Por Milia Gayoso Manzur
Con la idea de que encuentre un poco de alivio y porque es asegurada del IPS, cambiamos momentáneamente de hospital. No tuvimos suerte, ya que la cantidad de gente que acudió esa noche al consultorio de Urgencias de la clínica Ingavi superó la capacidad de atención en un tiempo prudencial de espera. Terminamos volviendo a casa, sin consultar y con la impotencia sumada al malestar físico.
Con un cuadro de dengue que la tiene a mal traer, mi madre lleva varios días con fiebre e intensos dolores de cabeza. Al mismo tiempo, un sobrinito que vive con ella soporta la misma situación. Los llevamos a ambos al hospital de San Lorenzo, ubicado en Calle'í. Ella en Urgencias de adultos y él en el de Pediatría, recibieron las primeras atenciones aquella primera noche de idas y venidas.
Análisis a la mañana siguiente, consulta al atardecer: hidratación, medicamentos para bajar la presión, paracetamol, etc. Regresamos a la casa a la medianoche, llevando en la cabeza un centenar de escenas de dolor, de adultos y niños esperando recibir atención y respuesta al padecimiento que sentían. Pero, aún en medio de la precariedad del hospital, se debe resaltar que la enorme cantidad de gente en Urgencias de dicho nosocomio es atendida con bastante fluidez y hay calidez en el trato de enfermeras y médicos, algo fundamental que muchos profesionales de la salud ya no practican.
Segunda noche, el dolor de cabeza se hace más intenso y acudimos a la mencionada clínica del IPS. Si bien hay una respuesta rápida al ingresar (las enfermeras toman la presión y los datos, y luego anotan el color que indica la gravedad de la situación del enfermo), después la espera es interminable. A mi madre le adjudicaron el color naranja (si le dan rojo al paciente va directo a reanimación), naranja es de alta prioridad..., el último es azul e indica que la situación no requiere apuro y seguramente al que le toque estará varias horas gastando la silla o la pintura de la pared.
Fantástico que se organice de esa manera, para que se atienda rápido a los casos más urgentes; pero en época de epidemia como ahora, si un enfermo de dengue, chikungunya o algo peor está tres horas esperando, va a contagiar a todos los que estén en el pasillo si no recibe atención inmediata; porque hay mosquitos por todas partes y basta que uno pique al infectado y pique a alguien sano para que las probabilidades de contagio sean altas.
¿Dónde está el problema en este caso específico? ¿Hay demasiada gente enferma o pocos médicos de guardia en Urgencias del IPS Ingavi? ¿No sería más indicado que existiera un espacio de atención aislada para ciertas enfermedades?
"Hace cinco horas que espero", se quejaba una señora. "Acá no hay especialistas en urgencia", dijo otra. "Solo hay dos médicos para atender todos los casos, como ginecológicos, traumas, dengue, etc.", dijo la mamá de un joven que estaba pálido de dolor y llevaba mucho tiempo recostado por la pared.
En la silla de enfrente una chica rubia y menudita se apretaba el lado derecho del vientre con visibles signos de sufrimiento físico. "Señora, esa chica se le va a desmayar de dolor en el pasillo", le digo a la enfermera, logrando que la atiendan pronto. Al rato, la llevan hacia otro lugar del hospital en una silla de ruedas.
Un señor adulto pasa por fin junto al médico, luego va a la farmacia y vuelve con una ampolla en la mano. ¿Para esto esperé tantas horas? se quejó en guaraní mostrando su pequeña ampollita. Al rato, sale de Enfermería sobándose la nalga y diciendo que en vez de curarse se va a morir de dolor por el pinchazo. Le puso un poco de humor a la situación.
A pesar de haber sido catalogado su caso como de alta prioridad, llevamos casi tres horas de espera con mi madre que se seguía quejando del dolor de cabeza y del sueño que la estaba por vencer. A la medianoche llega un herido en la ambulancia. "Ahora menos nos van a atender", dice alguien, vaticinando que ese paciente requeriría atención inmediata. Luego se aproxima un joven playero, arrastrando una de las piernas accidentada... Sin acompañante alguno, hace sus trámites solo, con una triste mueca de sufrimiento en el rostro.
Finalmente nos fuimos del hospital y temprano a la mañana mi madre volvió al primer lugar de atención para unos nuevos análisis. Un conocido que también estaba en Ingavi, me contó que recién después de la 1:00 pudo ser atendido el paciente al que acompañaba desde hacía mucho tiempo.
Además de no contar con suficientes profesionales que atienda a tanta gente, la clínica carece de una buena guía para el asegurado. En el primer puesto de emergencia, la enfermera indica a los parientes que deben inscribir al paciente y allá va uno con cédula en mano. Luego nadie (ni cartel alguno) indica que esa hoja con datos del enfermo debe ser entregado en una de las puertas para que llamen al enfermo. Si alguno de los tantos que esperan no indica qué debe hacerse, uno puede quedarse medio día esperando ser convocado. Aquello le ocurrió a una señora, cuya hija acompañante no sabía que debía entregar la ficha, y estuvieron sentadas aguardando durante siete hora, según contó consternada.
La historia sigue, porque mis pacientes continúan delicados, y seguiremos yendo y viniendo hasta que mejoren, como tantos otros, como usted, como aquel.