Por Marcelo A. Pedroza
COACH – mpedroza20@hotmail.com
El aprendizaje es el resultado de cómo las personas perciben y cómo procesan esa información, enseña David Kolb, americano, especialista en educación, psicólogo social y filósofo. Para él se puede percibir a través de la experiencia concreta o por medio de conceptualizaciones y generalizaciones abstractas. Sostiene que ambas percepciones permiten, por un lado procesar a través de la experimentación activa y por otro, por medio de la observación reflexiva.
El profesor Kolb en su modelo de aprendizaje considera que pueden darse yuxtaposiciones entre las dos formas de percibir y de procesar. Lo que permite, por ejemplo, que aquello que se presenta como teórico pueda aplicarse en una decisión que se toma y de esa manera experimentar el conocimiento adquirido. Abre modalidades que se manifiestan en el mundo de la experiencia y las clasifica en un cuadrante de aprendizaje.
Al percibir se descubre la presencia de las impresiones que realizan los sentidos. Aunque la profundidad de lo que se percibe requiere de atención, hecho que puede ocasionar decidir avanzar y acceder a un conocimiento que quizás no se tenía. Es la voluntad de conocer la que entra en juego y la que abrirá nuevos horizontes. Para ello hay que decidir involucrarse, interesarse, comprometerse con lo que ha sido inicialmente algo que ingresó por algunos de los órganos sensoriales y que facilitan la compresión de la existencia de una persona o una cosa o un hecho cualquiera. Es una pila de conexiones hacia el crecimiento lo que acarrea la relación entre la percepción inicial y su posterior procesamiento.
La información que se percibe nace de una experiencia directa y concreta o de una experiencia abstracta y se transforma en conocimiento cuando se piensa o se reflexiona sobre ella, explica Kolb. La reflexión genera pensamientos y ellos ponen en el plano consciente lo que se ha aprendido, lo que ha sucedido, lo que se vive en el momento. Los criterios que surjan de dicho mecanismo pensante pueden determinar la creación de consecuencias prácticas relevantes para el sujeto reflexivo. Es vital poner el foco en esta estructura de aprendizaje dado que la misma habilita a profundizar la relación causa efecto que yace en todo comportamiento.
Implicarse en lo que atañe a la actividad que se realiza exige concentrarse para ahondar en lo que así lo requiere, para luego expresar la responsabilidad que existe en ese obrar. Acarrea notables desenlaces entender que en todo momento se está aprendiendo. Una apertura constante hacia lo que acontece requiere la tarea de integrar el conjunto de percepciones que se incorporan a cada instante y darles una dirección edificante para que sean generadoras de buenos actos, tanto para quien las procesa y actúa como para aquellos que también ingresan en el círculo de contacto a través de sus percepciones y procesamientos personales.
El aprendizaje cotidiano es inherente al desarrollo de la existencia de cada vida. Entender y extender el impacto que tiene su valoración le otorga un papel preponderante a la potencialidad perceptiva. La interacción diaria está repleta de posibilidades latentes, de ahí la majestuosa tarea en cada momento. Es que al observar, analizar, comprender, conversar o decidir sobre alguna circunstancia se está viviendo un proceso natural de lecciones de la vida. Y ellas repercuten de una u otra forma en los ámbitos en donde cada persona se desenvuelve.
Y la sociedad también es la suma de percepciones ciudadanas que han sido procesadas y vivenciadas, conforme las costumbres culturales que se han logrado establecer. Una percepción individual puede aportarle lo suyo a otras percepciones y entre todas procesar los mecanismos para generar espacios sociales dispuestos a pregonar el bienestar comunitario.