Por Pablo Noé

Editor adjunto

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Diariamente vemos que en los medios de comunicación se reproducen una serie de hechos que impactan en la ciudadanía. Todos conocemos el alcance de la prensa, que se erige en una especie de vitrina interminable y de fuerte penetración social, ante la que nos vemos casi obligados a sentar una posición. Estas opiniones se multiplican gracias al alcance de las redes sociales, en donde se replican una sucesión de posturas que retroalimentan lo que se conoce como opinión pública.

Este es el escenario en el mundo que nos toca vivir, los estímulos son infinitos y las facilidades empujan a las personas a adaptarse a estos tiempos en donde en un instante uno puede estar pontificando sobre las injusticias de la desigualdad social, y al acto cambiar el ángulo de análisis y describir la cotización del crudo en el mercado internacional, los errores de la línea de zagueros de un equipo local y la sucesión de hechos indignantes que produjeron una catarata de "memes" captados del ingenio popular colectivo. Esta dinámica, cada vez más veloz, pone a cualquiera ante infinitas chances de generar empatías y disgustos ante un inmenso público virtual, una realidad que resulta muy atractiva.

Muchas veces se llega al extremo de pensar que el objetivo final de lo que es la construcción de una sociedad pasa por integrar este ejército de opinantes. Quedamos en el simple acto de participar y no nos embarcamos en las verdaderas luchas que debemos afrontar para solucionar los dramas que describimos con tanto tino y creatividad. Simplemente quedamos en el impacto y sus repercusiones para generar un status personal frente a un grupo amorfo de desconocidos, y nos conformamos con el éxito de ese intento.

Esta semana tuvimos dos casos emblemáticos puesto que aparentan diametralmente opuestos, pero que tienen grandes puntos en común y en donde la masa solo dejó su huella para llenar de adjetivos ambos sucesos, sin involucrarse en el análisis de fondo del tema, que tiene una raíz común.

Vimos cómo sectores campesinos se siguen movilizando en la capital para reclamar una serie de reivindicaciones. En este tema nos quedamos en el caos vehicular, en la estigmatización de liderazgos, en la banalización partidaria de los hechos, sin que verdaderamente miremos que el problema del campo requiere de soluciones de fondo, apuntando a políticas públicas que den respuestas a un esquema económico que está quedando como parte del pasado. Esto no implica anular la importancia de los labriegos, sino mirarnos como sociedad que sustenta parte de sus ganancias en este modelo, que parece será pieza de museo en poco tiempo.

En medio del desarrollo de estas protestas, un violento asalto a una adolescente que iba de su casa a su colegio distrajo por un momento las miradas, que nuevamente se detuvieron en las cuestiones periféricas, el hecho de tener un celular caro, de ser una chica de nivel adquisitivo elevado, sin detenernos a mirar el origen de la presencia de los "motochorros" en nuestras calles.

La pobreza es el factor que combina en estos casos y la consolidación de la misma en las principales ciudades tiene ese punto en común. La cantidad de personas que no acceden a niveles mínimos de educación, salud, crédito, empleo digno, derivan en el aumento de asaltos. Un esquema que requiere de un nivel de abstracción mínimo para comenzar a encontrar soluciones reales.

No alcanza con emitir juicios de valor. No alcanza con atribuir estos problemas a una gestión deficiente de tal o cual sector político. No sirve de nada que extendamos el debate en plataformas que nos deshumanizan en lugar de involucrarnos. No ayuda intentar cimentar bases partidarias desde el sufrimiento de la gente.

Tenemos que alcanzar acuerdos programáticos que establezcan políticas públicas de Estado que sean los puntos comunes en donde sustentar nuestra sociedad. Mientras miremos la pirotecnia y la analicemos superfluamente, solamente ayudaremos a mantener el statu quo, una condición que no beneficia a nadie. La realidad paraguaya actual es la prueba más contundente de esta afirmación.

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