Por Clari Arias

@clariarias

A lo largo de nuestra interminable transición democrática hemos sido testigos todos los paraguayos del actuar del Ministerio Púbico en miles de casos dados a conocer a través de los medios de comunicación. Otros miles de hechos han trasuntado el silencio del anonimato, en expedientes que nunca llegan al interés público, salvo que éstos se conviertan en denuncias, cuando las situaciones irregulares son irreversibles o sus perjuicios hacia inocentes se hayan convertido, también, en irreversibles.

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Hoy quiero dejar sentada una postura para los tiempos que vendrán, advirtiendo a la sociedad acerca del poder casi irrestricto que ostentan los fiscales en la actualidad. Sostenidos por otros poderes ocultos (partidos políticos, masonería) y hasta por relaciones personales de índole afectivo, hay una caterva de jóvenes que se convierten en fiscales, llegando a sus cargos comprometidos y abyectos. Imputaciones sin razón, falta al rigor profesional en los casos investigados y una vulgar búsqueda de protagonismo (vedetismo) marcan el rumbo de algunos malos fiscales. Los que deberían velar y proteger a la sociedad están más atentos al llamado del político amigo/patrón de turno, que es obvio, llama al estilo "padrino" para pedir le devuelvan pequeños favorcitos.

¿Por qué fiscales pondría usted la mano en el fuego? Sí, usted, ciudadano común, ¿podría arriesgar su pellejo por la integridad de 20 fiscales? ¡Vio que no es fácil jugarse por ellos! ¿Cómo podría un ciudadano pobre y descalzado, sin apoyo político, sin amigos influyentes, lograr interés por una investigación que para él es de vida o muerte? No lo logrará nunca, o mejor digamos que casi nunca, para así dejar abierta una pequeña ventana de esperanza por los fiscales que sí hacen su trabajo. Cómo confiar en ellos, si hay uno que le consiguió trabajo a su mujer luego de desestimar la investigación que llevaba en contra de los que serían empleadores de su señora. Otro fiscal, conocido como prepotente y altanero en su ciudad, fue filmado negociando una coima en el club donde jugaba al tenis (no sé si lo expulsaron del club después de ese bochorno).

En las últimas semanas, un brutal asesinato sacudió a la ciudad de Santa Rita. Una hermosa mujer de apenas 19 años fue salvajemente violada, torturada y arrojada a los desagües de la ciudad. Al fiscal que inicialmente investigaba la causa no le tembló el pulso para imputar –apenas horas después de hallado el cadáver– a un joven cuyo único pecado fue haber bailado con la víctima en la fiesta donde se la vio con vida por última vez. Lo tuvieron 10 días preso para luego liberarlo por falta de pruebas en su contra. "La imputación no causa agravio" se cansan de repetir los malos fiscales, justificando así un accionar mediocre, al utilizar la figura de la imputación como un paliativo (por falta de resultados) ante la sociedad y por sobre todo ante la prensa, que se ha encargado de generar a sus "favoritos mediáticos" dentro del Ministerio Público (Giuzzio, Arregui, por citar a algunos que, llamativamente, ahora se dedican a la política).

Al rememorar los casos irregulares del Ministerio Público, caigo en la cuenta de lo permisivos que hemos sido como sociedad: una fiscala –que al día de hoy sigue en funciones– se enamoró de su investigado (un tal "Papo"), a tal punto que le costó su matrimonio y por supuesto la investigación. Otra fiscala, más desquiciada aún, le mandaba mensajes de amor a su acusado, ¡minutos antes del juicio oral!

No es de paranoicos pensar que algunos en la Fiscalía se han de estar relamiendo esperando que este servidor meta la pata en algo, aunque sea un accidente de tránsito, para así cobrar dulce venganza. Pueden esperar mucho tiempo, y tendrán que tolerar mucha más crítica por venir, porque la mayoría son deficientes en sus tareas de representar a la sociedad. Mientras tanto, ¡marche una imputación para este escriba!

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