Aldo Benítez.

Si uno ingresa al barrio San Pedro y pregunta por Ña Valentina, quizá nadie la conozca. Uno puede dar más detalles y decir, por ejemplo, que es una de las líderes de la zona, que tiene una pequeña despensa y que es rubia, pero a lo mejor esta descripción tampoco nos sirve. Pero, si uno ingresa al barrio San Pedro y pregunta por Ña Rubita, entonces, uno se da cuenta de que todos en el lugar la conocen, desde los más antiguos pobladores hasta los niños.

Ña Rubita tiene 51 años y nació en la Chacarita. Vivió en el corazón de la "Chaca" muchos años y luego se mudó con su familia –integrada por su esposo Juan Fleitas y sus 4 hijos– al barrio San Pedro, donde vive hace exactamente 25 años. Conoce cada pasillo de este barrio y prácticamente a cada habitante. Dice que uno nunca se puede acostumbrar a vivir entre basura, miseria y marginación, pero que no queda otra. Nadie se acostumbra a vivir así, lo que uno hace es resignarse.

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Mientras Ña Rubita se prepara para hablar con La Nación, en la cabecera de un pequeño pasero que cruza el arroyo Las Mercedes, que abre el barrio en dos, y que más que un cauce de agua parece un vertedero clandestino, sirve además de hábitat para cerdos, pero también de cementerio para todo tipo de animales muertos, principalmente perros. Cuando eso ocurre, el olor, que ya de por sí es desagradable en el lugar, se vuelve todavía más hediondo. En estos mismos pasillos recorrieron, hasta hace meses, varios de los políticos que hoy ponen en duda aprobar el proyecto, lo que realmente indigna a los posibles beneficiarios.

A nosotros siempre nos discriminaron. Siempre fuimos marginados. Es lo primero que dice Ña Rubita, que está acompañada de María Ferreira, otra de las pobladoras de este lugar y que de sus 34 años, 20 los lleva viviendo en San Pedro. Para ambas, la oportunidad que se presenta con el proyecto San Francisco es única y anhelan poder acceder a una de las casas. Estas dos mujeres, en efecto, vienen trabajando desde hace años en el proyecto y aparecen en la nómina de 1.000 familias a ser beneficiarias. Ña Rubita conoce cómo nació el proyecto. Sabe cuándo y quiénes fueron las primeras autoridades que les mencionaron del plan, pero lo que mejor recuerda esta mujer –cargada de anillos en los dedos– son las veces que el proyecto quedó truncado. Que el sueño de tener una casa propia quedó en la nada.

Barrio San Pedro

El barrio San Pedro, anclado en la Chacarita, alberga a unas 600 familias. Desde hace años, los pobladores de este lugar viven en condiciones muy difíciles, pero la situación empeoró desde hace un año, a partir de la terminación de las obras de la Costanera, que dejó al barrio convertido prácticamente en una palangana. Con cada importante lluvia, el lugar se inunda y obliga a las familias a buscar lugares más altos para escapar de la crecida de las aguas.

En la zona de este barrio convergen cerca de 4 instituciones educativas. Una de las más cercanas al barrio es la escuela República de Cuba, que alberga, según los datos que maneja María Ferreira, cerca de 500 niños durante la mañana y alrededor de 300 estudiantes en el turno tarde. Ferreira conoce y maneja estos números porque trabaja como una de las referentes sociales del barrio. Está reconocida por la SEN y por la Municipalidad de Asunción para el efecto, ya que cuando se reciben las donaciones o alimentos, ella se encarga –junto a otros líderes– de repartir los víveres o los kits para que ninguna familia quede sin ellos.

Según Ferreira, el promedio, como mínimo de hijos por cada familia en el barrio es de cuatro criaturas. Aclara, no obstante, que muchos hijos ya son mayores, pero también hay casos en que son madres o padres muy jóvenes, incluso adolescentes, entonces siguen viviendo en la casa de la familia, ya con los hijos. Es decir, solamente en este barrio, cerca de 2.400 personas conviven entre sus pasillos y el gran basural que representa el arroyo.

"Ahora estamos trabajando con el proyecto Tekoporã. Tenemos mucha gente y se está depurando la lista", precisó Ferreira, que activa en muchos frentes. Dice que cuando uno vive en este tipo de barrios, estigmatizado y discriminado, no hay de otra que el trabajo colectivo que apunte a un bien común. Ella sueña, al igual que casi todas las madres de la zona, en poder brindarle a sus hijas adolescentes (de 14 y 15 años), así como a su pequeña criatura, una vivienda digna que pueda significar para ellas una mejor vivir. Por eso es que trabaja, ayudando en lo que puede en la comunidad y también pelea por lo suyo, para tener una casa propia.

