajes sobre cómo debemos ser, qué nos tiene que gustar, a dónde ir de vacaciones, qué dieta es la más adecuada y una seguidilla de "mandatos" disfrazados de invitaciones.

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Cuando sostengo que estamos condicionamos para poner la atención allí donde la sociedad lo indica digo que en cierto sentido somos menos libres de lo que pensamos. Hay estudios de neurociencia que determinan el condicionamiento que tenemos y lo que nos ocurre a nivel de percepción y conducta. Si bien no deseo presentar evidencias científicas al respecto, escribo esta columna porque juzgo que las personas cada vez tenemos menos capacidad de encontrar el interruptor interno para "parar".

Hay como una sensación de urgencia que nos hace no poder detenernos en nada y a veces en nadie. Yo mismo me descubro habitualmente comiendo algo exquisito sin saborearlo. O haciendo tres cosas a la vez sin estar en ninguna. Ahora mismo, mientras escribo esta columna, voy y vengo de la computadora a los mensajes que me van entrando en el teléfono incapaz de "estar" en una cosa a la vez.

Mi percepción es que para muchos el juego consiste en correr la carrera del hacer sin poder "sentir" mientras hacen. Se nos perdió la capacidad de interrumpir y parar. Para saborear. Para escuchar. Para tocar. Para dejar que el jugo de la mandarina corra por nuestra boca y el vivir se reduzca a la jugosa mandarina y lo que me pasa con ella mientras la como.Creo que detenernos a disfrutar, a sentir y a tener orgasmos sensoriales con lo que hay en el instante presente es un espacio de salud individual que puede balancear el acelere de estos tiempos donde todo es fugaz, descartable y efímero.

Se nos perdió la capacidad para parar. Y lo que no se aprecia, tácitamente, se desprecia.

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