Una represa hidroeléctrica que hace más de dos décadas inundó cientos de miles de hectáreas de selva amazónica en Brasil y es considerada "un crimen ambiental" podría transformarse ahora en un proyecto sustentable con paneles flotantes que producen energía solar.

Desde la cima empedrada donde se erige la represa es difícil divisar el horizonte: son 2.400 kilómetros cuadrados de un gigantesco lago artificial que provocó la construcción de la represa de Balbina, proyectada durante el régimen militar (1964-85) a un alto costo y con una capacidad ínfima de generación eléctrica.

"Es uno de los mayores crímenes ambientales que la ingeniería cometió en este país. ¿Cómo mitigar el costo de este crimen? Mejorando la relación costo-beneficio de esta usina", afirmó el ministro de Minas y Energía de Brasil, Eduardo Braga, al inaugurar los primeros paneles flotantes que generarán energía aprovechando la abundante luz solar en este punto de la selva, próximo a la línea del Ecuador, a unos 200 kilómetros de la ciudad de Manaus.

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Ya existen en el mundo instalaciones de paneles solares flotantes en almacenamientos comunes de agua, pero es la primera vez que se instalan en el embalse de una represa hidroeléctrica.

El gobierno acaba de inaugurar el proyecto piloto de una gran plataforma que se completará en el 2017, cuando se hayan instalado 50.000 metros cuadrados de paneles: una superficie equivalente a cinco canchas de fútbol con 5 megavatios de potencia capaces de abastecer de energía a unos 9.000 hogares.

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