Rodeada por una geografía singular, Iquique está enclavada en la costa, de cara al océano Pacífico, en el norte de Chile. Con el desierto de Atacama, la Cordillera de la Costa y las pampas del Tamarugal como marco perimetral, la ciudad permite vivir un sin fin de experiencias. Aventura, relax y alta cocina... relato de un descubrimiento de La Nación Digital, de la mano de Amaszonas Paraguay.
Los paraguayos estamos acostumbrados a nuestro territorio verde (cada vez menos poblado de árboles, pero vergel en fin). Nos sentimos sobrecogidos ante el mar, ante el desierto -cuya aridez no se parece a la del Chaco- y ante las cordilleras con alturas que superan a nuestros cerros. Con esos elementos tan ajenos a nosotros ahora relaciono a Iquique...y con muchas otras cosas más.
En un viaje realizado de la mano de Amaszonas, la ciudad nos recibió ávida de mostrarnos sus encantos. Reveló su verdadera identidad y desmintió así una creencia extendida en Paraguay: Iquique no es una inmensa exposición de autos importados de Japón que esperan el cambio de volante para llegar a las calles de los rebacheos constantes. Iquique es una ciudad vibrante y multicultural.
El centro histórico de esta urbe de la Región de Tarapacá permite al viajero vislumbrar un pasado señorial, industrioso y europeizado. En Iquique se conservan edificaciones de la época del auge de la explotación del salitre -una mezcla de nitrato de potasio (KNO3) y nitrato de sodio (NaNO3)- que se utiliza para cosas que van desde fertilizar la tierra y conservar alimentos hasta fabricar explosivos y generar vidrio. Se destacan, el Palacio Astoreca, el Casino Español, el Teatro Municipal y una torre con reloj rodeada de fuentes con aguas danzantes. También hay varias ferias que recogen las artesanías de los propios y migrantes. En la zona hay gran afluencia de bolivianos, peruanos, y últimanente, también de colombianos.
La Zona Franca de Iquique y su puerto, también son un gran atractivo turístico. Gracias a la expansión de esta plataforma de negocios regional también se ha ampliado el abanico cultural, y por supuesto se sumaron paraguayos a los habitantes de este sitio que los lugareños describen de "eterno verano".
Su clima templado, el movimiento comercial e industrial, la buena infraestructura hotelera, la variada gastronomía y la oferta de entretenimiento (que incluye hasta un show con lobos marinos para chicos y grandes), convierten a la ciudad en sí en un destino bastante acogedor. Aunque Iquique también puede ser un buen punto de partida para conocer Pica (un oasis que tiene producción de cítricos), el salar de Huasco, y las sulfurosas termas de Mamiña. En Camiña, están los petroglifos (diseños simbólicos grabados en rocas) que -según explican los pobladores- los arqueólogos no han logrado descifrar. Quienes tengan una curiosidad más paleontológica se sentirán a sus anchas, pues en la región se conservan huellas del paso de los dinosaurios en algunas partes. [Todas esas aventuras nos quedan pendientes para otra oportunidad]
El show de los lobos marinos. #LanacionpyEnIquique #viajamos con #amaszonaspy Un vídeo publicado por La Nación Digital (@lanacionpy) el 11 de Jun de 2016 a la(s) 5:55 PDT
SABOR A MAR, CON INFLUENCIA ORIENTAL
PLATO DE FONDO. Albacora con "quinoto" (risotto de quinoa) y salteado de vegetales y salsa de camarones acompañado de vino blanco. #LanacionpyEnIquique #viajamos con #amaszonaspy Una foto publicada por La Nación Digital (@lanacionpy) el 10 de Jun de 2016 a la(s) 11:48 PDT
