Por Marcelo A. Pedroza
COACH – mpedroza20@hotmail.com
Es poderoso lo que puede hacer. Tiene tantas manifestaciones posibles, que con el solo hecho de detenerse en alguna de ellas se abren otras demostraciones de su vigoroso alcance. Y sus secuencias son inagotables. No paran, están y se presentan una y otra vez. Forma parte de una fuente caudalosa de creación. Se retroalimenta imparablemente. Existe efusivamente o silenciosamente. Está arraigado y fluye en cada vida. Es el pensamiento.
Su significado es amplio, puede identificarse como una cualidad que posee el ser humano; también como la capacidad que detenta cada persona para crear ideas y representaciones de la realidad en su mente, relacionando unas con otras. Su amplitud es proporcional a la realidad, esta última es gigantesca. Está compuesta por todos los actos que suceden, que se realizan, que se materializan, que surgen, que acontecen a cada instante, en toda la geografía mundial. La fragmentación de la totalidad de lo que en este momento, mientras usted lee esta columna, está sucediendo en la humanidad es absolutamente natural, dada la condición limitante que nuestra propia constitución física y psíquica tiene.
Es que nuestro cuerpo y nuestros sentidos sensoriales no pueden están presentes en todas partes. Su contextura física está donde usted se encuentra, no puede ampliarse, dividirse o multiplicarse. Es una sola. Y su vista, por ejemplo, que ahora se detiene en este escrito, también tiene un límite angular; claro que puede levantar la mirada hacia otro lado, o puede estar oyendo voces o algún comentario, o disfrutando de algún rico sabor; de todas formas aunque una todo eso igual su escenario es limitado. Me podría decir que puede imaginarse en otro sitio. Está bien, si quiere hacerlo, hágalo. Y disfrute de su imaginación. En ella el pensamiento ocupa un lugar especial.
Ante un hecho se da una representación mental del mismo. Si usted lo vivenció lo sentirá a su manera y podrá compartirlo si así lo quiere con otros, que podrán recrearlo conforme a sus patrones mentales. Sacarán sus propias conclusiones y volverán a compartirlo si lo quieren hacer, y los nuevos receptores le darán su matiz interpretativo; así la cadena que narra o cuenta la experiencia de aquel acontecimiento puede finalizar o reproducirse de boca en boca.
El pensamiento tiene mucho que ver. Su condición analítica está siempre latente, y depende de qué intereses movilizan su presencia y a lo mejor agudizan la secuencia de su estadía. Ante un acto concreto que involucra a varias personas es probable que surjan incontables pensamientos y que de los mismos nazcan ramificaciones anteriormente no pensadas. Unos podrán deducir o inducir determinadas consecuencias. La abstracción de lo pensado quizás se materialice en comportamientos específicos. La singularidad de un pensamiento identifica la identidad de quien lo vive. Sus obras son producto de los mismos.
Se puede pensar lo que pensamos. Es necesario tomarse un tiempo para identificar el contenido que predomina en nuestros pensamientos. ¿Qué hay detrás de cada acción? Pensamientos que han permitido su práctica. ¿Se puede elegir qué pensar? Al elegir qué observar se puede cultivar el qué pensar. Donde se pone atención se siembra un potencial pensamiento. Lo que hacemos cotidianamente también alimenta la forma en que pensamos. Hay que animarse a evaluar cómo pensamos y también hay que abrirse ante los demás y considerar respetuosamente sus formas de pensar.
Donde hay un pensamiento hay un habitante y hay una sociedad. Se pueden crear entornos que estimulen la concreta participación, en el espacio y el tiempo que cada uno puede interactuar, de pensamientos impregnados de optimismo. Que favorezcan el desarrollo de vínculos que prioricen el interés por el bien propio y del otro.