Por Enrique Vargas Peña

La posición anunciada por nuestro gobierno en el tema del proceso de juicio político a la presidenta brasileña Dilma Rousseff (http://bit.ly/1USFRss) es correcta: La pretensión de las dictaduras y cuasi-dictaduras bolivarianas de presentar, a través de Mercosur, Unasur y Celac, los procesos institucionales democráticos de control como "instrumentos golpistas" (http://bit.ly/1VNXFWy) no es otra cosa que fortalecer la idea de autocracias blindadas frente al examen y la participación populares.

Es una característica histórica, tradicional, de las dictaduras marxistas pervertir el lenguaje para presentar las cosas al revés de lo que en realidad son. Desde que se empezaron a establecer, primero en Rusia en 1917 y luego en Europa central en 1948 y más tarde en el resto del mundo, las dictaduras marxistas se autodenominaron a sí mismas "democracias populares", cuando en realidad no eran democracias ni eran populares.

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Vladimir Illich Ulianov, Lenin, había ideado este sistema elitista y mesiánico de opresión, denominándolo "centralismo democrático" en "Qué Hacer" (http://amzn.to/1ScYFxL). El sistema puede explicarse como el poder de una cúpula autonombrada de designar desde arriba y sin participación popular decisiva a supuestos representantes de unidades de militantes, grupos sociales o zonas geográficas que a su vez formalizan, en lo sucesivo, los nombramientos de nuevos integrantes de la cúpula autonombrada.

El sistema de Lenin era ciertamente centralista, pero nunca fue ni jamás será democrático. Los marxistas hablan siempre en nombre del pueblo, a veces actúan para el pueblo, pero nunca actúan con el pueblo. Jamás.

En el mejor de los casos, no son más que la versión modernizada del "despotismo ilustrado" de María Teresa de Austria o Federico II de Prusia (http://bit.ly/1UseSFH). Si el progreso es proporcional a la participación popular, los marxistas solo son reaccionarios disfrazados de progresistas.

En fecha tan temprana como 1948, la perversión del lenguaje por los marxistas fue denunciada por el hasta entonces militante marxista George Orwell en su celebérrima novela "1984" (http://amzn.to/1SmDDPI), una obra que debe leer toda persona que quiera entender realmente al marxismo en función de poder o, actualmente, al movimiento bolivariano que, desde luego, se define por "Repetir Lenin" (http://amzn.to/1LPdg5L).

Orwell la describió como la "neolengua" (http://bit.ly/10BDmCw), donde paz significa guerra o amor significa odio. Así hablan los bolivarianos: A su dictadura llaman democracia y a los instrumentos democráticos de control popular sobre el poder los denominan golpismo.

Como no podía ser de otra manera, quienes están pidiendo usar Mercosur, Unasur o Celac, para calificar al funcionamiento de las instituciones brasileñas de control popular sobre el poder como golpismo, son las dictaduras y cuasi-dictaduras bolivarianas cuya dependencia del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT) en el gobierno puede ser resumida perfectamente con el caso Oderbrecht, empresa brasileña que tiene contratos de privilegio en Venezuela por sus aportes a las campañas electorales del PT (http://bit.ly/1NPl2bC) (http://hrld.us/1MIADc4) (http://bit.ly/1pCQXpu).

Marcelo Oderbrecht, el director de la empresa, acaba de ser condenado en Brasil a diecinueve años de prisión por hechos como los mencionados (http://bit.ly/1pvyNqa) y, para desgracia del PT, hace pocos días acordó con la fiscalía confesar lo que sabe a cambio de reducir su castigo (http://bit.ly/1q7CORS).

Los bolivarianos tienen todavía la cara dura de decir que estas condenas son una "conspiración de la derecha", como lo repite sin solución de continuidad el diputado liberal Víctor Ríos, sin explicar cómo Oderbrecht y los demás empresarios que aportaron dinero robado a Petrobras, entre otras, a las arcas del PT se convirtieron en figuras tutelares de su idealizada izquierda.

Por si los bolivarianos paraguayos liderados por Fernando Lugo, pero diseminados en todos nuestros partidos políticos pretenden olvidarlo, cuando nuestras instituciones democráticas de control funcionaron para destituir a Fernando de la presidencia de la República, Dilma lideró el movimiento para mantenerlo en la presidencia por la fuerza, expulsando ilegalmente a nuestro país de Mercosur e introduciendo más ilegalmente todavía a la dictadura venezolana en el bloque regional a pesar de la exigencia estatutaria de que solo pueden pertenecer a él las democracias plenas.

En Brasil ocurre simplemente que se ha descubierto un esquema de corrupción construido desde el PT, bajo el liderazgo de Luiz Inacio "Lula" da Silva, que no tiene paralelo en la historia de ese país aun cuando la corrupción administrativa en Brasil tiene una larguísima tradición y un enorme volumen y es, ciertamente, una de las más largas y de las más grandes del Continente. Aun así, "Lula" lideró algo sin precedentes.

Y ocurre que, como en toda democracia, cuando se descubre una corrupción tan inocultable por su enormidad, no hay manera alguna de detener el proceso de descontento popular y, por tanto, de canalización institucional de ese descontento, por la vía de las instituciones democráticas de control, como el juicio político.

En Brasil no está en marcha ningún golpe que no sea del propio PT. El juicio político no es un golpe y solamente gente de mala fe, acostumbrada a robar como han robado desde el PT y desde los regímenes bolivarianos pretende que el juicio político a los ladrones es un golpe y que los ladrones deben permanecer en los lugares desde los que roban para que ellos no digan que es un golpe.

Es una pretensión perversa de estos ladrones, la de que es un golpe de Estado impedirles que sigan robando. Quieren que se olvide que es dinero de la gente común el que están robando y pretenden que impedirles el robo es un golpe. Creo que ni siquiera Orwell imaginó jamás algo tan pervertido como lo que están pretendiendo los bolivarianos.

Cuando Horacio Cartes asumió el gobierno le critiqué duramente haber abandonado su compromiso de julio del 2013 sobre que Paraguay no regresaría a Mercosur en las condiciones impuestas entonces por Dilma (http://bit.ly/1MIDH8e). Ya entonces se sabía todo lo que ahora está judicialmente probado. Pero debo admitir que su posición actual de no participar del coro bolivariano es correcta y espero que la mantenga. Dilma Rousseff debe estar en la cárcel y no en la presidencia de Brasil.

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