Por Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza20@hotmail.com

Es absolutamente necesario unir las ideas con los acontecimientos cotidianos de la vida. Finalmente, todo fluye a través de ellas. Platón habló de dos mundos independientes, pero relacionados y los identificó como el mundo imperfecto y fugaz de las cosas materiales y el otro, como el mundo perfecto y eterno de las ideas. A esto se lo bautizó como dualismo ontológico, en donde se encuentran el mundo sensible y el mundo inteligible. Nada puede suceder si antes no fue concebido como idea. Todo está íntimamente conectado. Todo se crea y al constituirse como tal se aprende a reconocerlo en el espacio y el tiempo en que aparece. Entonces cada acto es precedido por la creación de una idea que le ha dado lugar a que pueda materializarse. Hablamos y lo enmarcamos en todos los casos en donde el ser humano actúa con discernimiento, intención y libertad. En donde tiene plena conciencia de su capacidad de generar ideas.

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Se define a la idea como la representación mental de algo, ya sea material o inmaterial, real o imaginario, concreto o abstracto, a la que se llega tras la observación de ciertos fenómenos, la asociación de varias representaciones mentales y la experiencia en distintos casos. También se identifica a la idea como la noción elemental o conocimiento general de algo.

Es el tiempo de las ideas prácticas. Hay que generar mentalmente representaciones posibles de vivir. Lo imaginario vivible, hecho realidad. Hay que creer en eso que se piensa. Hay que pensar de forma favorable lo que se imagina.

El mundo de las ideas necesita difundirse, y para ello uno de los caminos es estimular su producción. Hay que fomentar la creación de ideas y hay que acercar su conceptualización al plano de lo concreto, de lo simple, de aquello que puede vivirse de forma natural. Hay un solo mundo y está constituido por cada idea que damos a luz. Y la idea es dar a luz representaciones que permitan nuestro crecimiento. Que nuestras ideas iluminen nuestro camino; que lo hagan visible, transparente, extenso y amplio.

Es el tiempo de las ideas prácticas. Hay que generar mentalmente representaciones posibles de vivir. Lo imaginario vivible, hecho realidad. Hay que creer en eso que se piensa. Hay que pensar de forma favorable lo que se imagina. No hay imposibles, hay creencias que impiden quizá lo que está muy cerca. El mundo perfectible necesita de buenas ideas que incentiven la potencialidad de quienes lo habitan. Es una causa universal que se puede pregonar desde cada persona y en todas las sociedades. Lo real alguna vez fue imaginario, entonces podemos construir una comunidad dispuesta a vivenciar sus mejores ideas. Hay que hablar del mundo de las ideas, es eterna la influencia que ejerce en la historia de la humanidad. ¿Qué ideario colectivo compone la identidad de la sociedad en que vivimos?

La generalización planteada invita a indagar el plano individual, ¿qué ideas motivan nuestros días?, ¿qué impacto producen en nuestra estima?, ¿cómo influyen en nuestras relaciones?, ¿hacia dónde va dirigida la observación de los fenómenos del día a día? Hay más preguntas, todas las que quiera hacerse. La autorreflexión es una gran compañera de la sinceridad. Podemos detectar cuáles ideas son fructíferas y cuáles deberían dejar de ser protagonistas. Las que ayudan a crecer hay que alimentarlas y una manera de hacerlo es asociándolas con otras que entusiasmen con su existir, como así también con otras de quienes nos acompañan al vivir.

La experiencia es una fuente de sabiduría. Su puesta práctica deja notables enseñanzas, por lo que hay que darle relevancia a lo que nos quiere decir. Somos responsables de lo que ideamos y de lo que hacemos con lo ideado. Al razonar sobre lo vivido podemos asumir nuevos desafíos y decidirnos a erigir un conjunto sólido y propicio de ideas que demarquen el andar periódico.

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