Por Narumi Akita

Socia de ADEC

Todas las organizaciones y empresas tenemos objetivos y metas, donde el "Qué" está muy bien definido. La gran pregunta es el "Cómo" estamos llegando a ellas. ¿Lo hacemos acogotando a la gente? ¿Con una cultura dominante de presión? ¿Lo hacemos a través de la vergüenza, de la comparación, de amenazas, de desconexión y frialdad?

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"Si queremos volver a encender la llama de la innovación y la pasión, hemos de rehumanizar el trabajo", dice la Dra. Brené Brown. Es bueno ser ambiciosos y querer superar nuestros límites, pero cuidado con instalar una cultura del "Nunca es suficiente", donde se tiene a los colaboradores escalando montañas todo el tiempo, cuesta arriba, con exigencias, probando hasta cuánto resisten, estrujando al máximo su productividad cual máquinas. Porque allí no hay espacios para la llanura ni para recuperarse, no hay tiempo para la reflexión sobre los errores, no hay tiempo para escuchar ni para celebrar el camino transitado.

Cuando la presión y la obsesión por el lucro y los números se vuelven un estilo de dirección, olvidémonos del aprendizaje, de la creatividad y de la innovación. Convertimos a nuestras empresas en un campo de minas donde nadie quiere dar un paso en falso por miedo a estallar, donde se mira más una planilla de Excel que a los rostros, donde todos los días enviamos gente exhausta, estresada y sin energía a los hogares.

En Paraguay y en el mundo nos está haciendo muy mal esa cultura dominante del "nunca es suficiente". Ni bien logramos algo, queremos escalar masivamente, queremos abundancia, queremos "Más, más, más", y no nos damos cuenta que al perseguir esto estamos reventando a nuestra gente.

Lo que hacemos es importante, pero en quiénes nos estamos convirtiendo lo es mucho más. Esos valores pegados por la pared y posteados en la página web, ¿son realmente los valores que estamos viviendo? ¿Será que no se ha incubado una subcultura, hasta contraria?

Usemos como empresarios el poder, pero no el destructivo y el manipulador, sino el poder de desarrollar a la gente, de motivarla a que sea su mejor versión, de dignificarla. No usemos de argumento la excelencia cuando en realidad es ego lo que hay detrás. Estemos contentos, inspiremos con el ejemplo, seamos líderes y no jefes, seamos más humanos.

Algunos empresarios viven y respiran su empresa las 24 horas y con o sin intención hacen entrar en la misma dinámica a su gente. Y tildan esto de "gran compromiso" cuando no es más que una feroz invasión a otros espacios necesarios que las personas necesitan para su equilibrio de vida.

Preguntémonos: ¿Estar en nuestra empresa ha llevado a nuestros colaboradores a estar mejor? ¿Ha mejorado su calidad de vida? ¿Están floreciendo o se están marchitando? ¿Les estamos ocasionando problemas familiares, de salud, de sueño, de bienestar? ¿Se ha ido la sonrisa, la innovación y la creatividad? ¿Cómo se siente el clima organizacional? ¿Qué aire se respira en las oficinas?

En la ADEC, nuestra visión es "Ser activos protagonistas en la transformación de la sociedad paraguaya, impulsando una economía sustentable centrada en la persona". Necesitamos seguir esforzándonos en rehumanizar el trabajo y poner a la persona en el centro.

Que estemos llegando a las metas es genial y digno de celebración, pero la gran pregunta que pongo sobre la mesa es: ¿Cómo llegamos a ellas?

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