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Vistiendo un inexpresivo traje, la canciller alemana Ángela Merkel parecía un ratón gris, tal vez demasiado avergonzada para hacer frente a la opinión pública de su país tras su cobarde decisión que permitió la investigación de un comediante que había insultado al presidente turco. Ella es el epítome de la hipocresía y la doble moral. Su política de migración es un acto de suicidio político que permitió el fortalecimiento de la derecha fascista germana... y así por delante, y así sucesivamente.
Este era el tono burlón con el que los canales de televisión estatales de Rusia describieron a la canciller de Alemania la semana pasada. Ningún otro líder alemán poscomunista había sido objeto de tales incineraciones mediáticas por parte de la máquina de la propaganda rusa.
Hace pocos años, los rusos veían a Alemania como uno de sus aliados más cercanos. Las encuestas de opinión sugieren ahora que, cada vez más, la ven como un Estado enemigo.
En contraste con Gerhard Schröder, ex canciller alemán que ahora hace lobby por Putin, Merkel se convirtió en una firme oponente ideológica. Ella ha tomado una posición firme contra la agresión rusa en Ucrania y la campaña de mentiras desplegadas para legitimarla. De acuerdo con uno de los asesores de Merkel, las descaradas negaciones de Putin de que los "hombres de verde" que se apoderaron de Crimea fuesen soldados rusos se constituyeron en un punto de inflexión para ella.
Además, el apego de Merkel a principios elementales es lo que la hace tan ajena al Kremlin, que opera en un mundo posmoderno en el que la verdad y los hechos no combinan.
El presidente ruso se destaca señalando y explotando las debilidades de otros países. El Kremlin está trabajando duro para exacerbar el daño político causado a Merkel por su política de apertura hacia los refugiados.
"Putin hace todo lo posible para derribar Merkel y, para ello, tiene una gran cantidad de instrumentos a su disposición", dijo Stefan Meister, un experto en asuntos rusos en el DGAP, un centro de estudios en Berlín.
Uno de estos instrumentos es la televisión, dirigida tanto al público interno como a todos aquellos que hablan ruso en cualquier parte del mundo, incluyendo tres millones de personas en Alemania. En enero, el Canal Uno, de Rusia, emitió una historia sobre un niña de 13 años de edad, de ascendencia ruso-alemana, presuntamente violada por un grupo de inmigrantes en Berlín. El informe provocó grandes protestas en Alemania por grupos étnicos ruso-alemanes y por activistas antimusulmanes. La policía alemana descubrió pronto que la historia era falsa, pero la televisión rusa siguió informando de ello. El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, incluso llegó a acusar a Alemania de encubrimiento.
El flagrante engaño del llamado "Caso Lisa" conmocionó al público alemán. Rusia había empleado tácticas de desinformación similares en la guerra contra Ucrania, pero nunca en Alemania.
"Esta vez los rusos fueron demasiado lejos", dijo Meister. "Y con esto perdieron el apoyo de la élite alemana".
"Solía ver a Rusia como un socio estratégico y competidor", dijo Roderich Kiesewetter, un legislador afiliado a la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (Christian Democratic Union - CDU), el partido político de Merkel. "Ahora, Rusia se ha convertido en un enemigo potencial".
Incluso los defensores alemanes de la Ostpolitik, la tradicional política de acomodación con Rusia y, sobre todo, del centro izquierdista Partido Social Demócrata (SPD), los socios menores en el gobierno, se sintió la decepción. El resto de los simpatizantes de Rusia, como Alexander Rahr, director del Foro germano-ruso en Berlín, revivieron el miedo a la guerra profundamente arraigado en el país.
"El problema más importante en este momento no es Ucrania, pero prevenir la Tercera Guerra Mundial", dijo Rahr.
Alguna vez, Rusia contaba con los lazos comerciales con Alemania para asegurar su relación. Calculó mal. Entre los socios comerciales de Alemania, Rusia está por debajo de la República Checa. Antes de las sanciones de la Unión Europea relacionadas con Ucrania, Rusia representaba el 4% del comercio alemán, ahora cayó al 2,4%.
"Nuestra preocupación principal es mostrar que no aceptaremos ninguna violación del orden de posguerra", dijo Markus Kerber, director del BDI, una asociación de negocios.
Por otro lado, el Kremlin también intentó cortejar al SPD para intentar dividir la coalición gobernante de Alemania. Sigmar Gabriel, el líder del SPD, fue recibido en Moscú por Putin el pasado otoño para cerrar un acuerdo sobre la construcción del Nord Stream 2, un gasoducto que circunvalaría Ucrania y los estados del Báltico. La Unión Europea puede bloquear la idea y, de acuerdo con uno de sus asesores, Merkel –en privado– "estaría feliz de ver desplegarse este proyecto".
Más importante es la prórroga o extensión de las sanciones en julio. Poner fin a ellas sería una victoria de Putin y una derrota para Merkel. Sin embargo, el ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, un miembro del SPD, ha abogado por mayor cooperación diplomática con los rusos, con el argumento de que, sin ellos, "ninguno de los principales conflictos internacionales podría ser resuelto", pasando por alto, en primer lugar, el punto de que fue Rusia la causante de muchos de esos conflictos.
Entre tanto, Putin fomenta los contactos con partidos políticos, tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda. Un aliado es el derechista Alternativa para Alemania (AfD). Otro es el ex partido comunista, Die Linke. Muchos partidarios del movimiento xenófobo Pegida también simpatizan con Putin. En una manifestación contra los inmigrantes ocurrida el año pasado, en Dresde, donde Putin estuvo como oficial de la KGB en la década de 1980, se agitaron banderas rusas y se coreaba "Putin, ayúdanos". Actividades de propaganda rusa en Alemania han llevado a la BND, el servicio de seguridad de Alemania, a poner en marcha una investigación.
Sin embargo, Merkel interpreta la antipatía de Putin hacia ella como fruto más de debilidad que de fortaleza. En un memorable encuentro con la canciller, hace una década, Putin, consciente del miedo que Merkel tiene hacia los perros, trajo a su labrador negro a la reunión. Merkel se congeló, y Putin sonrió. Como una fluente ruso hablante, criada en Alemania del Este, la canciller entendió el lenguaje de Putin.
"Entiendo por qué él tiene que hacer esto: para probar que es un hombre", dijo luego Merkel a un grupo de reporteros. "Rusia no tiene nada, ni una economía exitosa, ni una política exitosa. Todo lo que tienen es esto".