Por Alex Noguera

Editor/Periodista

Hoy comienza el invierno, y sin embargo el frío es herencia del ayer, del otoño que se va. Los que leen los días que vienen, los meteorólogos, dicen que los vientos helados y las escarchas jugarán a cuál de los dos llega primero, como en una pista de carrera sobre la piel desnuda de los pobres.

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Se marchó la vieja estación, pero nos deja una marca en el almanaque de los recuerdos imborrables. Es como el remake de una película realizada hace casi 40 años llamada "El asesinato de Anastasio Somoza", cuando el frío del miedo nuevo congelaba a la sociedad paraguaya con términos inéditos como "rastrillaje" o "atentado". Con ropas de lentejuelas, la muerte vino en 1980 a Asunción e impactó con su show. Claro, no hubo aplausos.

Se va la estación de las hojas que juegan con el viento, pero nos queda el frío del miedo viejo, un espectáculo muy moderno al estilo Hollywood. En el guión de las películas, los protagonistas eran extranjeros, cabezas de familia ambos, pero de diferentes tipos de familias. Esta vez no fue una bazuca de un solo tiro, sino una poderosa ametralladora de infinitas descargas que derriba aviones; no fue en la capital, sino en la frontera; no fue una venganza, sino un trámite; no fue el final, sino un comienzo.

Los que entienden de cine dicen que generalmente las segundas partes no son buenas. Pienso que tienen razón. El actual estreno presenta una producción mucho más costosa que la primera, quizá porque la taquilla, es decir la recaudación que tendrá, también será mucho mayor.

Los que entienden –esta vez no son meteorólogos– dicen que con la muerte de Rafaat las organizaciones criminales del narcotráfico tienen vía libre, que las drogas provenientes de Bolivia pasarán por Paraguay y habrá fiesta en Brasil. Y claro, a las autoridades vecinas no les gusta ese tipo de fiestas y están preocupadas. Muy preocupadas. Dicen que de momento, con todo el escándalo de las megacoimas en la política verdeamarela, el escenario está "distraído", pero que una vez que se aclaren las aguas, esto del narcotráfico en la frontera será tomado como se debe. Se precian de ello. Basta decir que el día en que asesinaron al exitoso empresario de frontera en Pedro Juan, y que mientras la Policía paraguaya respondía con sus revólveres 38 reglamentarios o sus más sofisticadas pistolas 9 mm a las AK 47, Fal y .50, en Ponta Porá, a 50 metros de la línea internacional, dos tanques estaban prestos para operar.

Mientras que la Policía paraguaya de frontera suma denuncias por retener ilegalmente a turistas y exigir coimas, mientras los antinarcos por error truncan la vida de una niña de 3 años y la de toda una familia, en Brasil se preparan en serio para operar porque consideran al narcotráfico un problema de Estado, no uno cualquiera.

La semana que se fue también nos deja el problema y la solución; fue cuando el Cones, el MEC y Aneaes se sinceraron y debatieron sobre cómo enfrentar la estafa a los jóvenes universitarios paraguayos en su educación. Debería ser la punta del iceberg para que las autoridades hablen no solo de encarcelar a los que mal utilizan el dinero que debía ser utilizado para educar a los niños, para reparar aulas y profesionalizar a los jóvenes para que trabajen y no caigan en la adicción de las drogas o en el tráfico, sino que para que los educadores también entreguen más, porque lo que se ve sobre el espejo de la laguna es reflejo de lo que hasta ahora dieron. Y no alcanza.

El dedo apunta a los niños burros, a los jóvenes incapaces, pero ese dedo tiene un comienzo, tiene un responsable de no haber transmitido la sabiduría necesaria, como era de esperarse.

El invierno llega y los meteorólogos dicen que será frío, implacable como la guerra contra el narcotráfico, al que se lo enfrenta con balas, libros y oportunidades. Los entendidos hablaron de un largo invierno y se olvidaron de mencionar que después siempre llega la primavera. Pero eso será después de mañana.

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