La mayor tienda del mundo, Amazon, quiere que unos drones aterricen en la casa de sus clientes para entregarles sus compras on line. Si usted no trabaja en el proyecto Prime Air de Amazon, la única ventana a través de la que puede asomarse a ese futuro es un breve vídeo de un minuto y veinte segundos en el que Jeremy Clarkson, que fue presentador estrella durante años de la BBC hasta que agredió a un productor, bromea con mucha flema sobre la urgencia de una niña en conseguir unas zapatillas de deporte.
Tienen que ser iguales a las que se acaba de comer su perro. En menos de 30 minutos, dice Clarkson, ahora investido portavoz de Amazon, un dron de duras líneas rectas que retan la aerodinámica se posa sobre el jardín de la casa donde vive la niña. Del vientre del aparato, sobre el césped, se descuelga una caja con un flamante par de deportivas.
La aeronave es el prototipo (o quizá solo uno de ellos) en que trabaja la multinacional. Más allá del vídeo, difundido en noviembre justo antes de la campaña navideña del 2015, casi todo lo que rodea Prime Air es un secreto guardado con celo por la compañía de Seattle.
PILOTO EXPERTO
El director del proyecto, Sean Cassidy (Nueva York, 1964) es un antiguo piloto experto en seguridad aérea. Aterriza ahora en España para participar en un encuentro profesional del sector y, de paso, hacer apostolado de los futuros drones repartidores. En la regulación actual de muchos países no tiene cabida que una flota de aeronaves entregue paquetes casa por casa. Amazon quiere convencer a los responsables políticos de que esa ambición no entraña riesgo.
Cassidy no quiere desvelar siquiera, tres años después del lanzamiento de Prime Air, el número de personas que trabajan con él en la idea. Sí se sabe que los tres principales centros de desarrollo donde se crean los prototipos se encuentran en algún lugar de Estados Unidos, otro de Reino Unido y un tercero, de Israel.