Por Yechiel Leiter

Director de 3H GLOBAL

Aun a algunos de los más fervientes partidarios del presidente Obama les fue difícil defender el hacer la ola en Cuba y el tango en Argentina, mientras que Bélgica se desangraba de otro ataque a causa de terroristas radicales islámicos en suelo europeo.

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Pero se equivocaba Obama al afirmar que el cambiar su agenda les otorgaría una victoria a los terroristas.

En el pasado no muy lejano, fue de hecho la ausencia de histeria lo que ayudó a derrocar a un terrorismo sanguinario dirigido a la población civil en ciudades europeas. Entre setiembre de 1940 y mayo de 1941, la fuerza aérea de la Alemania Nazi, la Luftwaffe, bombardeó las ciudades británicas noche tras noche. Más de 40.000 personas murieron y hubo decenas de miles de heridos. Un tercio de Londres fue arrasado y más de un millón de hogares fueron destruidos.

Lo que los nazis tenían en mente con su blitz de Londres era aterrorizar a Gran Bretaña para que se rindiera. Fallaron. El pueblo de Gran Bretaña no se quebró, no abandonaron la ciudad ni protestaron contra el gobierno con una demanda de que izara una bandera blanca. El pueblo entendió lo que estaba en riesgo y decidió convertir a cada bombardeo en un incentivo para fortalecer su determinación.

Esto fue completamente lo contrario de lo que se pretendía conseguir con los bombardeos y de lo que los Nazis estaban convencidos que ocurriría. De hecho, también fue lo contrario de lo que los oficiales británicos pensaban que ocurriría

Pero el valor de los británicos no se materializó en un vacío; tenían un primer ministro que lo engendró. Winston Churchill lo indujo precisamente al no proseguir con su trabajo cotidiano como si existiera poco o nada que él pudiera hacer o que se necesitara hacer.

Luego de la capitulación de Bélgica ante la embestida nazi, meses antes del inicio de los bombardeos, Churchill habló del peligro inminente y de la preparación mental necesaria que se necesitaba hacer.

". . . El Parlamento debe prepararse para recibir duras y terribles noticias. Solo puedo añadir que nada de cuanto pueda ocurrir en esta batalla nos exonera de seguir defendiendo la causa a la que nos hemos comprometido, la de defender el mundo"; tampoco debería destrozar la confianza en nuestro poder para seguir labrándonos camino, como en ocasiones anteriores de nuestra historia, a través del desastre y el dolor hasta la derrota final de nuestros enemigos

Una semana más tarde, por si el empuje total de su discurso anterior no se hubiera digerido del todo, declaró

"Seguiremos hasta el final. Lucharemos en rancia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo. Lucharemos en las playas, lucharemos en los aeródromos, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos".

Finalmente, Churchill sabía que estaba liderando al mundo, y que estaba siendo observado y medido y delineó las ramificaciones para la historia para que fueran claras como el cristal.

"Pero si fallamos, entonces el mundo entero, incluyendo los Estados Unidos, incluyendo todo lo que hemos conocido y nos ha importado, se hundirá en el abismo de una nueva edad oscura medieval, aún más siniestra y tal vez más prolongada gracias a las luces de una ciencia pervertida. Por lo tanto, vamos a hacernos cargo de nuestras obligaciones, y así fortalecernos, de tal manera que si el Imperio Británico y su Mancomunidad durasen mil años, los hombres aun dirán: Ésta fue su mejor hora."

Churchill no estaba prosiguiendo con sus quehaceres cotidianos, como de costumbre.

A pesar de que las amenazas para la paz y la libertad son con toda seguridad diferentes hoy a lo que fueron al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, las líneas de batalla entre el bien y el mal, entre los proveedores de la libertad y los privadores de la libertad, ente los que matan a inocentes y aquellos que los defienden, se han vuelto a trazar. Y en cuanto al alcance del peligro, no nos engañemos; no es que los jihadistas radicales han elegido no utilizar las armas de destrucción masiva –lo que sucede solamente es que todavía no las han obtenido–.

Ellos poseen una ideología y la toman con mucha seriedad, y lo último que deberíamos estar haciendo es burlarnos de sus capacidades, como lo ha hecho repetidamente Obama.

Acaso los muchos millones de personas que miran hacia el presidente de los Estados Unidos buscando liderazgo poseen también una ideología y la toman con mucha seriedad. Uno no tendría esa impresión del estoicismo del presidente en el partido de béisbol cubano o la pista de baile argentina.

El liderazgo "aquí no pasa nada" frente al mal del terrorismo no representa liderazgo alguno.

Ésta no es nuestra mejor hora .

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