Por Alex Noguera

Editor / Periodista

Ayer 12 de junio no solo recordábamos la firma del Protocolo de Paz que daba por terminada la Guerra del Chaco, sino que también el Día Internacional contra el Trabajo Infantil. La guerra entre Paraguay y Bolivia terminó hace 81 años y, sin embargo, las batallas en el otro ámbito aún continúan.

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El resultado de una de estas escaramuzas las dio la semana en Ginebra el ministro del Trabajo, Guillermo Sosa. En la 105ª Conferencia Internacional de la OIT se refirió a la grave situación de niños que deben trabajar para sobrevivir sin siquiera poder acceder a sus derechos básicos y anunció que en los últimos 5 años, en Paraguay la cantidad de menores trabajadores se redujo 6,3% y destacó que, incluso, este porcentaje en el área rural disminuyó aún más, llegando al 12%.

Recientemente una muy dura victoria también consiguió otro postergado sector, el del servicio doméstico, con la Ley 5.407/2015. Y es que, entre los avances más importantes para las aproximadamente 255.500 personas, en su mayoría mujeres, que hasta el año pasado realizaban estas labores, la retribución salarial pasó de G. 729.622 a G. 1.094.000.

Estas novedades se suman a la serie de satisfacciones logradas últimamente en el campo laboral, iniciativas que hasta hace poco parecían impensables. Un ejemplo de esto es la inclusión de ex reclusos a la cadena de Supermercados Pueblo, que brinda una oportunidad a los que –en general– la sociedad niega.

Coyunturalmente, hace tres días esta misma sociedad se conmocionó al enterarse que en el trágico incendio desatado en Tacumbú, un guardia, y no cualquiera, Blas Gaona Acosta, jefe de seguridad de la cárcel, segundo al mando, perdió la vida de forma heroica salvando a presos. El mensaje fue claro. No los despreció, no hizo la vista gorda. En dramáticas idas y vueltas para rescatar a los que consideraba hermanos para darles la mano, el velo negro del humo desvió su camino y lo condujo hacia el cielo.

Gaona cumplió su deber más allá del límite que impone un reloj marcador en la entrada. Se entregó como muchas veces lo hacen esos otros que también son relegados y esperan una chance para demostrar su capacidad y agradecimiento: los discapacitados.

Estos también, este año por primera vez en la historia del Paraguay, tuvieron una feria de empleos en la que se presentaron para solicitar un trabajo, una remuneración y sobre todo la dignidad que otorga poder ganar el pan diario de forma honrada.

Ellos saben de infinitas horas de ilusión, de miles de instantes de decepción; conocen el sabor de la injusta derrota y de la fe que los lleva a levantarse cada vez que una puerta se les cierra. Por eso se entregan en el trabajo como el guardia Gaona, dando más que los demás, porque conocen el valor del trabajo.

Ayer recordábamos los 81 años de la firma del Protocolo con Bolivia, pero las movilizaciones en la paz continúan. Ya no son soldados cargando fusiles, son jóvenes llevando currículum; no son kilómetros y kilómetros andados por las peligrosas picadas del Chaco, sino las filas en la calle para conseguir una entrevista; no es la oración para que una bala enemiga jamás llegue, sino la plegaria para recibir la llamada de una empresa que desea contratar; ya no es la sed de agua que quema la garganta, sino la de la herida que duele cuando la esperanza flaquea.

Cada año miles de bachilleres se reciben y a sus 18 años buscan la oportunidad del primer empleo, de ese inicio de camino que sustenta la autoconfianza, de una familia, de un futuro. Solo quienes asistieron a una de las muchas ferias o "expoempleos" que se desarrollan en el país actualmente pueden dimensionar lo que eso significa para los jóvenes paraguayos. Oportunidad. Fuerza. Esperanza.

La vida es una lucha diaria, un ventilador con aspas de paz y de guerras que oxigena nuestros pasos, cada experiencia. El trabajo es la trinchera en la que el soldado participa no para matar, sino para elevarse como ser humano, para servir a los demás y proveer a la familia.

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