Enrique Vargas Peña, Periodista

Aurelio Martínez, párroco de Yatytay, me dijo el viernes, en la 970 AM, que está pidiendo la renuncia del presidente Horacio Cartes porque se lo pide su dios y que la amonestación que le hizo el obispo de Itapúa Francisco Pistilli por ese pedido es de menor alcance que la instrucción del papa Francisco de retomar el don profético de los sacerdotes en la iglesia cristiana (http://bit.ly/1Tj576T).

No voy a entrar en este artículo en el insondable misterio de un dios que habla con un párroco de Paraguay para pedirle que exija la renuncia del presidente de la República habiendo tantos problemas más graves en el planeta que tal dios podría resolver si se metiera a revisar los asuntos de este mundo como está indudablemente en el poder hacer de una entidad omnipotente, omnisciente y omnipresente como dicen que es ese dios. Según Martínez, su dios se inmiscuye en Paraguay pero es obvio que no soluciona los otros asuntos.

Si tal dios se dedicara a pedir la renuncia del presidente Horacio Cartes mientras olvida las guerras, los terremotos, las enfermedades, habría que preguntarse seriamente si dicho dios existe realmente o es un invento para buscar poder.

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Pero no voy a entrar en ese insondable misterio.

Cualquier persona que dedique un tiempo razonable a entender la manera en que la iglesia cristiana viene funcionando desde su creación sabe que ella no es una democracia, sino una institución jerárquica y vertical en la que se castiga con particular dureza la desobediencia.

En la iglesia, dice el canon 209, todos, absolutamente todos "Los fieles están obligados a observar siempre la comunión con la Iglesia, incluso en su modo de obrar"; en la iglesia, dice el canon 273, todos, absolutamente todos "Los clérigos tienen especial obligación de mostrar respeto y obediencia al Sumo Pontífice y a su Ordinario propio".

Solamente con autorización del obispo pueden los sacerdotes entrar en la discusión política, según lo autoriza el canon 287, inciso 2 (–los clérigos– "No han de participar activamente en los partidos políticos ni en la dirección de asociaciones sindicales, a no ser que según el juicio de la autoridad eclesiástica competente, lo exijan la defensa de los derechos de la Iglesia o la promoción del bien común").

Los párrocos están especialmente sometidos en la iglesia a la autoridad del obispo según se lee en el canon 519 ("El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo") y aun cuando los párrocos pertenezcan a algún instituto de vida consagrada, como por ejemplo la orden del Verbo Divino a la que pertenece Aurelio Martínez, siempre estarán bajo la autoridad del obispo, según lo explica el canon 520 inciso 2 "mediante acuerdo escrito entre el Obispo diocesano y el Superior competente del instituto o de la sociedad".

Aunque lo quiso minimizar el obispo Pistilli cuando le consulté en la 970 AM, los curas pertenecientes a los institutos de vida consagrada también están sometidos al régimen de obediencia, como lo establece el canon 590 inciso 2 ("Cada uno de sus miembros está obligado a obedecer al Sumo Pontífice, como a su Superior supremo, también en virtud del vínculo sagrado de obediencia").

Solo el papa de Roma puede "eximir a los institutos de vida consagrada del régimen de los Ordinarios del lugar, y someterlos exclusivamente a sí mismo o a otra autoridad eclesiástica" (canon 591).

Esta relación del principio de obediencia en las normas organizativas de la iglesia muestra, al menos para los que no quieren ser ciegos, que no existe chance alguna de que un párroco pueda ingresar a la discusión política sin la aquiescencia de su obispo, pues se expone a perder no solamente su lugar en la sociedad, sino su mismísimo modo de vida (Canon 1371 "Debe ser castigado con una pena justa: 1 quien, fuera del caso que trata el ? c. 1364 § 1, enseña una doctrina condenada por el Romano Pontífice o por un Concilio Ecuménico o rechaza pertinazmente la doctrina descrita en el ? c. 752, y, amonestado por la Sede Apostólica o por el Ordinario, no se retracta; 2 quien de otro modo desobedece a la Sede Apostólica, al Ordinario o al Superior cuando mandan o prohíben algo legítimamente, y persiste en su desobediencia después de haber sido amonestado").

Luego, la activa participación de Aurelio Martínez en la discusión política pidiendo la renuncia de Horacio Cartes, que no es un caso único ni mucho menos –véase la participación de Francisco Oliva en las manifestaciones antigubernamentales–, difícilmente pueda haberse realizado sin conocimiento y sin aquiescencia del obispo Pistilli y el hecho de que el obispo haya impuesto a Martínez una mera amonestación mueve a pensar que el párroco podrá seguir desarrollando su discurso, como desde luego dijo que haría.

Y esto, a su vez, mueve a pensar que en la Conferencia Episcopal Paraguaya hay un grupo de sus miembros que pretende encubrir a sus párrocos que se esfuerzan en influir en el electorado, "porque dios les pide", en una dirección contraria a Horacio Cartes.

Hay que recordar que la Conferencia Episcopal apoyó las manifestaciones antigubernamentales de las últimas semanas (http://bit.ly/23HTj5s).

Que quede perfectamente claro, pero perfectamente claro, que no solamente no discuto, sino que reivindico la participación política de la iglesia cristiana, participación que la caracteriza desde que el obispo Eusebio empezó a alentar la toma total del poder por parte del general Flavio Valerio Aurelio Constantino ya en el año 312 de la ahora denominada "era cristiana".

Lo único que estoy señalando es que en la iglesia cristiana no hay una cosa tal como acciones autónomas de sus agentes.

Y lo que reclamo es que la participación política de la iglesia se haga en forma abierta, para no aprovecharse tanto de ese gran número de personas que ella misma ha mantenido en la credulidad más obscena para hacerle pensar que lo que dicen los párrocos es "palabra de dios", un dios al que han hecho temer con el anuncio de castigos eternos post mortem.

Por eso entendiendo perfectamente el temor que puede tener la propietaria del diario La Nación cuando le insinúan, le sugieren, que una investigación que muestra en toda su magnitud la política eclesiástica de protección a curas abusadores puede aumentar todavía más de lo que ya está la inclinación de los obispos hacia la oposición al gobierno de su hermano.

No comparto el temor, pero lo entiendo perfectamente.

A mi modo de ver la censura de la investigación sobre la política eclesiástica de protección a curas abusadores tiene el mérito de haber permitido a la sociedad paraguaya comprender cabalmente que la iglesia cristiana es un poder fáctico que no admite críticas (http://bit.ly/1pTqHaf) (http://bit.ly/1O4nvyD) y que es capaz de cualquier extremo para proteger su modus operandi.

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