Por Yechiel Leiter
Director general de Global 3H
En su muy célebre obra "El último hombre y el fin de la historia", publicada en 1992, un poco después de la caída del muro de Berlín, el teórico social Francis Fukuyama afirmó que la democracia era la forma más elevada a la que el gobierno de los hombres podía aspirar, porque hacía posible el reconocimiento personal y consecuente de cada ciudadano. Con el desmembramiento del comunismo soviético y el creciente abrazo omnipresente de la democracia, la historia, argumentó Fukuyama, había llegado a su fin.
El debate que prosiguió se centró principalmente en la cuestión de sostenibilidad democrática en países que estaban adoptando la democracia por primera vez, siendo el propio hecho de no haber cultivado la democracia lo que les mantenía bien dentro del proceso histórico. Teóricos como Samuel Huntington dudaban que el éxito económico de los países democráticos y una vida con significado que le ofrecían a cada individuo pudiera realmente superar las líneas de división civilizacionales que persisten en enfrentar a las culturas y las religiones en una sangrienta competencia.
Uno no necesita mirar más allá de la reafirmación del gobierno autocrático en la Rusia de Putin y el derramamiento de sangre que el radicalismo islámico ha desatado en los últimos años para concluir que Hungtington entendía seriamente cómo se estaba desarrollando la historia
Siempre temí que el mesianismo de Fukuyama fuera prematuro, no solo porque la democracia no se arraigara en los países donde era nueva, sino porque no había garantías de que no perdiera su brillo aun en los países donde había gozado de una larga tradición.
Es a través de la libertad personal que la democracia fomenta que el individuo alcance un sentido de reconocimiento de su propia relevancia, pero en la misma medida que engendra reconocimiento, la libertad necesita de responsabilidad personal. Victor Frankel no pudo haber tenido más razón cuando dijo que los Estados Unidos necesitan una estatua de la responsabilidad al lado de la Estatua de la Libertad, porque sin un sentido de responsabilidad obligatorio y automotivador, no hay nada que proteja y asegure la longevidad de la libertad.
Sin embargo, la responsabilidad personal que requiere la libertad es exigente, necesita madurez y a veces el sacrificar el confort personal. Es por esa razón que la gente, en particular la gente que disfruta de los beneficios obvios de la democracia puede elegir renunciar a sus libertades, como el psicólogo social Eric Fromm lo puso en el título de su obra "Escape de la Libertad". Aquí, Fromm encontró la explicación de cómo el fascismo pudo surgir a través de la elección de un público con voluntad; la gente cambió sus responsabilidades que exigían libertad por alguien que tomara las decisiones por ellos, alguien que los liberara de la responsabilidad privándolos de su libertad. Para los que poseen una mente cansada y débil, esto se convierte en un trueque equitativo.
Advirtiendo que el fascismo europeo de la mitad del siglo veinte no era necesariamente un fenómeno aislado, Fromm escribe: "El hombre moderno todavía está ansioso y tentado a entregar su libertad a todo tipo de dictadores, o perderla transformándose el mismo en un pequeño engranaje en la maquinaria, bien alimentado y bien vestido, pero no un hombre libre, sino un autómata".
Un verdadero líder democrático se avergüenza ante tal desarrollo y trata de que el público vuelva a la sobriedad, a tomar responsabilidad personal, a pensar.
El líder fascista, ya sea de izquierda o de derecha, celebra las banalidades y el atontamiento del discurso político; a través de la demagogia barata, desanima conscientemente la claridad de pensamiento. Él miente y se contradice a sí mismo y se sale con la suya porque la gente se libera de las complejidades de la vida dejando de pensar. Y cuanto más miente y más se contradice a sí mismo, crece más la convicción de parte del público de que él tiene todas las respuestas.
La persona que piensa, que se niega a entregar su libertad, echa espuma por la boca, "¿Cómo puede ser esto? ¿¡Pero él se está contradiciendo a sí mismo?! ¿¡Pero él está mintiendo otra vez?! ¿Cómo puedes seguir apoyándolo?". Él se pregunta, no pudiendo entender que cuanto más grande es la mentira, mayor es la sumisión; cuanto más simples son las soluciones ofrecidas para resolver los problemas del país, es más intensa la rabia contra todos los otros que no están proponiendo esas mismas soluciones; cuanto más él difama, provoca y deshonra a su oposición, la lealtad hacia él se vuelve más ferozmente inquebrantable.
Conviene tener esto en mente cuando uno trata de entender el proceso de las actuales elecciones presidenciales de los EEUU.
Bernie Sanders promete a todo el mundo darles todo gratis confiscando el dinero de los ricos, mientras que anima a sus seguidores soñadores a no parar y pensar qué sucederá cuando no haya más ricos a quienes hacer pagar los impuestos. ¿Cómo es que gente que piensa libremente podría apoyar un programa fiscal socialista luego de un siglo que experimentó con el socialismo y fue testigo de haberlo conducido a la ruina económica y a la expansión de la pobreza? Sencillamente porque posee un atractivo que el capitalismo no posee; lo libera al ciudadano de la responsabilidad individual y lo ubica en vez en las manos del gobierno; un gobierno grande, corrupto y en última instancia autocrático.
Según el análisis de todos los analistas, el atractivo de Sanders es todavía limitado y él no será el nominado del partido Demócrata. Desafortunadamente, no se puede decir lo mismo de su alter ego del Partido Republicano, Donald Trump.
Trump promete "volver a hacer grande a América" haciendo bullying a todos: los problemas económicos se terminarán porque todos pagarán a los EEUU y, si no lo hacen, bueno, el dinero mexicano será confiscado, los japoneses y los coreanos tendrán que construir sus propias armas nucleares y los chinos tendrán que pagar tarifas altas de exportación. ¿Y cómo es que la gente que piensa libremente podría apoyar esa clase de fanfarronada que provocaría guerras comerciales y la proliferación nuclear? Es porque se han convertido en autómatas al servicio de un demagogo que los releva de sus responsabilidades pensando por ellos.
Si ustedes piensan que eso puede ser muy extremista, vale recordar las palabras que Trump eligió para celebrar la lealtad de sus seguidores; él podría ir a la 5ta. Avenida y disparar a alguien, dijo, y no perdería ningún voto.
Si eso es cierto, entonces America habrá llegado a su fin, no la historia.