Unas 12 cuadras carga Don Arsenio a su hija para llevarla a la escuela

Antes de las 7 de la mañana, don Arsenio carga en sus hombros a Samira, su hija de 11 años, y camina más de 12 cuadras para llevarla hasta la escuela Elisa Alicia Lynch, desde su casa temporal, ubicada en la zona del Ferrocarril. Samira perdió hace dos años la movilidad de sus piernas luego de una enfermedad que ni los doctores pueden determinar. El sueño de la niña es seguir estudiando y llegar alguna vez a la universidad, anhelos que don Arsenio se compromete a ayudarla a cumplir.

Don Arsenio Zárate tiene 48 años y vivió toda su vida en la Chacarita, cuyos pasillos y habitantes conoce como pocos. Allí conoció a Amelia Leguizamón, su esposa y madre de sus cuatro hijos. Allí vivió su niñez y adolescencia y palpó las carencias que traen no tener oportunidad para aspirar a un mejor empleo, a una mejor educación. Hizo, con el tiempo, de las calles del microcentro, su única fuente de trabajo. "Siempre trabajé en la calle, haciendo de todo, pero hace un buen tiempo que trabajo cuidando coches y más que nada, lavando los vehículos de los patrones de la cuadra", cuenta don Arsenio.

Los "patrones de la cuadra" son los dueños de los vehículos que estacionan sobre Benjamín Constant, en pleno centro asunceno, que es "la cuadra" de Arsenio para el cuidado de los rodados, junto a su hermano José. Durante el tiempo de la charla con don Arsenio, se puede ver que todos los automovilistas le saludaban con cariño y respeto, además del pago correspondiente; G. 10.000 por lavado y cuidado.

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Podría ser que una de las razones del trato cordial con don Arsenio es que él y su hermano están hace más de 15 años trabajando en esta cuadra, y quienes frecuentan esta avenida –entre 15 de Agosto y 14 de Mayo– son prácticamente las mismas personas. "Imagino que dejaste limpio como siempre" le dice, por ejemplo, una señora que trabaja en la zona, dueña de un lujoso vehículo y que encarga, cada dos o tres días, el lavado de su camioneta a don Arsenio o a José.

"Son casi todos conocidos nuestros los que nos dejan sus vehículos para hacerles el lavado. Gente que trabaja en las oficinas de los edificios y que viven en departamentos cercanos, hay confianza porque saben que trabajamos honestamente y no cobramos caro", explica don Arsenio, mientras José prepara un poco de asado y choricito para pasar el viernes, en plena vereda de Benjamín Constant, que se va quedando vacía.

La familia de don Arsenio y doña Amelia la completan Derlis (18), Diego (13) y Jenifer Luján (10). Vivían hasta mediados del año pasado en la Chacarita, pero debido a la inundación por el crecimiento del río Paraguay, se vieron obligados a migrar. Avanzaron, metros más arriba, hasta llegar a la zona de los refugios que está cerca del Ferrocarril. Allí están instalados, en forma precaria, esperando volver a sus casas.

"Perdimos casi todo lo que teníamos porque justo cuando Samira empezó a tener problemas, el agua agarró nuestra casa. Rescatamos algunas pequeñas cosas, pero estamos todos juntos y es lo que vale", reflexiona don Arsenio. Agrega, además, que la idea de contar con una casa en el proyecto RC4 es algo que les interesa muchísimo, pero que hasta ahora no fueron censados ni saben a quiénes recurrir para poder pelear por una casa en dicho proyecto.

LA MOTIVACIÓN DE SAMIRA

Don Arsenio es consciente de que hay una sola fórmula para que sus hijos tengan un mejor porvenir, que no tengan que rebuscarse en la calle por trabajo y que es con la educación. En eso piensa cada mañana cuando tiene que cargar a Samira para llevarla a la escuela Elisa Alicia Lynch –que funciona temporalmente en el patio del Congreso– y para ir a buscarla nuevamente, siempre a sus hombros, caminando más de 1 kilómetro. Esa es su mayor motivación.