Comer bien es un placer (al menos para mí) y se puede decir que Iquique me llevó por caminos que no pensé transitar. Soy de las que rechaza el pescado y los mariscos en todas sus formas (salvo el chupín de surubí que hacían en mi casa), pero durante mi estancia en la ciudad-puerto decidí que romper mis esquemas. A poco de llegar, paramos a almorzar en el Hilton Garden Inn, cuyo menú logra fusionar los sabores locales con la alta cocina internacional. Empezamos con el Pisco Sour -bebida que es todo un asunto de estado y que estuvo en pugna con Perú- como aperitivo y pronto apareció el Mix de hojas verdes con prosciutto, pastrami y maíz baby. El plato principal consistió en albacora con "quinoto" (risotto de quinoa) y salteado de vegetales y salsa de camarones, acompañado de vino blanco. El postre, mousse de chocolate con menta, piña y delicatessen de chocolate blanco. Cerramos con un café. Cuando quise saber más sobre la elaboración de los platos, Juan Saint Germain -Gerente de AA&BB del hotel- me sonrío y amablemente me dijo que son parte de los "secretos del chef". Para conocer opciones de comida nikkei (un mestizaje gastronómico peruano-japonés) se puede llegar hasta el Spark Hotel o hasta Ebisu Sushi Bar . Allí se sirve tempura, ceviche, papas a la huancaina, sushi y delicatessen marítimas. "Aquí no se come el sushi que se hace en Japón, que es muy simple, sino unas propuestas elaboradas con la influencia internacional y regional", mencionó Patricio Vergara, propietario del lugar. Si la idea es cononer algo más típico del lugar, El viejo Iquiqueño es la elección adecuada. Una empanada de cangrejo y queso es ideal para la entrada, y desde allí ir por cosas más atrevidas como pulpo, cazuela de mariscos, pastel de jaiba, locos y otros bichos oceánicos. También se pueden beber unos tragos y comer erizos en la zona social del Terrado Suites, todo con vista al Pacífico.
CAJA NEGRA DE UN VUELO EN PARAPENTE
Una opción para quienes buscan adrenalina es el vuelo en parapente. Desde el punto preferido por los profesionales en Alto Hospicio hasta Playa Brava, hay 20 minutos de suspensión en el aire -a unos 600 metros de altura- que permite tener una gran vista de la ciudad. Yo volé con Javier Gómez, un piloto e instructor con 20 años de experiencia, iquiqueño de raíz, como el mismo recalcó. Estricto, disciplinado y serio , me dio todas las instrucciones previas: "Se corre mientras haya suelo", "No te sientas hasta que estemos arriba", "Me indicas que me escuchas cada vez que te pregunto algo. La comunicación es muy importante" y las advertencias: "A él no lo tomas por nada del mundo". Se refería al asistente que corrío con nosotros los primeros pasos y que (obviamente) no tenía que "llevar puesto". Ya en el cielo me señaló el Cerro Dragón (la mayor duna en una ciudad), cuya forma recuerda al ser mitólogico. Yo -mientras miraba- decidí preguntarle todo. Así me enteré que casi todos los días son aptos para volar en Iquique, pero que pueden presentarse días ventosos en los que se prioriza la seguridad. Javier hizo su primer vuelo por curiosidad y desde entonces no ha parado. Hasta Alto Hospicio llegan grupos de todo el mundo para aprovechar las corrientes de aire, según me mencionó. Los pilotos de parapente conforman en Iquique un grupo compacto, pero libre. Algunos se dedican enteramente a instruir a otros en esta actividad deportiva y otros tienen otras actividades. ¿Cuánto le cuesta a un profesional equiparse? Alrededor de unos US$ 5000, con la silla para acompañante incluida. Los domingos se dan los vuelos más recreativos para quienes gustan de una experiencia única. El paseo de instrucción con Parapente Iquique tiene un costo promedio de US$ 65, más US$ 15 de las fotos y el video que son tomados con la GOPRO que lleva cada piloto con ayuda del ya infaltable "palo selfie".
Llegamos a Iquique gracias a @AmaszonasPy y decidimos vivir otra experiencia en el aire. https://t.co/ETh7aAwfCB
Diario La Nación (@LaNacionPy) 17 de junio de 2016
MEMORIA DE AGUA
Cavancha (en aimara: q'awancha, 'zanjón a arroyo', según la Wiki) es junto con la Playa Brava, uno de los mayores atractivos de Iquique. Sus aguas son fiel espejo del firmamento. Pasan del gris tenue, reflejo del cielo perpetuamente nublado de este lugar en el que nunca llueve (Iquique está en zona desértica, pero dentro de la influencia de la Corriente de Humboltd), al turquesa del día despejado, o al rosa violáceo de belleza crepuscular. El domingo es el día ideal para disfrutar del paisaje, de los largos paseos y porqué no, del surf. Iquique es para disfrutar, así de simple. Lo que no se pudo decir en palabras, lo completarán las fotos.