Por Antonio López

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La Policía Nacional, por su rol constitucional, debería ser una de las instituciones más transparentes del país. Sin embargo, lamentablemente, está infectada de corrupción como lo están otras instituciones públicas que hasta hoy no pueden desprenderse de ese flagelo que viene carcomiendo las estructuras y cuyo principal perjudicado es el ciudadano.

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Pero en el caso específico de la institución uniformada, en los últimos días nuevamente saltaron hechos que en un momento inclusive hicieron temblar a la cúpula que, por ahora, sigue en pie aunque al borde de la cornisa. La supuesta venta de "identidad" por parte de funcionarios del Departamento de Identificaciones a uno de los narcos más buscados hoy día en toda América agregó una gota más a la ya muy gastada imagen de la Policía Nacional.

El argentino Ibar Esteban Pérez Corradi está siendo buscado –especialmente por la Justicia de su país– por ser considerado el cabecilla de un triple asesinato en el marco del tráfico de efedrina, pero sin embargo y "gracias" a la "gentileza" de funcionarios uniformados del Departamento de Identificaciones de nuestro país se mueve en territorio nacional bajo la identidad de Miguel Ortega Molinas, una persona que falleció hace unos 14 años.

Es cierto, por el caso dos suboficiales de la Policía Nacional, David Nicolás Benítez Meza y Luis González, están detenidos e imputados, en tanto que quien fuera jefe del Departamento de Identificaciones en el momento de ser descubierto el hecho, comisario Gilberto Gauto Ramírez, fue destituido del cargo.

Bien hasta aquí el caso Pérez Corradi. En tanto en las últimas horas salió a luz un nuevo caso en el que dos efectivos policiales estarían involucrados en la adulteración de pasaportes. Este nuevo hecho tuvo como protagonistas a otros dos suboficiales de la Policía Nacional, Julio Alegre y Cirilo Amarilla, quienes ya están detenidos junto a un gestor tras concretarse la venta de siete pasaportes que, según los datos, iban a ser adulterados para ser vendidos a ciudadanos extranjeros.

Dos hechos concretos que muestran cómo se "maneja" la corrupción dentro de la Policía Nacional. Dos hechos concretos que, de no recibir una ejemplar sanción, y de un profundo compromiso de las autoridades nacionales de no permitir más este tipo de situaciones, podrían ser una constante y llegar hasta límites insospechados.

Lamentablemente uno de los casos por el cual nuestro país es conocido en el mundo es justamente este, el de la "facilidad" para conseguir pasaportes y cédulas de identidad por parte de ciudadanos extranjeros que en la mayoría de los casos tienen frondosos antecedentes, pero no precisamente limpios.

Y no se debe olvidar que la "corrupción" policial no solo tiene que ver con el tema de las documentaciones, sino que es constante el hecho de ver involucrados a efectivos policiales en ilícitos cometidos justamente contra una ciudadanía que tendría que estar custodiada por los uniformados.

Es cierto, la tarea de la limpieza definitiva de esta importante institución quizás no se pueda dar de un día para otro, de un año para otro, pero en un momento se debe comenzar y el momento necesariamente tiene que ser este. El Gobierno, las autoridades nacionales –especialmente el Ministerio del Interior– y la propia cúpula policial deben ponerse manos a la obra para iniciar el trabajo. La tarea desde ya no será sencilla puesto que el flagelo está muy metido en la institución, y es posible que desde dentro mismo de la Policía se pongan trabas a la rueda, pero hay que hacer, no queda otra si se pretende mostrar una nueva imagen, un nuevo rostro del país hacia otras latitudes.

No puede ser que el Paraguay siga siendo "un lugar seguro" para personas que son requeridas por distintos países y no precisamente por un buen comportamiento. Tiene que haber un límite, y este debe ser, entre otros, la profunda limpieza dentro de la Policía Nacional.

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