Hasta hace dos años atrás, Samira no tenía problemas para movilizarse con sus piernas. De acuerdo con lo que relata don Arsenio, su hija llevaba una vida similar a la de cualquier otra niña de su edad, pero todo empezó a cambiar cuando tuvieron que internarla, a principios del 2014. Parecía un simple problema respiratorio. "Supuestamente íbamos a quedarnos unos días, pero después no se recuperaba, no se ponía bien. Yo la verdad no entiendo bien qué tiene ella, pero en el hospital me dijeron que por un problema se le endurecieron las piernitas. Pero que con una cirugía se puede poner bien", señala don Arsenio. Debido a esta situación, la silla de ruedas que tiene no le soluciona el problema para movilizarse, ya que la posición en que quedaron las piernas de Samira hacen que la misma no quepa en la silla.

Estuvieron primero en el Hospital de Barrio Obrero y luego en el Hospital Nacional de Itauguá, para finalmente terminar en Clínicas de San Lorenzo, donde todavía siguen con el tratamiento. También, para llegar hasta Clínicas, don Arsenio la lleva cargada a sus hombros y en colectivo para poder cumplir con el cronograma. Para don Arsenio, expresar las explicaciones médicas le resulta complicado. Lo que sabe y sufre es que ve a su hija hace dos años sin poder caminar, después de un problema que en principio parecía algo que no tendría mayores complicaciones. Pero don Arsenio ya no quiere saber qué paso. Ahora está enfocado en lo que podrá ser, en lo que se puede hacer con Samira, para darle un futuro mejor.

"Ella sabe todos los días que se tiene que ir. Se esfuerza por caminar, pero le resulta imposible. Es muy ordenada en eso, cumple con las tareas de su escuela, con sus días de tratamiento y los sábados la llevo a su catecismo, porque le gusta mucho", cuenta el papá.

LA ESCUELA

Debajo de esas carpas temporales que hoy hacen a la escuela Lynch, Samira es feliz. Lo confirma el director de dicho centro educativo, Juan Carlos Pérez. "Para nosotros, la historia de Samira y su familia es un ejemplo. Ella viene siempre, o casi siempre, a pesar de todos los inconvenientes y cumple siempre con todo lo que se le pide en cuanto a tareas y cosas así", explica Pérez, que también hace un punto aparte para referirse a don Arsenio. "Valoro que se esfuerce tanto para que su hija pueda seguir estudiando, para que todos sus hijos estudien", menciona el director Pérez.

La emblemática escuela Elisa Alicia Lynch funciona en el patio del Congreso Nacional desde que fue desplazada de la zona de la Chacarita por la subida del río Paraguay, a principio de año. Actualmente, a este centro educativo asisten 267 niños, la mayoría de la zona de la Chacarita. No obstante, según confirma el director, tienen alumnos que vienen de otros barrios alejados e incluso de la ciudad de Limpio, ya que los chiquitos vienen acompañando a sus padres que trabajan en el centro.

"Estamos esperando que se concrete el proyecto para la remodelación de nuestra escuela. Nos dijeron que eso se iba a concretar, mientras tanto aquí tenemos todo. Servimos el almuerzo a los chicos todos los días y estamos cumpliendo con todas las cargas horarias", refiere el director.

Entre estos 267 alumnos, Samira y su hermana Jenifer Luján comparten el quinto grado. Samira, debido a sus problemas por las internaciones de los años anteriores, perdió un año de clase. Pero como cuenta don Arsenio, este año ya hubiese sido imposible decirle que no iba ir a la escuela porque estaba muy esperanzada de poder volver y reencontrarse con sus amigas.

Un especialista imposible

Don Arsenio comenta que Samira puede volver a caminar, pero que para ello tiene que someterse a estudios con un especialista que, según le informaron en los hospitales, no existe en el país. Dice que, junto a otros familiares, enviaron fotos de las radiografías de las piernas a hospitales en Argentina y que tuvieron respuestas positivas, pero que para poder realizar esta cirugía requieren la aprobación médica aquí y lo otro no menos importante, los recursos económicos, algo que actualmente es imposible conseguir para hacer viajes y otros gastos.

Mientras tanto, don Arsenio seguirá cargándola en sus hombros y encaminándola hacia sus sueños.

Etiquetas: #Día del Padre

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