Después de la última gran crecida del río Paraguay, a finales del año pasado, gran parte de la fisonomía del barrio San Pedro cambió. Las aguas llegaron hasta el techo de varias casas, cuyos ocupantes se vieron obligados a dejar el lugar y buscar refugios en sitios más altos. Una gran parte se instaló en el refugio San Felipe, ubicado en una parte de la Costanera y que alberga a unas 440 familias actualmente. Pero no todos los que están en este refugio son de San Pedro, ya que se decidió instalar allí a familias de San Felipe y San Vicente, también barrios chacariteños que, con la crecida del río, quedaron bajo agua.

A pesar de que pasaron ya más de siete meses de esta crecida, hay zonas en las que el agua todavía se mantiene y hace imposible que muchas familias puedan volver al barrio San Pedro. Pero, en el refugio San Felipe, la violencia es un elemento que ahuyenta a las familias, algo que –según Ferreria y Ña Rubita– no se vive en San Pedro, por lo que algunos igual volvieron, a pesar del agua.

PROYECTO RC4

Con total convicción y conocimiento Ña Rubita habla del proyecto San Francisco. Dice que ella, de muy pequeña, ya escuchó hablar del sueño de sus padres –cuando aún vivían en la Chacarita– y que desde entonces tiene la ilusión de contar con una vivienda digna. Asegura que ella, como paraguaya, tiene los mismos derechos y obligaciones que el resto y que lo único que ahora pide es que se le pueda dar esa oportunidad.

"Mis padres se fueron sin ver el sueño de tener una vivienda digna para la familia. Yo no quiero pasar por lo mismo, quiero, al menos, a mis 51 años, tener la posibilidad de que a mis hijas les diga, vean esto es nuestro, este es nuestro hogar", relató.

Hace diez años que Ña Rubita fue censada para el habitacional San Francisco. Indica que justamente, a pesar de que en algunas oportunidades ya parecía que iba a salir el plan, finalmente salía alguna traba burocrática que nuevamente echaba a perder el sueño. Mientras Ña Rubita cuenta su historia, dos niños juegan en el puente sobre el arroyo-basural. Caminan entre los desperdicios sin miedo, con la inocencia en sus ojos. Hay un enorme cerdo que come todo lo que puede entre ellos. Los niños, de no más de 10 años, hacen de este basural su parque de diversiones. Juegan, corren y se divierten. La casa de estos pequeños está al borde del arroyo y, como para facilitar el ingreso al cauce, tiene un pequeño portón que justamente da con el arroyo. A la mañana juegan, pero a la tarde van a la escuela, avisa su vecina.

Ña Rubita tiene una pequeña despensa en el barrio, que tuvo que cerrar obligada por la crecida del río. Su casa, bien equipada y con comodidades básicas, no está habitada porque siguen en el refugio San Felipe, debido a que ahora, con una fuerte lluvia, el arroyo rápidamente se desborda y el agua gana las casas. Es preferible esperar en el refugio.

POR LA FAMILIA

De sus 40 años, Lucio Benítez vive desde los 20 en San Pedro. Con su familia, dice que la oportunidad de tener una vivienda digna es un derecho fundamental para cualquier paraguayo y que aspira a eso. Don Lucio también es uno de los líderes del barrio y organiza constantemente las reuniones para dar a conocer los avances del proyecto a los vecinos que están inscriptos o que serán beneficiados con el plan RC4. "Si fallamos en esta, ya fallamos todo", asegura.

Lucio espera que las autoridades nacionales cumplan con el sueño de las familias y que principalmente cumplan con el rol que tienen, que es facilitar el derecho a cada paraguayo de tener una casa digna. En el último encuentro realizado con los vecinos, don Lucio cuenta que más personas se acercaron interesados en el proyecto y que la idea es juntar la mayor cantidad posible de vecinos conocidos para ir a crear una comunidad en San Francisco.

El proyecto que plantea Senavitat tiene previsto dotar de 1.000 viviendas a familias de escasos recursos en un barrio modelo, a construirse en el predio militar de la Caballería RC4 en Zeballos Cué. El viernes último, la Municipalidad de Asunción aprobó finalmente los planos para la construcción de estas casas.

Los pobladores de San Pedro sueñan con cambiar sus vidas. Vienen de soportar durante años la dureza del calor del verano en sus espaldas, que sus techos de eternit o de chapa no amortiguan en las noches. Vienen de soportar la crudeza del frío en el invierno, que sus paredes de tabla o madera no logran disminuir. Vienen de correr en noches o madrugadas del raudal que lleva sus pocas pertenencias en cada tormenta que cae. Vienen de ser excluidos de un sistema desde hace años. Por eso hoy quieren dejar de correr de la marginación y la discriminación y construir desde una vivienda nueva, una vida más digna.

"Uno nunca se puede acostumbrar a vivir entre basura, miseria y marginación, pero que no queda otra". Ña Rubita.

"Si fallamos en esta, ya fallamos todo". Lucio Benítez.

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