Maracay, Venezuela. AFP.

En un solo día, Félix Rodríguez puede padecer todas las carencias de Venezuela juntas: alimentos, luz, pañales para su suegro y artículos de limpieza que vende en un pequeño local. Pero en la crisis venezolana pueden caber más frustraciones. Cuando llegó en autobús al centro electoral de Maracay, una ciudad a 105 km al sur de Caracas, Rodríguez explotó. "!No voy a poder validar mi firma!". La fila del descontento con el presidente Nicolás Maduro serpenteaba a lo largo de varias cuadras bajo un calor de 30 grados centígrados. Las colas se convirtieron en la expresión más dramática de la crisis, pero esta semana fueron el hervidero del rechazo a un gobierno socialista que, a su vez, le achaca los padecimientos a la burguesía que le declaró una "guerra económica".

Dependientes de la renta petrolera, los venezolanos deben esperar horas para comprar productos de consumo básico que llegan a cuentagotas a los expendios cada vez más vigilados por policías y militares.

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La escasez se agravó cuando la cotización internacional del crudo cayó y el gobierno reforzó el control de divisas para la importación.

Simultáneamente, los precios al consumidor se dispararon al punto que hoy Venezuela tiene la inflación más alta del mundo (180,9% en el 2015).

La oposición apoya un referendo revocatorio contra Maduro elegido por seis años hasta el 2019. La iniciativa deberá superar varias etapas antes de concretarse. "Dejé de trabajar corriendo riesgo", dice Rodríguez, padre de dos hijos y secretario público de Magdaleno, una pequeña población de artesanos del estado Aragua que hoy gobierna el chavismo. Líderes oficialistas blandieron la amenaza del despido contra los funcionarios de mediano y alto rango que apoyan la consulta.

Hacia el revocatorio, pero sin ruido

El día previo Felix Rodríguez cuenta que trabajó hasta la una de la tarde, debido al racionamiento eléctrico impuesto por el gobierno y que recortó la jornada laboral del sector público. Al regresar a casa notó que ya no tenía arroz ni harina para hacer arepas, y que solo le quedaba un poco de pasta. La leche y la carne se ven de vez en cuando en la nevera. Su esposa y uno de sus dos hijos, Diego –de 22 años–, le ayudan en el pequeño local. "En mi negocio los precios todos los días suben, además hay escasez", comenta. Rodríguez se llenó así de motivos para pedir un cambio de gobierno. Pero muchos llegaron antes que él a poner su huella de descontento y, además, le explicaron, la jornada de validación comenzó con retrasos por un corte de luz en el centro electoral. Pero no podían protestar con ruido. Las autoridades advirtieron que el proceso podía suspenderse por alteraciones del orden público.

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