Washington, EEUU. AFP.
El continente americano observó con preocupación la caída de Dilma Rousseff. Pero un apego estricto de los gobiernos a la soberanía de los países y su atención puesta en problemas domésticos conspiraron contra una mandataria traicionada también por su escaso carisma.
A medida que el cerco crecía alrededor de Rousseff, los gobiernos izquierdistas de Uruguay, Venezuela, Ecuador y Bolivia expresaron su respaldo explícito a la mandataria, que el jueves fue suspendida de su cargo por el Senado, que inició un juicio político en su contra, y reemplazada por su vicepresidente, Michel Temer. El venezolano Nicolás Maduro y el boliviano Evo Morales se hicieron eco de las palabras de Rousseff y denunciaron un "golpe de Estado parlamentario".
Pero cuatro años después del revuelo latinoamericano por la destitución del presidente paraguayo Fernando Lugo, la crisis brasileña no logró construir el mínimo consenso para activar respuestas del Mercosur o la Unasur.
Argentina, el principal socio de Brasil en la región, efectivamente vio los toros desde la barrera: el gobierno de centroderecha del presidente Mauricio Macri se limitó a llamar a respetar las instituciones del país vecino.
"Hay una tradición diplomática de no interferir en los asuntos domésticos de otros países", dijo a la AFP Joao Augusto de Castro Neves, director de América Latina de la consultora Eurasia Group. "En general prevalece un cierto enfoque de cautela de no buscar peleas", añadió el analista.
Aunque el impeachment de Rousseff es muy popular –61% de los brasileños está a favor-, el proceso es muy cuestionado porque una mayoría de diputados y senadores del Congreso han sido condenados o están acusados de haber cometido delitos en algún momento.Según Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, muchos países están "incómodos" con el proceso y observan que "ha sido politizado". La Organización de Estados Americanos anunció que consultará sobre la legalidad del pedido de impeachment a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en San José. Su secretario general, Luis Almagro, ha dado claras señales de apoyo a Rousseff visitándola dos veces en el último mes, pero el asunto no fue discutido por los 34 países miembros de la OEA en el Consejo Permanente, el órgano político del ente continental.
Países no quieren
enfrentar a Temer
También hay cuestiones más prácticas para la no reacción regional, por lo sucedido en Brasil. Cuando se disipe la neblina política, Brasil seguirá siendo la mayor economía latinoamericana, a pesar de su desolador panorama de contracción económica y un escándalo de corrupción que ha manchado a buena parte de la élite del poder en Brasilia. "Brasil no es cualquier país. Por su tamaño e importancia, los otros países" no pueden darse "el lujo de respaldar a Dilma a costa de no trabajar con el gobierno de Temer", apuntó Shifter. El regreso de Rousseff al poder luce altamente improbable: para destituirla definitivamente el Senado requiere un voto menos de los que tuvo el jueves. Los países vecinos "no quieren antagonizar a Temer porque puede quedar hasta el 2018", dijo Shifter.