Por: Tito Caro

La invitación decía ocho y media. Nos sentamos a la mesa a las once y media. Entre los extremos, amigo, te cuento la historia.

Llegamos, M.M. y yo, a la hora indicada. Llegamos a esa hora por insistencia mía que soy maniático con los horarios. Habré sido conductor de tren suizo en otra encarnación. Para M.M. lo escrito se interpretaba una hora más tarde. Porque llegamos en punto, los dueños de casa no estaban. Según el jardinero que nos abrió la puerta, terminaba de regar plantas, la señora estaba en la peluquería y el señor, en la oficina. Podríamos pasar a esperar. Fue lo que hicimos.

Mi amiga, que era amiga de los dueños de casa y que era la causa de mi invitación, conocía los entretelones del hogar. Sin que yo le preguntara, me desfiló tensiones familiares, guerras por herencia, pleitos judiciales, aceptaciones conyugales. Amigo, había condimento para hacer descreer del género humano y de su porvenir. Pero mi amiga, además de muy ilustrada en desabores de entrecasa, es cuentista mayor y en sus manos, o en su lengua vivaz, las aburridas aventuras de un pez de acuario ganan viso de epopeya de Moby Dick. Con decirte que no vi la hora y de repente, eran las diez y media.

Llegaban los invitados y llegaban los dueños de casa en puntual encuentro fuera de horario. ¿De qué se habló? De todo o de nada que es lo mismo en estas veladas. Yo rumiaba los cuentos de mi amiga y con el eco de sus palabras, filtraba, interpretaba, modificaba todo lo escuchado de viva vos. Lector, no te imaginas lo que puede ser una mano experta para guiarte por los laberintos de una conversación en salón.

Una curiosidad que me fue aclarada. La invitación recibida hablaba de "sport elegante". Sin entender el concepto, imaginé varias alternativas. Descubrí que cabe mucho en la interpretación. Había traje de gimnasia, había atuendo de pesca, había largo de palacio. Las perchas se sentían cómodas, por lo visto y la falta de algún espejo permitía la comodidad.

Comimos a las once y media. Era mala la comida. Nombres complicados para un desierto de sabores y texturas. No te cuento más, lector. Mi amiga ríe y me dice que es así y no es asado. Querida amiga.

Etiquetas: #Opinión

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