La educación superior en Paraguay atraviesa gratamente por profundas transformaciones en todos los ámbitos. Existen nuevas disposiciones legales, funcionan organismos que verifican los estándares de calidad y, sobre todo, hay una creciente comunidad educativa despierta que reclama una mejor educación y rechaza cualquier tipo de abuso. Está muy lejos aún la universidad que se quiere, pero hay avances.

Las movilizaciones universitarias que se iniciaron el año pasado siguen hasta hoy. En la Nacional, estudiantes y docentes aún buscan erradicar la corrupción y transparentar la gestión. En las privadas, hay un creciente malestar del estudiantado, que rechaza lo que denominan altas cuotas. Estas reacciones y acciones son muestras de que la sociedad universitaria ya no está dispuesta a soportar abusos de poder, malversaciones, prebendas y una mala calidad en la enseñanza.

A este panorama, en esta semana se sumó un hecho sumamente importante. Se informó que se aprobó para la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Aneaes) un fondo para el programa de "Evaluación de Calidad de la Educación Superior en Paraguay", para seguir verificando en qué condiciones se encuentran las carreras ofertadas en el país.

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Este programa cuenta con dos fases a ser implementadas en 7 años, según se explicó en el Ministerio de Hacienda. Para los primeros 4 años, el fondo asegura una inversión de más de 4 millones de dólares, que deberán ser utilizados para fortalecer el organismo y desarrollar la tarea principal que tiene y que lleva adelante desde hace varios años con escasos recursos.

La acreditación educativa superior es la medición de la calidad de la oferta académica de las universidades. Es como la certificación de calidad que logran las empresas privadas o públicas al cumplir con los estándares que le permitan ofrecer un servicio de alta calidad. En el ámbito académico, un proceso de acreditación hace que las carreras sean observadas por expertos externos para verificar el tipo de enseñanza, la infraestructura, el plantel docente, el manejo administrativo y otras áreas, parámetros conocidos como estándares de calidad. La Aneaes ya desarrolló procesos de evaluación de varias carreras, acreditó varias y rechazó otras. Para su cometido, cuenta con un Modelo Nacional de Grado (Para Acreditación y Evaluación Diagnóstica), que pasa a ser la guía para las universidades.

El proceso de acreditación funciona de esta manera: Aneaes convoca las carreras que deben pasar por una evaluación. Las universidades deben inscribirse y dar su consentimiento para que expertos del organismo realicen la verificación. Terminado el control, que puede durar uno o dos años, el equipo de evaluadores dictamina si la carrera observada cumple o no con los estándares de calidad. Si los cumple, es acreditada. Si cumple solo algunos, no logra la acreditación y se le recomienda la implementación de un plan de mejoras, con plazos de cumplimiento, para una próxima revisión.

En este mecanismo de control se han involucrado determinadas facultades de la UNA, y solo unas cuantas universidades privadas. Algunas instituciones ven el proceso de acreditación como una carga burocrática y, además, como una amenaza de descrédito cuando su oferta académica no ofrece las garantías mínimas de calidad, demostrando una enorme irresponsabilidad.

Si bien este proceso de controles y acreditaciones se inició de manera tardía en Paraguay, y a pesar de los inconvenientes que se han generado, se lograron avances. El hecho de darle oxígeno económico al ente que debe encargarse del trabajo es un paso más.

En un país en el que la educación fue dejada de lado por décadas, donde funcionan más de 54 universidades –algunas de ellas sin control alguno– y se ofertan más de 1.500 carreras en todo el país, el esfuerzo mancomunado para intentar mejorar la calidad educativa superior es imperioso.

Este proceso que ahora se fortalece con un fondo, sin embargo, no tendrá el éxito si no tiene el acompañamiento de los actores directos de la vida universitaria, sean autoridades, funcionarios, docentes, egresados y, sobre todo, los estudiantes, que deben seguir siendo la garantía de lucha para velar por una mejor educación superior.

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